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Francisco Torrecilla, un crimen impune: a 26 años de uno de los homicidios más recordados de Pergamino
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Francisco Torrecilla, un crimen impune: a 26 años de uno de los homicidios más recordados de Pergamino

El esclarecimiento de la muerte del pergaminense sigue siendo una deuda pendiente de la policía y la justicia.

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El viernes 24 de enero de 1997, Pergamino y ciudades de la Región se conmovieron por el crimen de Francisco “Pancho” Torrecilla, ya que nunca se había registrado una crónica policial de estas características. Los primeros minutos de aquel trágico día comenzaban a correr y cerca de las 0.30 el reloj de la confitería “El Sol” se detuvo con la vida de Torrecilla.

Un Fiat bordó frenó a tres metros de una mesa que era compartida por Torrecilla y Faustino Paz (su mano derecha). El vehículo quedó en marcha, se bajaron dos individuos que, sin mediar palabras, dispararon a mansalva con un revólver calibre 38 y una pistola 9 milímetros con balas encamisadas.

El asesino disparó caminando, mostrando un profesionalismo pocas veces visto. La víctima, recibió dos disparos en su cuerpo. Uno ingresó en la zona inguinal y en su trayectoria traspasó las vértebras lumbares. El segundo fue a quemarropa y explotó debajo de la axila perforando en su camino la vena aorta, rompió la décima vértebra lumbar y se alojó en el hemitórax derecho. Faustino Paz, sólo recibió un disparo en su pierna derecha.

La sangre fría del homicida, en medio de una calle muy concurrida, sólo necesitó de dos balas para matar a una persona. Y para camuflar el hecho, el segundo malviviente disparó al aire para distraer a los transeúntes y, de esta forma, atemorizarlos y paralizarlos.

  • Tapa de Diario La Opinión de Pergamino del sábado 25 de enero de 1997.

Pasan los años y el hecho no se borra

A 26 años del crimen, aún resuena lo dicho en su momento por Héctor Enrique Penini, comisario mayor de la vieja Región VII de San Nicolás: “El homicidio nos ha llamado la atención debido a sus características”. Torrecilla era ampliamente conocido porque siembre se lo veía en bares y recorriendo diferentes barrios.

Meses más tarde, llegaban nuevas pistas en una carta anónima que, según dijeron los investigadores, podría esclarecer el hecho, pero nunca se supo las conclusiones a los que llegó la pesquisa. 

Hasta se dijo que el anónimo provenía de Rojas y que podría haber sido escrito por policías. Las versiones extraoficiales hablaban sobre datos precisos, presuntos homicidas y monto pagado para realizar la ejecución. Pero la verdad nunca llegó.

Las hipótesis fueron muchas. Posibles vinculaciones con el juego clandestino, una guerra entre mafias y muchas otras historias tomaron forma por la falta de información oficial. La idea que los asesinos y planificadores fueron los protagonistas de una trama siniestra fue creciendo.

Días después del homicidio se encontraron pruebas en un arroyo de la zona que dejaba entrever que el crimen había sido organizado y planificado con mucho tiempo. 

Debajo de un puente que cruza el cauce del arroyo “Botija” camino a Bigand, personal de la Comisaría Primera de Pergamino, encontró un auto Fiat Uno color bordo oscuro. La patente del auto había sido cambiada, ya que el modelo sería 1994 y correspondía a un vehículo comercializado en 1980. El auto fue utilizado para movilizar a los asesinos del pergaminense, según contó El Faro.

Los pedidos de secuestro del automóvil determinaron que el auto utilizado había sido robado el 30 de diciembre de l996, en la localidad de Tres de Febrero, ubicada en el conurbano bonaerense.

El escenario del robo del Fiat y su utilización en Pergamino para asesinar a Torrecilla, estaban separados por 200 kilómetros y veinticuatro días en el tiempo.

Hipótesis y más hipótesis

La versión de una organización que actúo por encargo desde San Nicolás fue tomando fuerza en los primeros días. También en un cauce de agua se buscó las ganzúas que habrían servido para “levantar” el vehículo.

Con casi un mes de anticipación, los asesinos podrían haber planeado el hecho. El primer problema de los delincuentes era conseguir un auto para actuar y luego abandonarlo sin dejar rastros. 

Los miembros del comando se movilizaron casi hasta la Capital Federal para conseguirlo. Los peritos no pudieron levantar huellas digitales del habitáculo. Los delincuentes limpiaron el interior minuciosamente sus huellas digitales.

Los datos llevan a pensar que debió haber una organización de entre seis y ocho personas detrás del atentado. Lo notable es que la policía no logró filtraciones en un submundo muy particular y luego de semejante hecho de violencia debió sacudirse.

Dónde estaban las armas

Aquel año acontecieron algunos hechos que fueron relacionados con la muerte de Torrecilla. Hubo varios allanamientos en Pergamino, Las Flores y otras localidades, debido al intento de asalto a la penitenciaría de Junín, donde fueron detenidas 11 personas y se secuestraron armas de guerra.

Las primeras versiones señalaban que el arma asesina podía estar entre las secuestradas. Pero el propio comisario Oscar Méndez, luego de las respectivas pericias, declaró que los rumores no tenían fundamentos.

Amigos de Torrecilla también sufrieron ataques

El lunes 5 de mayo del mismo año sucedió otro ilícito que se relacionó con el homicidio de Torrecillas. Un quiosco, ubicado en Vicente López al 700, propiedad de Faustino Paz y una vivienda habitada por Daniel Rimoli, fue atacada a balazos. 

Desconocidos dispararon varias veces contra el frente de la vivienda destruyendo las vidrieras del quiosco. A la misma hora, pero en la calle Alberdi al 600, Daniel Rimoli, había denunciado que personas con antorchas incendiaron un quincho de paja ubicado al costado de la casa familiar. Ambos denunciantes eran amigos de Pancho Torrecilla.

En 1997 León Arslanian llevó adelante una reforma judicial que hizo que el expediente gire para investigar a la entonces Brigada de Banfield, pero nunca volvió a tomar contacto con el expediente y el crimen quedó impune.

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