La que acaba de concluir acaso haya sido, en términos políticos y de gestión, una de las semanas más duras para Axel Kicillof. El asesinato del chofer de colectivos en La Matanza expandió el malhumor social y puso en una vez más en el ojo de la tormenta a su ministro Sergio Berni. Tampoco alumbran buenas noticias desde el costado electoral para el Gobernador, porque el Frente de Todos sigue sin poder definir un candidato presidencial en medio de la sorda pelea que libran el kirchnerismo y la Casa Rosada.
Ese ruido político empieza a preocupar a Kicillof. En primera instancia, porque en su entorno creen que esa carencia impide trazar una estrategia electoral. Y en segundo término, porque esa ausencia -pese al operativo clamor la mayoría de la dirigencia está convencida de que Cristina Kirchner no competirá-, puede que vuelva a abrir la puerta a que la necesidad oficial lo termine empujando a la pelea nacional a la que no se quiere subir porque busca ir por la reelección.
Esa inquietud habría que rastrearla en ciertas definiciones que alumbraron en medio de la conmoción que se produjo en La Matanza por el asesinato del colectivero y las agresiones a Berni. El jefe de asesores de Kicillof y uno de sus hombres de confianza, Carlos Bianco, salió a torear al sector del Presidente para que vaya a las Paso con un candidato a gobernador propio.
Ese movimiento que pareció dirigido a chicanear a Aníbal Fernández en el marco de la pelea entre la Provincia y la Nación por la presencia de fuerzas federales en el Conurbano, es en realidad la traducción más literal de la posición del kirchnerismo respecto de la posibilidad de que Alberto Fernández compita por la reelección: si el Presidente quiere disputar, que se busque candidatos en todos los niveles y que ni sueñe con llevar a Kicillof en su boleta.
Es una forma de presión para que Alberto F. finalmente desista y se termine ordenando un tablero en el que tampoco, a nivel nacional, aparecen fichas taquilleras en el oficialismo. La elección bonaerense se realiza en forma simultánea con la nacional y la figura del candidato presidencial es clave por su efecto arrastre. Kicillof también mira con inquietud lo que todavía es una incógnita en su propio espacio.
El episodio de La Matanza también encendió las alertas oficiales. Y tentó al oficialismo a una primera reacción que se fue desdibujando con el correr de los días: atribuirle al conmocionante hecho de inseguridad una connotación política. La idea de vincular las agresiones a Berni con la precandidata presidencial del PRO Patricia Bullrich se transformó en una jugada política extrema. También, el hecho de que se le otorgaran tintes extraños al asalto y muerte que ocurrieron en el colectivo como si resultara un paisaje extraño e inhallable en el escenario de la inseguridad cotidiana.
El ministro, mientras tanto, sigue en el cargo. Kicillof no tiene pensado deshacerse de un funcionario sobre el que deja descansar un costado clave de su administración como es el manejo de la seguridad. Cuenta, además, con el respaldo de Cristina Kirchner. A la vicepresidencia la han ido a ver en varias ocasiones con la propuesta de correr a Berni. La contestación ha sido siempre la misma: “Tráiganme uno mejor y vemos”.
Hay cuestiones de oportunidad que también juegan. Sacar ahora del cargo a Berni supondría reconocer un fracaso en la política oficial contra el delito. A escasos meses de las elecciones, surge como una alternativa impensada.
En medio de jornadas complejas para el oficialismo volvió a sobrevolar en los últimos días la versión sobre un posible desdoblamiento electoral en la Provincia. Cerca de Kicillof reconocen que hubo algún sondeo en ese sentido, pero se lo adjudican a emisarios de la oposición supuestamente interesados en evitar ser perjudicados por el efecto arrastre de la boleta presidencial de Javier Milei.
“No queda tiempo, no hay chances”, dicen en la Gobernación. Más allá de las dificultades para instrumentar una medida de esas características, ¿por qué el oficialismo accedería a un planteo que lo podría perjudicar? La política bonaerense habló de este tema en los últimos días, pero todo parece poco verosímil.
Kicillof, mientras tanto, tiene tiempo hasta el 15 de este mes para concretar la convocatoria a elecciones. Y allí se despejará una de las incógnitas. Solo una en medio de tanta incertidumbre oficial.
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