Sociedad
NUEVAS PERSPECTIVAS

Generación de cristal: debates y reflexiones

¿Por qué se utilizan etiquetas para asignar a determinado grupo? ¿Hay una resignificación de determinados sucesos como el amor o el trabajo? ¿Qué lugar ocupa la tecnología en la configuración identitaria de los jóvenes? Democracia dialogó con tres profesionales del área de la salud mental para analizar el escenario de la juventud actual.

Generación de cristal es un término acuñado por la filósofa española Montserrat Nebrera y propone describir, en un sentido peyorativo, las características de una población nacida entre 1995 y la primera década del siglo XXI.

Su denominación hace referencia a la supuesta fragilidad y poca tolerancia a la frustración que experimentan los jóvenes. Democracia abordó esta caracterización y dialogó con referentes de la psicología local para explicar de qué se trata este fenómeno.

Para eso, este medio entrevistó a Alejandra Crocinelli, quien acumula más de 30 años de trayectoria como profesional tras formarse en Buenos Aires; Evangelina Roncaglia, formada en la Universidad Nacional de Rosario y con 17 años de ejercicio; y, con el objetivo de complementar estas miradas con vasta experiencia, una incipiente profesional graduada hace menos de un año por la Universidad de Buenos Aires, Milagros Perrone.

Distintas lecturas e interpretaciones con un hecho en común para resaltar: en términos psicológicos, como manifestaron las entrevistadas, no caben las generalizaciones y todo es relativo al mundo de la persona que se trate.

Juventud: ayer y hoy

La palabra “juventud” es un concepto que encierra un sinfín de significados. A su vez, en relación a eso, también genera debates en torno a la comparación entre la juventud de antaño y la actual. ¿Qué valores representan a cada una? ¿La juventud está perdida?   

“La ´generación de cristal´ se disuelve, y son las características que tiene cada sujeto. Han nacido con Internet, globalización, otro esquema de pensar y vivir en tiempo y espacio.

Se conforma una subjetividad diferente que no es mejor ni peor, sino diferente con estos ´progresos´”, analizó Crocinelli.

De tal forma, sostuvo que “nos enfrentamos a conflictos, exigencias sociales, frustraciones y creencias que luego se estrellan contra la realidad. Eso, como sujetos que somos, nos sucede más allá de las épocas. Cuando escucho a alguien en el consultorio, escucho su padecimiento y frustración en relación a exigencias o creencias”. 

También abordó lo que representa la temática de la juventud en relación al tiempo. “Un paradigma distinto en cuanto a la inmediatez. ¿Qué me pasaba a mí en mi juventud? Vivía en Junín y mi pareja en Buenos Aires; no existía esto de hablar por teléfono porque no era algo de facilidad y era costoso. Escribíamos cartas y demandaba un tiempo de espera: escribir una carta, llevarla al correo, que le llegue y la lee. Hoy eso no existe: escribo un mensaje, espero y tengo una respuesta al instante”, desarrolló.

“Nos conectamos con el otro sin necesidad del cuerpo. A través de la virtualidad no necesitamos trasladar el cuerpo, el encuentro de los cuerpos, y creemos que estamos con el otro. Cambia el concepto y la vivencia de espacio”, añadió.

Asimismo, en alusión a los mandatos y formas de vivir de época, Crocinelli planteó: “Se podría pensar si no se ha convertido en norma esto de tener muchas experiencias en cuanto a trabajos, parejas o viajar a Europa; si eso no se convierte también en una norma de la época. Si uno lo encuentra mucho, ha cambiado la norma. Exigencias de la época. Es para preguntárselo si se convierte en norma o no”.

En lo que significa el análisis entre la juventud de antes y la actual, Roncaglia opinó: “Parecería, sin afirmarlo, que estas nuevas generaciones ponen el disfrute y el goce sobre responsabilidades y compromiso. Para obtener algo, sea un auto o zapatillas, se busca la manera más corta para tener la satisfacción inmediata”.

“El sistema de creencias e ideas está frágil. Pasa todo tan rápido que esto termina desvaneciéndose. La obtención del placer inmediato, que es distinto al deseo y tene que ver con la satisfacción y obtención de la ganancia en la inmediatez”, siguió y ejemplificó: “Los celulares de última generación o un par de zapatillas”.

Como parte de su opinión abordó lo que representa la identidad en la juventud: “Son todo un desafío. Vale preguntarse ¿con qué ideales se identifican hoy? En fútbol, por ejemplo, pos Argentina-Ecuador el ídolo era el Dibu Martínez. ¿Qué identificación hay ahí?”.

La tecnología ocupa un lugar clave en la configuración identitaria de los jóvenes. Al respecto, Roncaglia dijo que “la hipercomunicación, generalmente, desorienta. Quizás podemos encontrar adolescentes que estén más orientados y tengan más claros sus deseos, pero creo que se presta más a confusión que a claridad. Uno abre una red social y es un mundo de opciones y oportunidades”. 

