El Gobierno francés superó ayer dos votaciones en la Asamblea Nacional destinada a bloquear una polémica reforma para elevar la edad jubilatoria a 64 años, que quedó automáticamente adoptada tras su reciente aprobación por decreto por el presidente Emmanuel Macron. Las votaciones constituyen un triunfo para Macron, pero quizás a un costo muy alto para un presidente acusado de autoritario por sus críticos y al que aún le falta la mayor parte de su segundo mandato, y que aspira a otras reformas pese a no tener control absoluto del Parlamento.
La reforma jubilatoria es rechazada por la mayor parte de la opinión pública francesa, según sondeos, y ha suscitado masivas protestas y al menos 9 huelgas generales en Francia desde mediados de enero.
Toneladas de basura acumuladas en las calles de París por un paro de recolectores se han convertido en uno de los símbolos del rechazo a la reforma, que según el Gobierno es necesaria para evitar una quiebra del sistema previsional en medio de una creciente expectativa de vida.
Macron la aprobó por decreto la semana pasada, tras su media sanción en el Senado, ante el temor a su rechazo en la Asamblea Nacional, donde la votación se evitó gracias a que la primera ministra Élisabeth Borne invocó un artículo constitucional que da al presidente tal potestad.
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