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Mononucleosis: una enfermedad peligrosa y silenciosa
LA FALLECIDA PRESENTÓ FIEBRE, DOLOR DE GARGANTA Y FATIGA

Mononucleosis: una enfermedad peligrosa y silenciosa

Tras la muerte de la joven de Verónica en pleno viaje de egresados en Bariloche por un supuesto cuadro de esta enfermedad “del beso”, surgieron las preguntas sobre cómo diagnosticarse y prevenir su avance.

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La reciente muerte de una joven de 18 años de Verónica durante su viaje de egresados en Bariloche, aparentemente a causa de complicaciones derivadas de una mononucleosis, ha puesto de nuevo en la conversación pública a esta enfermedad. Es que el caso estremeció a la comunidad de la Región no solo por la tragedia en sí, sino por las circunstancias en que ocurrió, en medio de lo que debía ser una celebración y con un diagnóstico que, en principio, no parecía tan alarmante. Lo que comenzó con síntomas comunes de fiebre y dolor de garganta, en cuestión de horas escaló a una fatalidad que nadie vio venir.

La mononucleosis, coloquialmente llamada “la enfermedad del beso”, tiene un trasfondo de peligrosidad que a menudo se subestimama. Se trata de un virus, el Epstein-Barr, que se transmite fácilmente a través de la saliva, y aunque no es tan contagioso como el resfrío, su capacidad para ocultarse en síntomas engañosamente inofensivos la hace más peligrosa. En este caso, la joven desarrolló un cuadro que, lamentablemente, desembocó en un shock séptico, lo que llevó a su muerte tras ser internada en el Sanatorio San Carlos de la localidad rionegrina.

El episodio obliga a reflexionar sobre la necesidad de una mayor conciencia respecto de la mononucleosis, sobre todo en adolescentes y jóvenes adultos, el grupo más susceptible a desarrollar sus síntomas de forma clara. Mientras en los niños suele pasar desapercibida o mal diagnosticada, en los jóvenes los signos de la enfermedad son más evidentes: fatiga, dolor de garganta, fiebre, inflamación de ganglios linfáticos y del bazo, entre otros. Y es ahí donde radica su trampa. Muchos de estos síntomas son compartidos con dolencias menos graves, como una faringitis o un simple resfrío. Por esta razón, un diagnóstico erróneo o la minimización de los síntomas puede retrasar los cuidados que podrían evitar complicaciones severas, como ocurrió con esta joven.

El virus tiene un período de incubación relativamente largo, de cuatro a seis semanas, lo que significa que la infección puede haber estado latente desde antes del viaje, pero es imposible saber con exactitud cuándo y dónde comenzó todo. La fatiga, el síntoma más persistente, puede prolongarse durante semanas, al igual que la inflamación de los ganglios linfáticos, mientras que otras complicaciones más serias, como el agrandamiento del bazo, pueden surgir sin previo aviso.

Y aquí es donde la realidad se topa con una de las complicaciones más peligrosas: el bazo agrandado. En casos extremos, puede llegar a romperse, lo que provoca un dolor repentino en el abdomen, que puede requerir intervención quirúrgica urgente. Esta posibilidad es baja, pero real, y pone en evidencia cómo una enfermedad que generalmente es tratada con descanso y líquidos puede escalar a situaciones de riesgo de vida. Además, el virus también puede afectar al hígado, lo que puede terminar en una hepatitis leve o ictericia, síntomas que, de nuevo, pueden confundirse fácilmente con otras condiciones menos preocupantes.

Pero no es solo el bazo lo que está en riesgo. La mononucleosis puede generar anemia, trombocitopenia (recuento bajo de plaquetas), y problemas cardíacos como la miocarditis. En algunos casos, las complicaciones pueden extenderse al sistema nervioso, con la aparición de meningitis o encefalitis, lo que eleva el nivel de gravedad considerablemente. Incluso las amígdalas pueden inflamarse al punto de obstruir la respiración, lo que convierte una simple inflamación en una emergencia médica.

El tratamiento para la mononucleosis se centra en medidas de cuidado general, ya que no existen antivirales que reduzcan directamente los síntomas. Es por esto que se considera fundamental el reposo absoluto, acompañado por la administración de fármacos antifebriles para controlar la fiebre. A la vez, se promueve mantener una adecuada hidratación es clave, recomendándose al menos dos litros de agua diarios, además de una dieta saludable para apoyar el sistema inmunológico. En tanto que la higiene de manos es igualmente importante para prevenir la propagación del virus. Ante los primeros síntomas, se incentiva a consultar al médico, ya que el monitoreo adecuado puede evitar complicaciones graves, como el agrandamiento del bazo o infecciones secundarias.

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