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Apoyo incondicional de Trump a Netanyahu
MEDIO ORIENTE

Apoyo incondicional de Trump a Netanyahu

Solo la teocracia shiíta iraní a través de los hutíes yemenitas esboza alguna respuesta militar a la guerra total declarada por el gobierno israelí en la Franja de Gaza. Operaciones israelíes en Cisjordania, Líbano y Siria. La integración de los irregulares kurdos en Siria. Y el encarcelamiento de opositores en Turquía.

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Fue el pasado 18 de marzo. Ese día, el gobierno israelí decidió concluir la guerra en la Franja de Gaza con un triunfo militar completo sobre el Hamas y la Djihad Islámica, las organizaciones paramilitares palestinas que operan desde la citada zona.

Sin dudas, para iniciar la guerra total desencadenada, el gobierno israelí contó con el acuerdo de los Estados Unidos. Desde siempre, la alianza entre Israel y los Estados Unidos estuvo vigente. Pero dicha vigencia era, a la vez, apoyo y freno para las ambiciones de la extrema derecha israelí.

Ese apoyo con freno vigente hasta el último día del gobierno del presidente Joe Biden acabó abruptamente con el ascenso de la administración del presidente Donald Trump.

Desde lo teórico implica, una vez más como todo últimamente, la prelación de la fuerza por sobre el derecho y la relativización del valor derechos humanos.

Desde la realidad, dichos conceptos se traducen por la destrucción total de las viviendas y de la infraestructura en Gaza. El todo acompañado de la muerte de civiles no combatientes como producto de bombardeos e incursiones terrestres de la Fuerzas Armadas israelíes.

Nadie puede, ni debe, olvidar la incursión terrorista protagonizada por el Hamas y la Djihad Islámica sobre territorio israelí del 07 de octubre de 2023. Civiles muertos y civiles secuestrados otorgan margen para operaciones de rescate y, hasta cierto límite, de venganza sobre las organizaciones terroristas.

No así sobre el conjunto de la población palestina de Gaza. La guerra total desencadenada no tiene por objetivo la liberación de los rehenes israelíes restantes. En todo caso se trata de un objetivo secundario.

Desde lo estrictamente político, sin considerar cuestiones morales, los resultados de la incursión del Hamas parecen encaminados a un fracaso resonante. No solo no impidieron las consecuencias, sino que sirvieron como justificativo para la desproporción de la respuesta israelí.

En el plano de los derechos humanos, no resiste análisis la muerte de más de 50 mil gazatíes. Cierto es que dichas cifras son las suministradas por un ministerio de la salud de Gaza que responde al Hamas y, por tanto, su credibilidad es relativa.

No obstante, la visible destrucción de Gaza -supera el 60 por ciento de la infraestructura y las viviendas- posibilita contabilizar hipótesis de miles de muertos y heridos.

¿Es un genocidio? ¿Una limpieza étnica? Más allá del título que cuadre, cierto es que parece responder al deseo del presidente Tump, respaldado por el gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu, de hacer de Gaza una “Riviera” del Mediterráneo Oriental.

Cierto es que Trump morigeró su eventual “expulsión” de los palestinos de Gaza. Ahora dice que quienes quieran permanecer en Gaza, podrán hacerlo. Con un rasgo de extrema generosidad permitirá a los palestinos que habiten sus casas o cuanto queda de ellas.

¿Qué es lo que planea en el aire? Pues la anexión lisa y llana de la Franja al territorio del Estado de Israel, con un vacío poblacional y un gran negocio inmobiliario en manos del millonario Donald Trump.

¿Está vencido el Hamas? No, de momento, como lo prueba el lanzamiento de algunos cohetes desde Gaza a territorio israelí. Pero, parece tener los días contados, aún si accede a devolver la totalidad de los rehenes, inclusive los fallecidos.

Mundo árabe

Gaza no parece preocupar en demasía al mundo árabe. Nadie reclama airadamente. Nadie parece dispuesto a actuar militarmente. Los vínculos entre Hamás y la teocracia shiíta que gobierna Irán resultan motivo suficiente para la indiferencia de los árabes sunitas con Arabia Saudita a la cabeza.

