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El comienzo de la guerra…comercial
OPINION

El comienzo de la guerra…comercial

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El presidente Donald Trump repartió aranceles por todo el mundo. Resultados económicos inciertos. Finalización del compromiso de Estados Unidos con la libertad y la democracia. China responde con igual moneda más el cerco de Taiwán. Corea del Sur se divide entre demócratas y autoritarios.

Nadie sabe a ciencia cierta que va a ocurrir de ahora en más. Nadie sabe siquiera si se abrirán negociaciones. Ni con quienes. Ni con cuales condiciones. Nadie puede descartar una guerra comercial abierta. Nadie sabe hasta donde puede desembocar una escalada de la guerra comercial.

Sin dudas, en lo inmediato, importan cuestiones concretas. A saber, que ocurrirá con las fábricas, con el personal, con las empresas y las economías de los países afectados. Sobre todo, porque nadie escapa del carácter universal de los nuevos aranceles norteamericanos.

O casi nadie. Ni Rusia, ni Corea del Norte, ni Cuba son alcanzados. Razón: padecen sanciones. Tampoco los vecinos México y Canadá, gracias al tratado de libre comercio entre ambos y los Estados Unidos. Claro que la excepción no es válida para todo. La industria automotriz canadiense o mexicana no se beneficia.

El “castigo” arancelario tampoco es igual para todos. El país más afectado es el Reino de Lesoto, aquel estado africano del que el presidente Donald Trump dijo que “nadie había oído hablar”. ¿Qué exporta Lesoto? Pues, diamantes y… jeans.

Seguramente Trump tampoco habrá oído hablar del Territorio administrado por Australia de las Islas Heard y McDonald. Pero, le impuso un arancel del 10 por ciento. No reparó en que el territorio está deshabitado por completo, no posee actividad alguna y, por ende, no exporta nada.

Más allá de las improvisaciones que desgranan los trumpistas en el poder y más allá de las consecuencias económicas de la recién comenzada guerra comercial, subyacen posibles consecuencias que ponen fin a dos elementos centrales del orden internacional vigente desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial.

En primer término, el compromiso mundial de los Estados Unidos con la libertad y la democracia. En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, el montaje y la vigencia de lo multilateral como contribución para la paz mundial.

Sacudida por la Guerra de Secesión que enfrentó a los estados rurales y esclavistas del sur del país contra los norteños e industrializados del norte, los Estados Unidos permanecieron al margen de los asuntos mundiales.

Neutralidad que acabó ya bien entrada la Primera Guerra Mundial, cuando los Estados Unidos optaron por las democracias del Reino Unido, Francia e Italia frente a los imperios autocráticos de Alemania, Austria-Hungría, Rusia y Turquía.

Al término de la contienda bélica, por intermedio del presidente Thomas Wilson, Estados Unidos introdujo un nuevo concepto político y moral consistente en la “autodeterminación” de los pueblos y la creación de la Sociedad de las Naciones. Pero, fue marcha atrás cuando el Congreso resolvió retornar al aislamiento.

Un período, el del aislamiento que duró hasta la derrota del nazismo en 1945. Por aquel entonces, el gobierno presidido por el demócrata Harry Truman impulsó una nueva política basada en la responsabilidad y el compromiso con la defensa universal de la libertad y la democracia en el mundo.

Era la salida frente al recién terminado orden fascista en Europa y la incipiente amenaza soviética en Europa Oriental y en el denominado Tercer Mundo en vías de descolonización.

Estados Unidos debía ser el país más poderoso. Económicamente, políticamente y militarmente. Para ello debía abandonar el aislamiento. Y desarrollar relaciones -con excesos de intromisión, inclusive- por todo el planeta.

En dicho desarrollo, incluyó la creación de organismos multilaterales. Naciones Unidas, Fondo Monetario Internacional, Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento y otros.

