El incidente entre dos cazas rusos y un dron estadounidense en el mar Negro, a escasa distancia del campo de batalla en Ucrania, disparó la tensión entre Rusia y EE.UU., que abrieron una carrera contrarreloj para ver quién recupera los restos del aparato. El incidente tuvo lugar cerca de la anexionada península ucraniana de Crimea, donde el Kremlin ve con malos ojos la presencia de la Otan, sean buques de guerra o aparatos de inteligencia.
"Lo más importante, creo, es que los aviones y buques estadounidenses no tienen nada que hacer junto a la fronteras de la Federación Rusa", aseguró Anatoli Antonov, embajador ruso en Washington y antiguo viceministro de Defensa. Ucrania, por su parte, dijo que el incidente, que terminó con la caída al mar del dron estadounidense, es una señal que el Kremlin está dispuesto a "expandir" a otras partes el conflicto iniciado en febrero de 2022 con la invasión rusa de su territorio.
El director del Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia, Serguei Narishkin, denunció que EE.UU. "emplea muy activamente todos los medios de espionaje, tanto espaciales como visuales y de radiointeligencia". Narishkin explicó que su país conoce al detalle "qué objetivos tienen los americanos con sus actividades de inteligencia e intentamos identificar aquellas instalaciones y territorios que tienen mayor interés para ellos".
El ministerio de Defensa ruso esgrimió que sus cazas no derribaron al MQ-9, aunque Washington insiste en que el martes uno de los dos Su-27 rusos que escoltaron a su aparato golpeó su hélice, por lo que éste se precipitó en aguas internacionales del mar Negro. Pese a esto, Moscú admitió que su principal argumento es que el dron penetró en un espacio aéreo de acceso prohibido hasta que el Ejército ruso concluya la conocida como "operación militar especial" en Ucrania.
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