La tercera interlocutora profesional que analizó el tópico fue Perrone, quien hizo foco en los cambios que refieren a la tecnología y las redes sociales. “Hace 10 años, más o menos, se estaban empezando a usar, y ahora desde la infancia los chicos están hiperconectados y se volvió algo común. Antes solo usábamos Facebook o Twitter, pero no tan a demanda como pasa actualmente”. 

Y planteó un interrogante: “No sé si hay adolescencias sin tecnología posibles: el uso de internet, teléfonos, entre otras cosas, con sus correspondientes beneficios y consecuencias”.

Etiquetas

Numerosos autores académicos e investigaciones hacen alusión al ejercicio social de etiquetar, asignar nombres o definir para “ordenar” o que el sentido cierre. Por eso, Democracia abordó lo que significa este hecho desde el mundo de la psicología.

“La ´generación de cristal´: ahí se está generalizando y etiquetando que ´todos´ los jóvenes tienen poca tolerancia a la frustración y experimentan esta fragilidad, y no es así. Lo que se hace con el hecho de etiquetar y cosificar es cerrar una dificultad. ¿Son todos jóvenes frágiles? En verdad, creo que habría que dejarlo como pregunta”, reflexionó Roncaglia en torno al interrogante.

Por ello, consideró que “es mucho más fácil etiquetar, armar un diagnóstico en donde todos son una generación de cristal y hacer una receta bajo un diagnóstico. Es una tarea más fácil y más corta”. E insistió: “No hay que generalizar porque hay distintas formas de ser jóvenes. Los mandatos eran formar una familia, casarse, tener la casa con las dos habitaciones y el auto. El padre iba a trabajar y la madre se quedaba cuidando, el resguardo de la maternidad. Estos mandatos familiares vienen a transformarse en estas nuevas generaciones”. 

“La dificultad de la sociedad está en soportar la diferencia. Qué hacemos con lo diferente a lo que uno considera que tendría que estar dentro de los parámetros o debería ser normal. Nos lleva a crear una etiqueta para nombrar a aquello que nos lleva a más interrogantes que respuestas”, enfatizó Roncaglia en torno a la temática.

Complementando lo expuesto, Crocinelli señaló: “Somos sujetos de la palabra, del lenguaje, y tendemos a nombrar porque de esa manera creemos que apresamos mejor la cosa. Insistimos con ponerle nombres y etiquetas, y no es más que eso. Cada sujeto se identifica a su modo”.

Para graficar su mirada abordó un ejemplo con el que se encontró a lo largo de su trayectoria. Al respecto, indicó: “Los padres se angustian mucho cuando los hijos se salen del ideal que se espera. Toda crianza es lidiar con la dificultad, con eso que no se puede, con lo que no sale. Hay poca tolerancia a que el hijo responda de otra manera. Tienden a cerrar, darle sentido, sin dejar abierto a que pueda buscar su propia solución, que quizás no sea la que el padre quiere, sino la que el niño quiere”, cerró. 

Perrone abordó la etiqueta de “generación de cristal” y analizó: “Es un grupo de adolescentes más conscientes y deconstruidos que generaciones pasadas. Otra forma de ver el mundo, el trabajo, el deporte, los vínculos humanos y las trayectorias escolares”. Y consideró: “Hoy tienen mucha más responsabilidad emocional. Viven con adultos de otras generaciones que quizás no cuidan tanto las palabras y este grupo etario de la ´generación de cristal´ sí suele ser más responsable y consciente a la hora de hablar”.

“A lo largo de las generaciones, se fueron transformando los vínculos con el trabajo, lo sexual y lo familiar. Antes uno estaba toda la vida en un mismo trabajo, se casaba a los 20 y tenía una familia; hoy quizás son vínculos más efímeros. Hoy se tiene más en cuenta el interés personal y vivirlo de otra manera”, describió la entrevistada más joven.

Salud mental

Como parte cultural de la “generación de cristal”, y sobre todo porque es un fenómeno más visibilizado en la actualidad, las entrevistadas brindaron su opinión sobre lo que es la salud mental.

A su turno, Crocinelli opinó que “hoy está más abierto y hay varias propuestas terapéuticas. El hecho de tener conflictos, estar angustiados, no saber resolver cuestiones y hacer consultas. Inclusive entra dentro de las prestaciones de las obras sociales”. 

“Cuando estudié esta carrera, finalizando la década del 70, era algo muy nuevo y la psicología estaba en relación a la locura. Era vergonzoso y era estar fallido. Hoy estar fallido está de moda, no porque todos estemos fallidos, sino porque lo veo como analista”, comparó. 

