Lanata, que había sobrevivido a un trasplante cruzado, fallas renales y una vida atravesada por excesos, ingresó al Hospital Italiano en junio y nunca volvió a ser el mismo. Desde ese momento, las tensiones familiares se hicieron visibles y crecieron hasta convertirse en una disputa judicial de alto voltaje.
De un lado quedó Elba Marcovecchio, abogada platense, viuda del periodista y madre de dos hijos pequeños. Del otro, Bárbara y Lola Lanata, hijas del conductor, acompañadas por sus madres —Andrea Rodríguez y Sara Stewart Brown— y por el círculo histórico del periodista. Lo que comenzó como una discusión sobre quién podía ingresar a la habitación del paciente derivó rápidamente en una denuncia penal por presunto “hurto” y “malversación de fondos”.
Las hijas acusaron a Marcovecchio de haberse aprovechado de la vulnerabilidad de su padre para retirar del departamento objetos de alto valor: relojes de lujo, obras de arte y dinero en efectivo. La abogada se defendió públicamente: “Es muy triste atravesar todo esto, principalmente para Jorge, pero también para mí y para mis hijos. Que estas cosas salgan a la luz es lo peor para él”.
Con el correr de 2025, la sucesión de Lanata se convirtió en un tema recurrente en los medios. Se supo que su patrimonio incluía una pinacoteca valuada en millones de dólares, colecciones de relojes y lapiceras, propiedades en Buenos Aires y Uruguay, activos financieros y los derechos de su obra periodística y literaria. No había testamento ni acuerdo prenupcial, aunque sí una división de bienes previa, solicitada por Marcovecchio al momento de comprar su departamento.
Ese dato fue clave: las hijas pidieron la inmediata intervención judicial para evitar que la viuda dispusiera libremente del patrimonio. Aunque los bienes eran cuantiosos, también existían deudas significativas. El departamento donde vivía el matrimonio —una propiedad de 500 metros cuadrados valuada en alrededor de dos millones de dólares— fue adquirido con fondos de Marcovecchio y un aporte de Lanata que, según consta, se financió con una deuda que ingresó a la sucesión.
El punto más sensible llegó con el reclamo de Radio Mitre, emisora donde Lanata condujo Lanata sin filtro. Durante su internación, la radio mantuvo su salario —unos 40 millones de pesos mensuales— y, tras su muerte, exigió el pago de un préstamo de 300 mil dólares, originalmente de 600 mil, solicitado por el periodista para una operación inmobiliaria. El reclamo abrió una nueva grieta: quién debía hacerse cargo del pago y cómo.
Aunque en algunos tramos hubo coincidencias entre la viuda y las hijas sobre la necesidad de resolver la deuda, nunca lograron acordar sobre el destino del dinero ni las responsabilidades asumidas. Con el paso de los meses, el conflicto dejó de ser exclusivamente económico y se volvió personal.
En octubre de 2025, la Justicia aceptó un pedido de auditoría externa para revisar en detalle bienes, movimientos financieros y pasivos del periodista. El objetivo era ordenar las cuentas y despejar sospechas, pero el trasfondo evidenció el nivel de desconfianza entre las partes. Quedaron bajo análisis propiedades emblemáticas como el departamento del Palacio Estrugamou y la casa en Punta del Este.
Más tarde, Marcovecchio solicitó la declaratoria de herederos, el trámite legal que determina quiénes pueden reclamar bienes y derechos cuando no existe testamento. Lejos de apaciguar el conflicto, la medida profundizó la tensión.
En ese clima apareció una figura inesperada: Romina Manguel. Marcovecchio la acusó de haber mantenido un vínculo sexoafectivo con Lanata a cambio de una cartera de lujo. Manguel negó la versión y se convirtió en una de las voces más duras contra la viuda. Denunció públicamente que Lanata fue “aislado” en sus últimos días y que muchos amigos no pudieron despedirse. “Lo dejó solo”, sentenció.
Sobre la polémica de la cartera, Manguel explicó que se trató de una mala interpretación de chats privados. “Leyó mensajes fuera de contexto”, aseguró, y dio un ejemplo concreto que, leído sin situación, podía inducir a error.
Otro foco de conflicto fue el despido de Facundo Casanova, chofer y asistente personal de Lanata, junto a otros colaboradores que convivían con el periodista las 24 horas. Marcovecchio justificó las desvinculaciones por falta de fondos, pero las hijas denunciaron que se trataba de una maniobra para “borrar testigos” de lo ocurrido en la casa. Finalmente, se alcanzaron acuerdos judiciales con el pago del 50% de las indemnizaciones, aceptados por muchos solo para poner fin a la exposición mediática.
A un año de la muerte de Jorge Lanata, su herencia sigue siendo un campo de batalla. Auditorías, denuncias cruzadas y vínculos rotos dejaron en claro que el legado del periodista no se discute solo en términos patrimoniales, sino también emocionales. Y, por ahora, no hay señales de tregua.
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