Ser bombero implica asumir una responsabilidad de servicio a la comunidad que nace desde lo más íntimo en aquellas personas que eligen esta vocación.
Es ayudar a los ciudadanos sin pedir nada a cambio. Lo primero con lo que se los suele relacionar es con la extinción de incendios pero su labor va mucho más allá y se extiende a diversos incidentes que se producen día a día en los que ellos están presentes para prestar su colaboración.
Su vocación de servicio a la sociedad es el resultado de una pasión que van desarrollando desde muy temprana edad y que los acompaña hasta el día que deciden alistarse al cuartel y poner el 100% de su fuerza y voluntad para solucionar distintos tipos de inconvenientes.
Sergio y Romina Jaimes son un claro ejemplo de pasión y dedicación desinteresada a la comunidad . Padre e hija trabajan juntos en el cuartel del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Pergamino y hablaron con diarionucleo.com sobre la vocación de servicio que les corre por la sangre.
El nacimiento de la vocación
Sergio Jaimes tiene 50 años y hace 22 años que presta servicio de bombero. Su vocación nació desde muy joven y de una manera muy curiosa.
"Un día me encontraba caminando por Avenidad de Mayo y San Nicolás cuando de repente vi pasar una ambulancia de los bomberos a mucha velocidad. En ese momento me puse a pensar "¿Hacia dónde irán con tanto apuro?", sin saber que se dirigían a hacia mi casa para asistir a mi mujer en el parto de nuestra primera hija. A partir de ese día decidí ingresar al cuartel de la ciudad para dedicarle parte de mi tiempo a la comunidad".
Romina Jaimes tiene 31 años y hace 8 años que decidió ingresar al cuerpo de bomberos. El escenario del cuartel le resulta muy familiar ya que de niña concurría acompañando a su padre y le ha tocado pasar más de una cena de Navidad y Año Nuevo allí porque Sergio estaba de guardia. "Muchas veces brindamos con él a las 3 de la mañana o al otro día porque antes de medianoche tenía que salir de servicio", recuerda.
A la hora de hablar sobre las razones que la hicieron decidir entrar al cuartel, Romina no duda ni un instante: "Mi papá, ciento por ciento. Fue la pasión que él tiene por esta vocación. Te das cuenta que lo lleva en la sangre, no es que lo hace para que los demás lo reconozcan o para que lo vean como un héroe, lo hace porque lo siente. Cada vez que salía porque sonaba la alarma estábamos esperando a que regrese para que nos cuente qué había pasado y qué había hecho. Recuerdo que te hacía vivir lo que él había vivido de la manera en cómo te lo contaba".
Y agrega: "Lo recuerdo salir en bicicleta, en moto y hasta incluso corriendo cada vez que sonaba la alarma. Una vez lo ví cambiarse en medio de la calle para llegar lo más rápido posible al cuartel. ¡Parecía un loco!".
Sergio sostiene que jamás le insistió a su hija que sea bombera, sino que fue una decisión de ella. Incluso asegura que su hija nunca le preguntó nada mientras estaba haciendo el curso de ingreso. "Ella hizo todo por su cuenta sin nunca consultarme nada", dice.
Romina también lo recuerda de esa manera: "Mientras estaba cursando nunca le decía cuándo tenía exámen ni qué era lo que tenía que estudiar porque no quería tener esa presión, él ya era bombero y yo recién arrancaba. Si bien soy hija de un bombero, en ese momento ni sabía que la línea era una manguera. No quería que se diga "Ah, porque sos hija de bombero vas a entrar", por eso les pedí a quienes dictaban el curso no hagan mención de esa situación. Aunque después a uno se le terminó escapando".
Mi hija, la bombera
No debe haber mayor orgullo para un padre que el ver que hijos sigan su ejemplo y, para los hijos, no debe existir mayor satisfacción que ver a sus padres como referentes, como ejemplo a seguir.
"Ver trabajar a mi hija en el cuartel me llena de orgullo. Te puedo decir que alguna vez se me han llenado los ojos de lágrimas al verla trabajar", dice Sergio.
En este mismo sentido, Romina dice: "De chiquita lo veía a mi papá y decía "Yo quiero ser bombera". Y cuando entré al cuartel entendí por qué mi papá hablaba de manera tan apasionada de esta vocación. Fue como subirte a un vagón y decir "de acá no me bajo más". Si le preguntas a los que recién ingresan, te van a decir que mi padre los va preparando para cuando tengan que salir de servicio y les enseña un montón de cosas. Hay pocos como él".
