El chavismo se atrinchera ante Trump
Se profundiza el “Estado revolucionario”.
La lógica no es nueva. Desde los tiempos de Hugo Chávez, cada pulso con la oposición ha derivado en un nuevo “giro de tuerca” para consolidar el poder. Esta vez, el oficialismo reduce aún más los márgenes del disenso —con detenciones de dirigentes opositores y mayores controles al debate público— mientras avanza en una reingeniería del Estado. La reciente liberación de 99 presos políticos, presentada como gesto de buena voluntad, aparece más como una maniobra para ganar tiempo que como un cambio de rumbo.
El objetivo estratégico es culminar el diseño del Estado Comunal, concebido por el chavismo como la superación del “modelo burgués” y la instauración de una democracia de “autogestión popular”. En esa arquitectura, las comunas funcionan como células de control territorial y organización económica. Maduro asegura que existen unas 5.300 en proceso de consolidación, ahora reforzadas con presencia militar a través de las Unidades Comunales de Defensa Integral.
La dimensión cívico-militar del proyecto se volvió explícita. El Ministerio de Defensa desplegó armamento antiaéreo en distintos puntos del país y el Partido Socialista Unido de Venezuela resolvió, en una plenaria extraordinaria, pasar a una eventual “fase armada” de la revolución, invocando la doctrina de la “guerra popular prolongada” si se concreta una agresión externa. En cadena nacional, Maduro ordenó acelerar el alistamiento operativo de la administración pública y “estar listos para la defensa nacional en cada fábrica”.
En paralelo, el Ejecutivo lanzó una “constituyente sindical” para reordenar el mundo del trabajo bajo un nuevo marco legal que asegure alineamiento político, y convocó a los movimientos sociales afines a una asamblea en enero con vistas a una Reforma Constitucional. El plan, anunciado a comienzos de 2025, volvió al centro de la escena con la promesa oficial de “perfeccionar la democracia” mediante un modelo participativo.
El mensaje del chavismo es claro: frente a la presión externa y la fragilidad interna, la respuesta será más centralización, más control y una profundización del experimento político que, desde hace 25 años, busca blindarse frente a cualquier alternancia.