Hay pueblos en la provincia de Buenos Aires donde el tiempo parece haberse detenido. Lejos del turismo masivo, algunas localidades bonaerenses sorprenden con propuestas
auténticas: caminatas por senderos de campo, sabores criollos, arquitectura con historia y una hospitalidad que reconforta.
Son destinos ideales para escapadas de fin de semana, donde el contacto con la naturaleza y las tradiciones ofrece una experiencia tan simple como inolvidable.
Ubicado en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, Bellocq combina historia, turismo rural y paisajes tranquilos. Con menos de mil habitantes, este pueblo invita a disfrutar de su gastronomía criolla, arquitectura centenaria y producción de manzanilla. Un rincón auténtico que se vuelve cada vez más elegido para escapadas de fin de semana.
En Puan, el gobierno de Axel Kicillof construyó el nuevo centro universitario, que cuenta con dos aulas dotadas de mobiliario y equipamiento tecnológico, baños adaptados y espacios para la administración. Allí se cursarán las diplomaturas en Tecnología Agropecuaria (Universidad Tecnológica Nacional) y en Producción Lechera (Universidad Nacional de Lomas de Zamora). El flamante espacio educativo es el número 37 que la Provincia puso en funcionamiento en distritos del interior bonaerense.

Un pueblo detenido en el tiempo, cada vez más elegido como escapada rural
En el corazón del sudoeste bonaerense, entre campos infinitos y cielos despejados, Bellocq se afirma como una joya del turismo rural. Su encanto no reside en grandes infraestructuras, sino en su identidad conservada, su gente amable y un entorno donde el tiempo parece haberse detenido.
Orígenes ferroviarios y alma comunitaria
La historia de Bellocq está ligada al desarrollo ferroviario. Aunque la localidad fue fundada el 8 de diciembre de 1912 gracias a la donación de tierras por parte de María Larramendy de Bellocq, fue con la llegada del ramal Orense–Copetonas en 1929 que se consolidó como pueblo.
El trazado típico de los pueblos ferroviarios aún se aprecia en sus diagonales arboladas y en la antigua estación de tren, hoy convertida en jardín de infantes.

Un patrimonio religioso con sello francés
La iglesia Inmaculada Concepción, construida en 1914 por monjes benedictinos, se destaca como ícono arquitectónico y espiritual. Sus vitrales franceses, obra del artista Henri Gesta, y
su mobiliario centenario hacen de este templo un punto obligado para quienes visitan Bellocq.
Sabores locales y aromas de manzanilla
Uno de los pilares de la vida en Bellocq es su gastronomía: cantinas y patios ofrecen desde empanadas y carnes hasta dulces caseros como el lemon pie y las tartas de frutilla. Pero sin
dudas, la manzanilla se volvió un símbolo: su cultivo en la zona aporta aroma y valor agregado a la economía local.
Historia viva en sus almacenes
El Almacén de Ramos Generales Casa Chedrrese, abierto en 1917, funciona como cápsula del tiempo. Su historia refleja las costumbres de una época donde el crédito se otorgaba con un apretón de manos y el prestigio del comprador.

Naturaleza y tranquilidad al alcance
Rodeado de caminos rurales y a solo 20 km del mar, Bellocq propone caminatas, cicloturismo y observación del cielo nocturno. El Hospedaje San Benito, en la antigua abadía, ofrece alojamiento con un entorno espiritual único.
Un destino auténtico para desconectar
Bellocq es más que un lugar para visitar: es una experiencia para vivir. Entre vitrales centenarios, calles de arena, cantinas criollas y cultivos de manzanilla, este pueblo representa una escapada distinta, donde el pasado y el presente se abrazan en cada esquina.
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