- Los Jaimes combatiendo un incendio
Si bien tienen en claro que dentro del cuartel son compañeros, a veces le es muy difícil a Sergio despegarse del rol de padre. "En este trabajo el riesgo está cada vez que salís del cuartel. Por eso siento miedo y siempre le pregunto dónde y cómo está". En cambio, Romina dice: "Yo sé que siempre va a regresar", como los superhéroes que muchas veces creemos que son los padres.
El primer servicio juntos
A pesar de que llevan 8 años trabajando juntos, no fueron muchas las veces que salieron juntos. "No coincidimos mucho en el cuartel, por lo general cuando yo estoy ella no está y cuando ella está de servicio yo estoy en mi casa. Es una lástima", dice Sergio. "En total fueron 5 las veces que salimos juntos", agrega su hija.
Ambos recuerdan muy bien la primera vez que salieron de servicio juntos. "Recuerdo que ella no sabía cómo dirigirse a mi, si llamarme "papi", Jaimes o por mi apodo". Y agregó: "Y está bien que así sea. Yo siempre le digo "Jaimes venga para acá". Sabe que soy su padre pero en el cuartel es otra cosa".
A lo que Romina agrega: "Aquella fue mi primera salida. Íbamos en camino a un servicio y yo estaba muy nerviosa porque mi papá era el que estaba a cargo, tal es así que no me podía prender el equipo autónomo. Y entonces le pregunté a una compañera, "¿cómo le digo que no me prende", porque me daba vergüenza comunicarme con mi papá. Y finalmente lo llamé por su nombre y él me contestó: "No se haga problema bombero", de manera súper profesional".
La parte más difícil
El 7 de abril de 1995 es una fecha muy difícil de olvidar para Pergamino porque fue el día de la trágica inundación. Sergio recién comenzaba con sus salidas del cuartel y le tocó afrontar con una de las páginas más trágicas de la ciudad. "Recuerdo que ese día estaba de guardia y sonó la alarma.
Cuando nos tiramos por el caño con mis compañeros descubrimos que el agua había llegado al cuartel pero nunca nos imaginamos lo que estaba sucediendo. Tuvimos que asistir a un colectivo de larga distancia que se encontraba en la ruta que va a Junín con 60 personas a bordo.
Debido a que el camino era todo agua, el chofer se desorientó y fue a parar contra un alambrado. Nos acercamos hasta el micro y comenzamos a subir a los pasajeros a un gomón para llevarlos a una parte más segura", cuenta Sergio.
Y agregó: "Si le preguntas a cualquier bombero que haya estado en ese momento, te van a decir que lo más duro de todo fue perder a un compañero. Nunca me imaginé que algo así podría llegar a pasar en Pergamino". Jaimes hace referencia al bombero Fernando Tomás Esquivel quien fue una de las cuatro víctimas fatales que dejó aquella fatídica jornada.
Romina también vivió una situación similar durante la última inundación registrada en diciembre del año 2016. "Ingresé a trabajar en el 2014 y dos años después tuve que salir en esa situación tan complicada. Recuerdo que sentí tristeza por la gente que había perdido todo. Tuve compañeros que también se estaban inundando pero decidieron salir igual a ayudar a los demás. En aquella oportunidad me di cuenta que la gente de Pergamino es muy solidaria porque, además de nosotros, había mucha gente colaborando".
En el 2016, padre e hija trabajaron en distintas zonas de la ciudad ayudando a los inundados. Romina aún recuerda cómo su padre la llamaba permanentemente para saber cómo estaba, "sentí que mi papá tenía la necesidad de que esté a su lado para seguir protegiéndome".
Misma sangre, misma pasión
Como bien dice Sergio "no es fácil ser bombero". Existen situaciones muy complejas pero también están aquellos momentos en los que la vocación muestra su lado más alegre y que lo llena de satisfacción. "La mejor parte de esta vocación es cuando la gente te agradece, porque lo hace desde el alma. Ser bombero es algo que me encanta y quiero estar en el cuartel siempre, sin fecha de vencimiento. Quiero ir al cuartel hasta que "el de arriba" me llame y me diga "Ya está. Hasta acá llegaste". Lo mejor que tiene el servicio es cuando regresamos todos al cuartel sanos y vemos que las cosas se hicieron bien".
- Sergio junto a Romina y a su nieto, Alain
Al igual que su padre, Romina entiende que es muy difícil porque "hay que dejar de lado muchas cosas y no es una vocación que siempre es color de rosa". Pero a pesar de todo lo malo, no se permite olvidar la pasión por ayudar a los demás que le transmitió su padre, casi sin saberlo, desde chica. "Ser bombera es lo mejor que me pasó en la vida. Es lo que me da fuerza, vida y me saca de la rutina. Lo que más me gratifica de este trabajo es ayudar a las personas, saber que un servicio salió bien porque pudiste rescatar a alguien".
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