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Hugo Silveira, el escritor que se apasionó con la historia de Los Pildain
SU PRIMERA EDICIÓN SE AGOTÓ RÁPIDAMENTE

Hugo Silveira, el escritor que se apasionó con la historia de Los Pildain

Con el apoyo del Municipio de Rojas, el historiador publicó un libro donde relata la historia de una familia muy conocida en la zona por sus locuras y su postura anti social. Así, cuenta el trágico final de todos sus integrantes sumergidos en un pacto suicida.

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En el mes de junio, el historiador rojense Hugo Silveira publicó “Los Pildain, una historia de ilusiones, fracasos, locura y tragedia”, donde relata lo sucedido con una familia vasca que se instaló en Rojas en la primera mitad del Siglo XX.

Durante varios meses, el escritor recopiló información e imágenes históricas de la familia que tuvo un desenlace trágico, tras la muerte de todos sus integrantes producto de “un pacto suicida”. El hecho que conmovió a todo el país, quedó plasmado en este libro que, con apoyo del Municipio, Silveira logró imprimir. “El libro es de distribución gratuita y la primera edición se agotó en menos de una semana. Debido al éxito vamos a hacer una reedición, ya tengo anotados a todos los que quieren un ejemplar”, relató Hugo. 

En cuanto a su interés por la historia de esta familia, Silveira contó que “en Rojas existe un refrán, que ya se va perdiendo con las nuevas generaciones, que es: ´estás más loco que Los Pildain´. Eso fue algo muy escuchado en mi adolescencia, y siempre quedó en mi memoria”.

Y agregó, “cuando empiezan a aparecer mis primeros trabajos como escritor, se acercó una señora y me dice que tiene el recorte de una publicación de 1945 hecha por la policía de Pergamino donde aparece el relato oficial sobre la historia de Los Pildain. Puso ese material a disposición y entonces comencé a investigar”. 

Hugo expresó que tuvo que hacer un “arduo trabajo”, ya que tuvo que reconstruir toda la historia familiar desde el nacimiento de sus padres en el País Vasco hasta el trágico final. “Empecé a rescatar información gracias a la colaboración de gente. Amé la historia con aportes del registro civil, informaciones de viejos vecinos, relatos y recortes de diarios”, contó. 

Así, en el comienzo de su libro, Silveira escribe: “Historiar un hecho, historiar un drama donde todo es un complejo, no resulta fácil. Tratándose de anormales, donde se ha carecido de testigos, todo debe basarse en simples conjeturas, que llegan a tener un viso de seriedad por un sinnúmero de circunstancias: inspección policial, reconocimiento de los cadáveres, peritaje de armas, etc., pero con todo puede llegarse, empero, a una conclusión: forma en que se produjeron los hechos”.

La historia de la familia Pildain

La historia de esta familia comienza en la provincia de Guipúzcoa, Euskal Herría o País Vasco.  En 1861, hijo de Joaquín Pildain y de Francisca Narvaiza, nace Aniceto Pildain Narvaiza. Y el 20 de marzo de 1868, hija de Antonio Aguirrezábal y de Josefa Aguirre, nace Benita Aguirrezábal Aguirre.

Pertenecientes a familias de la vecindad, forman su hogar en 1894 e inician una vida de trabajo honesto, que se vio alegrada con el nacimiento de sus tres hijos, Ángel (1895), Luis (6 de agosto de 1900) y Justo (1905). La sumatoria de esfuerzos y de buena suerte, hace que logren una sólida posición económica.

Sin embargo, los conflictos en Europa, reflejados en lo que se conoce como Primera guerra mundial (1914-1918), los impulsaron a dejar su terruño natal y, con sus ahorros, emprendieron viaje para “hacerse la América”, como se decía por entonces.

Se embarcaron y arribaron al puerto de Buenos Aires en noviembre de 1918. Se dirigen hacia Pergamino, donde los esperaban sus primos Isidro y Gregorio Esteban Irizar. Con entusiasmo inician allí una “nueva vida”. 

El 1° de abril de 1932 logran arrendar una chacra en el Partido de Rojas, en la zona de la Colonia “La Caldera”. Instalados en el lugar, pusieron mucho empeño en llevar adelante su nuevo emprendimiento. Sin embargo, las cosas no anduvieron bien. Según testimonios de antiguos pobladores, era una familia de costumbres “raras”.

Prácticamente no se vinculaban con sus vecinos y mucho menos aceptaban consejos o sugerencias sobre temas relacionados con la producción o su comercialización. Eran muy retraídos, casi no tenían roce social. Además, lamentablemente no logran administrar bien su economía y pierden casi todo. 

El fallecimiento de don Aniceto

El 3 de enero de 1939, víctima de una conmoción cerebral, don Aniceto fallece a la edad de 77 años. Fue un tremendo golpe para toda la familia. Luis tomó el mando y, en el marco de su habitual retracción, la vida continuó, con las actividades cotidianas. Pero los problemas económicos seguían y cuando la Policía quería entregarles alguna notificación, ellos se atrincheraban, los amenazaban y, a veces, efectuaban disparos al aire con revólveres. 

Comienza el drama final

Por junio de 1945, decidieron “romper relaciones con el mundo”. Izaron una bandera roja sobre la vivienda y munidos de pistolas, revólveres, escopetas, escudos y gran cantidad de balas, produjeron varios ataques a ocasionales pasantes.

La Policía adoptó una serie de medidas de prevención. Hasta que decidió detenerlos, pero fue puesto sobre aviso que los “locos” tenían consigo todo un arsenal incluyendo armas. Entonces, esperó y tras un lapso prudencial, una nueva guardia policial se hizo presente en el domicilio. Fueron recibidos con varios disparos efectuados desde el interior de la casa.

Frente a esa situación y para evitar derramamientos de sangre, la comisaría local solicitó ayuda a una compañía de La Plata, que usaba gases lacrimógenos. El sábado 4 a las 7 de la mañana, los efectivos se hicieron presentes en el lugar. Se interrumpió cuando fueron arrojadas varias bombas, una tras otra. Luego, el propio comisario, utilizando un altavoz, los conminó a salir. Insistió en varias oportunidades.

Solo el silencio ofició de respuesta. Entonces dio la orden de ingresar a la vivienda. Las fuerzas policiales forzaron la puerta y accedieron. El cuadro que encontraron no podía ser más horrible. Sobre las tres camas que había en la primera habitación, yacían los cadáveres de tres de los protagonistas del drama.

Entrando, a la derecha, estaba el cuerpo sin vida de Ángel. A la izquierda, aún con la pistola homicida entre sus manos, el de Justo. Frente a él yacía su madre y en la otra habitación, sobre su cama, yacía Luis.

Frente a la puerta, un cartel escrito con tiza blanca, sobre rústica madera, pone en evidencia el deliberado propósito que tenían los Pildain, de terminar sus vidas en forma dramática. El cartel decía textualmente: “Dejen de echar gases benenosos si no el dolor será grande”.
 

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