“Tengo 80 años y me resistí a hacer terapia por prejuicios. Pero desde que comencé, aunque tardé en encontrar el profesional con el que me sentí más a gusto, pude sentir alivio en mis dolores más profundos. Hay duelos que, de este modo, encontraron un cause y hoy puedo referirlos sin apenarme como antes”, relató Irma, una vecina platense de Barrio Norte que, tras enviudar, tuvo varios entredichos con sus hijos que le recomendaron hacer terapia.
“Tengo amigos que no van al psicólogo porque dicen encontrar su terapia en el ocio o en las reuniones sociales, como puede ser un asado. Pero ya no todas las personas están dispuestas para escuchar al otro, por lo que en otras sociedades más psicoanalizadas se nota más rápido cuando alguien no va a terapia.
‘Psicoanalizate, hermano’, fue lo último que me dijo una chica con la que hice match en Tinder y, desde ahí, sigo atendiéndome con una experta en terapia cognitivo-conductual”, comentó Martín, un veinteañero que, tras varias relaciones truncas, pudo tratar sus traumas en el consultorio. Como ellos dos, existen tantas otras historias que nutren el debate sobre por qué se vuelve cada vez más necesario hacer terapia.
La necesidad de hacer terapia y acudir al psicólogo se ha convertido en un tema cada vez más relevante en nuestra sociedad contemporánea. En una época marcada por el estrés, la ansiedad y los desafíos personales, la terapia ofrece un espacio seguro y confidencial donde las personas pueden explorar sus pensamientos, emociones y comportamientos. La terapia no es solo para quienes enfrentan problemas graves; también puede ser una herramienta invaluable para aquellos que buscan una mayor comprensión de sí mismos y una mejora en su bienestar general.
Existen varios tipos de procesos terapéuticos y analíticos en la psicología, cada uno con sus enfoques y técnicas específicas. La terapia cognitivo-conductual, por ejemplo, se centra en identificar y cambiar patrones de pensamiento y comportamiento negativos. Los terapeutas cognitivo-conductuales trabajan con sus pacientes para desarrollar estrategias prácticas que puedan ayudarles a manejar problemas específicos, como la depresión y la ansiedad. Este tipo de terapia es conocida por ser estructurada y orientada a objetivos, con sesiones que suelen ser breves y enfocadas en soluciones.
Por otro lado, la terapia psicodinámica se basa en la teoría de que los problemas actuales de una persona están profundamente influenciados por experiencias y conflictos inconscientes del pasado. Este enfoque terapéutico se centra en ayudar a los pacientes a entender cómo sus experiencias pasadas afectan su comportamiento y emociones actuales. A través de la exploración de estos recuerdos y sentimientos reprimidos, los pacientes pueden ganar una mayor comprensión de sí mismos y desarrollar formas más saludables de relacionarse con el mundo.
La terapia humanista, por su parte, pone un fuerte énfasis en la capacidad inherente de cada individuo para alcanzar su máximo potencial. Los terapeutas humanistas creen que cada persona tiene una tendencia natural hacia el crecimiento y el desarrollo personal. Este enfoque terapéutico se centra en la experiencia subjetiva del paciente y valora la empatía, la autenticidad y la aceptación incondicional por parte del terapeuta. La terapia humanista puede ser especialmente útil para aquellos que buscan un mayor sentido de propósito y autoaceptación.
La terapia sistémica, también conocida como terapia familiar, aborda los problemas de una persona en el contexto de su entorno familiar y social. Los terapeutas sistémicos creen que los problemas individuales a menudo están ligados a dinámicas familiares disfuncionales. Este enfoque terapéutico se centra en mejorar la comunicación y las relaciones dentro de la familia, ayudando a los miembros a entender y cambiar patrones negativos de interacción. La terapia sistémica puede ser particularmente efectiva para tratar problemas como el conflicto familiar, la adicción y los trastornos alimentarios.
CLAVES DESDE LA DISCIPLINA
“En tiempos de crisis económica, ir al psicólogo puede parecer un lujo”, introduce el psicólogo Flavio Calvo, destacando la percepción común de que la salud mental es algo reservado para quienes tienen más recursos. Sin embargo, él argumenta que “es conveniente considerar a la salud mental como una inversión imprescindible”. Esta afirmación resuena con fuerza en una sociedad como la nuestra, donde la crisis económica se ha vuelto una constante y la relación con el dinero se torna cada vez más compleja.
Calvo invita a reflexionar sobre los mandatos y mensajes que recibimos desde la infancia acerca del dinero. “Algunos lo ven como un medio de intercambio, otros como un fin en sí mismo, y para algunos, incluso, puede ser una fuente de conflictos y tabúes”, explica. Este complejo vínculo se traslada al ámbito terapéutico, donde tanto terapeutas como pacientes pueden enfrentar dificultades al abordar el tema de los honorarios. “Algunos pacientes temen revelar mejoras en su situación económica por miedo a un aumento de honorarios”, cuenta, mientras que otros “dejan su espacio de terapia por enfrentar gastos que consideran primordiales”
A lo largo de la entrevista, el doctor subraya que el estigma asociado al dinero en la terapia puede llevar a los pacientes a cuestionar la autenticidad de la relación terapéutica. Sin embargo, insiste en que “la terapia no es solo una conversación pagada, sino un proceso de trabajo conjunto orientado a mejorar la salud mental”. En este sentido, la terapia implica un compromiso que va más allá del diálogo, abarcando diversas formas de abordar las necesidades del paciente.
Al profundizar en el tema del acceso a la terapia en contextos de crisis económica, Calvo reconoce que “muchos individuos y familias enfrentan dificultades financieras que dificultan el acceso a servicios de salud mental”. En este sentido, subraya la responsabilidad del Estado y las instituciones de salud pública de garantizar el acceso equitativo a la atención psicológica. “Especialmente para aquellos que más lo necesitan”, enfatiza, dejando claro que la salud mental debe ser una prioridad en cualquier contexto socioeconómico.
Es indudable que la situación económica actual en Argentina añade una capa de complejidad a la discusión sobre la salud mental. El doctor Calvo menciona que “la crisis económica afecta todas las áreas de la vida, incluida la capacidad de las personas para invertir en su bienestar psicológico”. Sin embargo, destaca que la terapia puede ser un recurso invaluable para manejar el estrés y la ansiedad que esta crisis genera.
“He visto cómo la terapia puede transformar vidas”, dice el psicólogo con una sonrisa que refleja la satisfacción de ver progresos en sus pacientes. Nos cuenta de casos en los que, a pesar de las dificultades financieras, los pacientes han encontrado en la terapia una herramienta esencial para reconstruir sus vidas y enfrentar la adversidad con mayor resiliencia.
En este punto, Calvo aborda una cuestión que muchos se plantean: ¿cómo justificar el gasto en terapia cuando cada peso cuenta? Para él, la respuesta radica en entender la terapia como una inversión en el futuro. “Invertir en salud mental es invertir en calidad de vida”, sostiene con firmeza. Esta perspectiva, según él, puede ayudar a cambiar la mentalidad de quienes ven la terapia como un gasto superfluo.
Calvo sugiere que “las políticas públicas deben enfocarse en ampliar la cobertura de salud mental y garantizar que todos los ciudadanos puedan acceder a estos servicios”. Además, menciona la importancia de la formación continua de los profesionales de la salud mental para que puedan adaptarse a las necesidades cambiantes de la población.
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