Toda esa construcción, de casi ocho décadas de duración, fue liquidada en 45 días por un Donald Trump apoyado ciegamente por el Partido Republicano. La obra cumbre de esa liquidación es el arancelamiento de casi todas las exportaciones de todo el mundo a los Estados Unidos.

Con esa generalización no se diferencian amigos de enemigos. Da lo mismo estado de derecho que lo contrario. Finalizó la defensa de los aliados. En fin, la fuerza sustituyó a la ley.

Ahora, guerra. Por ahora, comercial.

China

La respuesta china no se hizo esperar: arancel del 34 por ciento sobre las importaciones provenientes de Estados Unidos. Guarismo similar al impuesto por Trump. Entrará en vigor el 10 de abril, un día después de la estadounidense. ¿Tiempo para negociar?

La economía china no funciona bien. Hace casi un lustro que se debate en medio de una crisis inmobiliaria. Los aranceles de Trump suman una dificultad de

envergadura. La balanza comercial muy favorable a China frente a Estados Unidos -proporción de casi tres a uno- disminuirá de volumen.

Ahora bien, si la economía no vislumbra salir airosa de la guerra arancelaria, una respuesta más peligrosa y de pronóstico reservado es Taiwán. Acaban de concluir ejercicios militares de barcos y aviones chinos alrededor de los espacios aéreos y marítimos de la isla.

El régimen del Partido Comunista chino entiende la independencia de Taiwán como una secesión ilegal. Como era de esperar, no se basa en el derecho, sino en la fuerza. Reclamo por algo que nunca le perteneció.

Tras décadas de ocupación japonesa hasta 1945, la isla pasó a manos de la República China como potencia vencedora de la Segunda Guerra Mundial. Tras la guerra civil, la República China quedó reducida a la isla de Taiwán, mientras el territorio continental pasó a ser la República Popular Democrática de China.

En síntesis, China para los comunistas, Taiwán para los nacionalistas. Solo que los comunistas chinos no aceptan y dudan en como conquistar Taiwán. Si por la fuerza o no.

El nuevo comportamiento de la administración norteamericana de un mundo dividido en zonas de influencia entre los más fuertes da alas a los partidarios de una solución militar. Así debe comprenderse el ejercicio reciente. Así debe ser observada la compra masiva de lanchones para desembarco de tropas y equipo.

Corea del Sur

Los jueces de la Corte Constitucional de la República de Corea (Surcorea) validaron la destitución del ahora expresidente Yoon Suk Yeol. Por unanimidad, los ocho miembros del tribunal convalidaron la decisión similar de la Asamblea Nacional.

Motivos de la destitución fueron la declaración de la ley marcial, el despliegue de tropas en la Asamblea Nacional y en la Comisión Nacional Electoral y la tentativa de arrestos de parlamentarios y de magistrados.

En otras palabras, un autogolpe de Estado. Una derivación hacia una Corea del Sur autoritaria que se pensaba superada desde 1987 con la implantación de la democracia.

¿La política pro fuerza del presidente Trump puede haber influido en los acontecimientos de Corea? A primera vista, no parece. La declaración de ley marcial fue sancionada por el expresidente Yoon el 03 diciembre de 2024. Más de un mes antes del inicio del gobierno del norteamericano.

No obstante. El avance del campo iliberal en el mundo parece alentar a los cultores de un populismo-nacionalismo. Hoy, la sociedad surcoreana se presenta dividida. Una encuesta sobre la destitución de Yoon lo deja en claro.

Allí, el 57 por ciento se expresa a favor de la destitución de Yoon, pero el 35 por ciento se opone. En otras palabras, algo más de un tercio de la población reniega de la democracia liberal. Un porcentaje similar al que se verifica en los avances de la extrema derecha europea.

La Constitución surcoreana establece que, tras la destitución firme, un nuevo presidente debe ser elegido en un plazo de sesenta días. En rigor, se tratará de optar entre estado de derecho o autoritarismo. Ley o fuerza.

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