Siguiendo la misma perspectiva, Roncaglia coincidió en que “hace pocos años se empezó a hablar de la salud mental. Tiene más auge, dándole lugar a las emociones y a lo que nos pasa”.

En tal sentido, continuó: “Por lo general, los jóvenes eligen y demandan a los padres ir a un psicólogo para hablar de sus emociones, darle un lugar a poder responder a aquello que les pasa. Tienen inquietudes, dudas o consultas. No tiene que haber un problema necesariamente, sino poner en palabras aquello que están transitando”.  

“No estamos pudiendo hablar, tomar la palabra, y predomina lo imaginario: subimos la foto, ponemos like y no conversamos”, reconoció y definió: “Somos una sociedad de voy, vengo y mando mensajes por WhatsApp. Los jóvenes para poner ´te quiero mucho´ escriben ´TKM´. Reducen la escritura”.

Como parte de su mirada profesional consideró: “Hubiese sido importante que generaciones anteriores hubieran contado con un espacio así. Por ejemplo, al no saber qué estudiar o para elegir una carrera se puede ir al psicólogo para que oriente. Es un espacio íntimo y hay un acompañamiento”.

Perrone adhirió a lo planteado por las profesionales de trayectoria y opinó: “Trabajar con jóvenes es gratificante y hermoso. Siempre es en conjunto donde uno no es que educa, sino que acompaña y se construye juntos. Representa una etapa compleja tanto para los padres como para los hijos, donde el padre no entiende al adolescente, ni este a su padre. Se trabaja desde los dos lugares en lo que hace al apoyo emocional, la escucha y comprensión”.

Finalmente, luego de todo lo expuesto, puede verse que existen múltiples lecturas, diferentes y complementarias, en torno a lo que conlleva la fluctuante generación de cristal en los jóvenes. Distintas lecturas con dos puntos en común: la forma en que impacta la tecnología en la identidad de los jóvenes y el derribamiento de los mandatos para promover nuevas formas de habitar el mundo. 

Sin dudas, algo está cambiando.

La opinión cultural de la “generación de cristal”

Más allá de su rol como directora de Cultura del Municipio, Agustina Barbosa supo ser, se considera y trabaja con personas jóvenes día a día. Democracia dialogó con ella para contar con una mirada cultural y abordar integralmente lo que representa el mundo de la “generación de cristal”.

“Era una persona tímida, y a los 14 empecé a hacer teatro y eso cambió mi vida. A los 20 me prometí que trabajaría siempre de lo que me gustaba y lo pude hacer bastante”, contextualizó. 

Siguiendo con su postura, definió a la juventud como “una actitud frente a la vida, la jovialidad.  Es un mito la frase de que la juventud está perdida, no lo creo. Podría pasar lo mismo con la adultez y, sin embargo, no lo escuchamos”.

“Se está en una búsqueda continua de identidad, de aceptación propia y del sentido de pertenencia a un espacio. También, y en términos burdos, sería por dónde me pica el bichito: quiero hacer actuación, el freestyle, pintura, entre otras cosas. Cuando sos más adulto, elegís qué sí o qué no”, manifestó. 

Y señaló: “Noto una mayor seguridad en lo que piensan y lo que dicen. No me ha pasado de encontrarme con jóvenes que duden de sí mismos”.

Precisamente, la historia de vida de Barbosa tiene que ver con un proceso de “reinvención” permanente el cual, según opinó, es algo “buenísimo que suceda”. Eso puede verse en los distintos roles, ocupaciones y trabajos que tuvo como cantante, docente, acompañante de personas mayores y hoy siendo parte de la gestión pública del Municipio, entre otras facetas.

En tal sentido, en lo que refiere a la tan tensionada relación de la juventud con el mundo del trabajo, expresó: “También lo adjudico a mi generación, que no es algo para siempre y pasa a ser muy relativo. De hecho, puede ser angustiante la idea de la casa para siempre y el trabajo para siempre”. 

En torno al fenómeno de “etiquetar” o encasillar determinados hechos, consideró: “Si me saco esa etiqueta me parece más liberador. También pasa que está bueno probar y, llegado un punto, se hace contradictorio porque necesitamos identificarnos con algo”. 

Además del trabajo, otro espacio donde se pueden observar nuevas tensiones es en lo que hace al mundo de la sexualidad. “Aparece mucho el 'estoy probando'. Creo que en eso se está mucho más libre. Es el miedo a la diferencia: a lo desconocido y cómo pensábamos”, comentó al respecto.

Finalmente, concluyó: “Hay que mirar para adentro. La respuesta está adentro, no afuera. Tiene que ver con uno y su interior”.

El relato de Barbosa no hace más que confirmar lo percibido y descrito por las psicólogas consultadas: la juventud está siendo protagonista de muchos cambios y redefiniendo la cultura que habitamos.