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Solo los hutíes que gobiernan parte del Yemen aparecen como solidarios con el Hamas. Con total sin sentido de la desproporción, atacan con misiles no solo los barcos que navegan por el Mar Rojo con destino a Israel, sino a naves de guerra de Estados Unidos y al lejano territorio israelí.

La respuesta del presidente Trump no se hizo esperar. Ataques aéreos contra la capital yemenita, Saná, iniciaron una nueva cuenta de muertos en Medio Oriente. Trump fue más allá. Desde lo político responsabilizó a Irán por el comportamiento de los hutíes.

¿Cuál es el objetivo final del gobierno israelí? El “Gran Israel” que comprende, en lenguaje bíblico, a Judea y Samaria. En lenguaje actual, Cisjordania. Colonos y Ejército conforman las herramientas para la expulsión de palestinos y la ocupación del territorio.

La gran carta para el futuro hecho consumado es, una vez más, Trump. Pero Trump es imprevisible. Más vale “forzar” las cosas mediante el accionar militar y conseguir un margen mayor de negociación.

De allí que el gobierno Netanyahu abra o mantenga abiertos varios frentes a la vez. A Gaza y a Cisjordania se debe sumar el Líbano y Siria. Si para ello, hay que violar acuerdos, se violan y listo. Así, Israel decidió mantener sus tropas en el sur del Líbano y ocupar territorio sirio en la meseta del Golán.

Si la anexión de Cisjordania resulta el objetivo principal de política interior, Irán y su construcción de una fuerza nuclear son el objetivo en política exterior. Con la teocracia de los ayatolas es imposible imaginar un Medio Oriente estable.

Nadie sabe a ciencia cierta cual es el poderío nuclear de Israel, ni cuanto tiempo resta aún para que Irán alcance la proporción de uranio enriquecido necesaria para la construcción de una fuerza nuclear autosuficiente. Pero casi como un desliz por una pendiente, todo confluye para una guerra de proporciones.

Siria y Turquía

Al costado del conflicto de fondo medio oriental confluyen situaciones coyunturales que deben resolverse. Una de ellas es la fragilidad y, a la vez, la imprescindible necesidad de la reconstrucción de un país desbastado por trece años de guerra civil: Siria

El jefe guerrillero exitoso autoproclamado presidente de la transición Ahmed al-Charaa, pretende -no sin razón- unificar casi una decena de grupos armados en el nuevo Ejército Nacional. Todos dijeron que sí. Faltaron los kurdos, cuyas fuerzas militares ocupan parte de la frontera norte del país, vecina con Turquía.

Al-Charaa los convocó aparte y les ofreció un trato que, a grandes rasgos significa integración en el Estado sirio a cambio de autonomía regional. Y los kurdos dieron su acuerdo.

Para el nuevo gobierno sirio y para las autoridades kurdas, el acuerdo representa un freno para las pretensiones turcas de desplazar a los kurdos de la frontera sirio-turca. Más aún cuando el encarcelado jefe del PKK, el partido independentista del Kurdistán turco dio por finalizada la lucha armada.

Todo un problema para el autoritario presidente turco Recep Tayyip Erdogan, quien siempre estuvo cómodo con apresar a sus enemigos políticos. En particular, aquellos que estaban en condiciones de ganarle elecciones, sean nacionales, regionales o locales.

Con la cuestión kurda neutralizada por el momento, Erdogan cambió de mira. Justicia adepta mediante encarceló a Ekrem Imamoglu, el popular alcalde socialdemócrata de Estambul, y por sobre todo, el muy posible vencedor de las elecciones presidenciales de 2028, según las encuestas

Erdogan fue y es un adepto adelantado y avanzado del “iliberalismo” que recorre buena parte del mundo. Consiste básicamente en un sí a la democracia electoral, pero con manipulaciones previas y posteriores que incluyen desde apresamiento de opositores hasta falsedad de mensajes posteados en las redes.

Es decir, el todo vale para mantenerse al tope del Estado.

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