Un equipo de paleontólogos argentinos descubrió en la precordillera riojana de los Andes el esqueleto casi completo —y prácticamente articulado— de uno de los dinosaurios más antiguos conocidos. El hallazgo, realizado en el centro oeste de la provincia de La Rioja, corresponde a una nueva especie que vivió hace aproximadamente 230 millones de años y promete aportar claves decisivas para comprender la evolución temprana de estos animales.
La especie fue bautizada Huayracursor jaguensis, en referencia al viento (“huayra”) y a su cercanía con el pequeño pueblo de Jagüé. Se trata de un ancestro primitivo de los grandes dinosaurios de cuello largo que dominarían el Jurásico y el Cretácico. El estudio fue publicado en la prestigiosa revista Nature.
Un hallazgo en altura y en una cuenca inexplorada
El fósil apareció en la Quebrada Santo Domingo, en el departamento Vinchina, una región de altura castigada por vientos intensos y temperaturas extremas. Aunque se trata de un área con gran riqueza geológica, hasta ahora se la consideraba una cuenca prácticamente inexplorada desde el punto de vista paleontológico.
Durante décadas, la mayor parte de los fósiles triásicos sudamericanos se concentraron en la cuenca Ischigualasto–Villa Unión, entre San Juan y La Rioja, y en el sur de Brasil. Este nuevo descubrimiento amplía ese mapa y sugiere que la historia evolutiva de los dinosaurios en Sudamérica fue más diversa de lo que se creía.

“Cuando encontrás algo así, la alegría del hallazgo viene acompañada de la conciencia inmediata de todo el trabajo que se abre por delante”, resume el paleontólogo Jeremías Taborda, investigador de la Universidad Nacional de Córdoba.
Del primer hueso al esqueleto casi completo
Las primeras campañas en la zona comenzaron en 2015. Un año más tarde aparecieron los primeros restos triásicos y, en marzo de 2018, surgió la señal decisiva: pequeñas falanges de un pie de dinosaurio. A partir de ese indicio, el equipo pudo seguir el rastro hasta dar con un esqueleto notablemente conservado.
Se recuperaron partes del cráneo, la columna vertebral casi completa hasta la cola, las extremidades anteriores y posteriores y la cadera. Para su extracción se utilizó la técnica del “bochón”, que permite trasladar el bloque de roca entero al laboratorio. Incluso fue analizado con tomografía en un hospital, lo que confirmó que el animal había quedado fosilizado en posición anatómica, tal como murió.
Un dinosaurio pequeño, pero grande para su época
Huayracursor medía alrededor de dos metros de largo y pesaba entre 18 y 20 kilos. Aunque pequeño según la imagen popular de los dinosaurios, era uno de los ejemplares de mayor tamaño de su tiempo. Su cuello relativamente más largo y su contextura aportan información clave sobre cómo comenzaron a diferenciarse los linajes que luego darían origen a los gigantes saurópodos.
Además del valor biológico, el hallazgo permitió identificar que los terrenos triásicos del norte de la precordillera riojana pertenecen a una cuenca sedimentaria que evolucionó de forma independiente de otras regiones sudamericanas, lo que abre nuevas перспективas de exploración en plena cordillera de los Andes.
Ciencia, patrimonio y desarrollo local
El fósil se conserva actualmente en el Centro Regional de Investigaciones Científicas y Transferencia Tecnológica de La Rioja (Crilar), en Anillaco. Como establece la ley argentina, los fósiles son patrimonio de la provincia donde se encuentran.
Para los investigadores, el impacto del descubrimiento va más allá del ámbito científico. En La Rioja se impulsa la creación de un corredor turístico-cultural conocido como “la ruta de los dinosaurios”, que busca poner en valor estos sitios y generar oportunidades de desarrollo sostenible para pequeñas comunidades del interior.
Así, desde una quebrada barrida por el viento, Huayracursor jaguensis no solo suma una pieza clave al rompecabezas de la evolución de los dinosaurios, sino que también abre una nueva ventana al pasado profundo de la región y a su futuro cultural y turístico.
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