La UCR es el partido político más antiguo del país. A través de 130 años de historia se ha ganado el respeto aún de los que no coinciden con él y que jamás lo votaron. Su palabra, ante circunstancias muy difíciles y aún dolorosas, ha sido valorada institucionalmente como un aporte responsable al sistema republicano y democrático hasta por sus principales opositores y pese a que han sido más sus derrotas que sus triunfos electorales. Pero desde hace ya varios años todo cambió. Se ha ido trasformando, de a poco, en una organización política lejana y silente. Ya no tiene opinión ante cada hecho que trasciende. Ya no moviliza ni entusiasma. No opina ni escucha.
Se ha descolorido de fervor. Es como si la pérdida del gran líder Alfonsín no ha sido internalizada. Y esta pérdida de protagonismo en la vida de la Nación se agravó con su integración a la alianza Cambiemos.
Pensábamos que su rol de segundo desde aquel 2015 se había terminado y que ahora le había llegado su momento. Pero no será así. Otra vez los radicales entregaron los primeros lugares tanto en el orden local, provincial y nacional a otro partido político que expresa ideologías e historias distintas, aunque sean igualmente respetables.
Es cierto que la defensa de la República esta siempre por delante pero el precio de una alianza no puede ser la claudicación.
Una dirigencia nueva exige el nuevo tiempo. La UCR también lo exige. El país y la historia lo reclama.
Julio Ginzo
Afiliado Radical
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