En Argentina casi el 10% de los trabajadores tiene más de un empleo y se observa un crecimiento de 25% desde comienzos de 2018.
Este fenómeno, llamado pluriempleo, no necesariamente está asociado al objetivo de apuntalar los ingresos para evitar caer bajo la línea de pobreza. También está vinculado a la necesidad de sostener determinado nivel de vida, ya que muestra un crecimiento marcado en deciles más altos.
Esto agrega evidencia de que Argentina no tiene un problema de empleo sino de calidad del mismo: ingresos bajos estimulan la participación en el mercado de trabajo y lo que no ajusta por cantidades no solo ajusta por precios sino que también por bienestar, reduciendo tiempo de ocio y de educación, por ejemplo, según revela un informe de la consultora Ecolatina.
El último tiempo fue testigo de un crecimiento récord de la participación en el mercado de trabajo. La Población Económicamente Activa (PEA), que comprende tanto a las personas que trabajan como a aquellas que buscan un empleo, alcanzó 48,3% en el primer trimestre del año, un valor que, pese a ser elevado, no implicó un aumento del desempleo. Por el contrario, la tasa de desocupación se mantuvo por debajo del 7%, al mismo tiempo que se observó una expansión del empleo: 45% de la población está ocupada, un registro también inédito.
Como se señala habitualmente, esta performance esconde dos factores no tan positivos: los ingresos y la calidad del empleo. En primer lugar, los ingresos de los trabajadores continúan deprimidos, ya que acumulan un retroceso cercano a 20% desde 2017, y continuamente son puestos en jaque con una inflación que no da tregua. Por otro lado, la calidad del empleo aparece también en el centro de la escena: desde 2018 solo uno de cada cuatro empleos creados fue bajo la categoría de asalariados registrados. El resto operan bajo la informalidad o el cuentapropismo.
Un aspecto no siempre tenido en cuenta dentro de la caracterización del empleo es la relevancia del pluriempleo. Así como se sostiene que la caída del poder adquisitivo de los hogares incentiva la inserción al mercado de trabajo de nuevos miembros de la familia, este fenómeno también puede provocar que las personas busquen apuntalar sus ingresos con un empleo adicional. Así, el efecto conocido como “trabajador adicional” -característico de períodos de crisis- subestimaría el impacto total que tiene una merma del poder adquisitivo en el mercado de trabajo.
Utilizando los microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que publica INDEC, encontramos que casi 1,15 millones de personas de la población de referencia (31 aglomerados urbanos) tuvieron más de un empleo en el primer trimestre de 2023 (8,6% de los ocupados).
En el primer trimestre, debido a cuestiones estacionales, el pluriempleo es algo menor al promedio del año. De esta manera, prevemos que a lo largo del año la cantidad de personas con más de un empleo alcance los 1,4 millones (más del 10% de los ocupados), superando los 2 millones si extrapolamos este valor a la población total. Además, el 60% de las personas con pluriempleo son mujeres, y casi la mitad son personas menores a 40 años. Asimismo, uno de cada tres “pluriempleados” corresponde al rango etario entre los 30-40 años. Por otro lado, el 85% de quienes cumplen con esta característica son jefes/as de hogar o sus cónyuges. Así como la inserción al mercado de trabajo tiende a darse en otros miembros de la familia, el pluriempleo cae sobre los principales referentes del hogar.
Un aspecto distintivo del pluriempleo es que, al contrario de lo que ocurre con la informalidad y el cuentapropismo (dos características de la precarización del mercado de trabajo) tiene una distribución más “democrática”: casi la mitad de las personas con más de un empleo se ubica en los tres deciles de ingresos per cápita familiar más altos y solo uno de cada cuatro está en los tres deciles más postergados.
La trayectoria de los últimos años está afectada por la pandemia y las restricciones a la movilidad impuestas en 2020 y parte de 2021 que complicaban las posibilidades de empleo.
Llevando la mirada un poco más atrás se observa un incremento del 25% del pluriempleo desde el inicio de la crisis a comienzos de 2018 -reflejada tanto en el PIB per cápita como en el poder adquisitivo-. Este impacto es más profundo en las mujeres, cuya labor bajo esta modalidad aumentó más de 30% respecto a 2018, y en los jóvenes, que muestran una participación 37% mayor con relación a dicho año.
De este modo, los magros ingresos familiares que impulsaron el efecto trabajador adicional, incrementando notablemente la tasa de actividad y del empleo en estos últimos años, también provocaron un efecto “súper-trabajador”. Este tiene como característica afectar más a las familias de mayores ingresos: los dos deciles más altos exhiben un crecimiento de 22% respecto a 2018, el doble que el conjunto de los cuatros deciles de menores ingresos. Esto puede deberse a que los sectores más acomodados tienen un mayor acceso a un menú más amplio de opciones por mayor nivel educativo, contactos, tiempo de viaje, posibilidad de teletrabajo.
Hay muchos más pluriempleados que desocupados
El pluriempleo no es únicamente una respuesta que sirve para evitar caer bajo la línea de la pobreza o salir de una situación de vulnerabilidad, sino que también tiene que ver con multiplicar los esfuerzos para sostener un determinado nivel de vida.
Es más frecuente encontrar una persona con más de un trabajo que un desempleado.
A inicios de 2018 había un 30% más de desocupados que de pluriempleados, pero esta tendencia se ha ido revirtiendo y en la actualidad los últimos superan un 15% a los primeros: es más frecuente encontrar una persona con más de un trabajo que un desempleado. No se trata de obtener un empleo, sino de mantener o conseguir para sostener determinado nivel de vida.
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