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¿Reforma o demolición de la educación?
OPINIÓN

¿Reforma o demolición de la educación?

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Cada reforma educativa trae aparejada su correspondiente debate social. Esto es histórico en nuestro país. Y no está mal, no cuando los cambios que se quieren introducir tienen sentido y son discutidos ampliamente para que la reforma sea producto de un consenso que se pueda sostener en el largo plazo. Lo que no podemos es reformar la educación en función del calendario electoral, ni de éste ni de ningún otro. Esto último lo único que logra es debilitar a la educación pública, volviéndola confusa e impredecible para docentes, estudiantes y familias. ¿Queremos reformar la educación o demolerla? 

Lamentablemente, el gobierno de Axel Kicillof en los últimos días intentó llevar adelante una reforma del nivel secundario de forma inconsulta. Las voces que alzamos desde la oposición a lo largo y ancho de la provincia evitaron, por el momento, el cometido del ejecutivo provincial. Y aquí lo importante no es el verbo evitar, sino que lo queremos es proponer. ¿Es importante dialogar sobre las condiciones de funcionamiento de la escuela secundaria? Desde luego que sí, más cuando tenemos en la provincia estadísticas preocupantes: 4 de cada 10 estudiantes tienen trayectorias escolares con diversas dificultades a la hora de aprender. Esto debe ser atendido, pero con seriedad, no como parte de intentos espasmódicos que forman parte de respuestas a destiempo y, por tanto, ineficaces para la problemática que deseamos ver resuelta. 

Por otra parte, una reforma donde no se capacita a los docentes en servicio con debida antelación y, a la par, se modifica la formación docente en la misma dirección para que los futuros educadores conozcan la realidad en la que les tocará intervenir está condenada de antemano al fracaso. Nada de eso hizo el gobierno de la provincia de Buenos Aires cuando procuró llevar adelante estos cambios, donde la promoción del año se modifica por la aprobación y acreditación de materias.

Las autoridades educativas provinciales justificaron que la virtual eliminación de la repitencia cobra sentido en la medida en que es injustificado demandarle a un estudiante que recurse contenidos aprobados. En la práctica esto implica la ruptura de toda lógica de progresividad en el proceso de enseñanza-aprendizaje. No acompañamos más y mejor a un estudiante al que le permitimos una trayectoria escolar excesivamente flexible, al punto de volverla ficticia o, al menos, extremadamente incierta. En educación lo que nace bajo el signo de la inconsistencia augura los peores resultados. Por ello hemos vivido tantas reformas que lejos de mejorar el nivel secundario lo perjudicaron. 

¿Queremos acompañar de una manera real a los estudiantes? A nadie eso puede parecerle un desatino, pero siempre que el dispositivo que se conciba para ello sea genuino y no letra muerta. Existió un programa, implementado en 2019 bajo la gestión de María Eugenia Vidal, denominado “Escuelas Promotoras” que, entre sus objetivos, incorporaba la figura del Profesor Acompañante de Trayectorias (PAT), que debía acompañar, guiar, monitorear y evaluar el aprendizaje de los estudiantes con algún inconveniente en su recorrido escolar. Este profesor que cumple la función de tutor sí es necesaria en la medida en que cada institución determine su necesidad. Esto es mucho más útil, pero menos estridente en términos de propaganda que una “reforma educativa”. Creo que todos optamos por la eficiencia y por los cambios reales. No es lo que propone la gestión educativa de Kicillof, y es a ese facilismo pedagógico completamente extemporáneo e irreal al que le decimos no.

Desde la oposición seguimos pensando que se debe comenzar por la actualización urgente de la formación docente en paralelo con una articulación entre el secundario y la universidad, sin dejar de pensar que la escuela secundaria también debe, en parte, estar orientada por las demanda, increíblemente desafiantes en materia de conocimientos y destrezas, que requiere el mundo laboral en el siglo XXI. 

Sí nos interesa la calidad de las competencias de nuestros estudiantes, no deberíamos perder más tiempo en lo que nos aleja de la excelencia y nos acerca a discusiones burocráticas absolutamente estériles. Ojalá estas reflexiones contribuyan a nuestra reconciliación con el sentido de realidad a la hora de pensar nuestra querida, y muchas veces maltratada, educación pública. 

Rosario Sosa: Vicepresidente del Consejo Escolar de Junín 

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