Un informe que propone prohibir el uso de celulares en las escuelas y una serie de resultados positivos en exámenes, obtenidos tras su veda, especialmente en chicos con bajo rendimiento escolar, pone la discusión respecto de su presencia en las aulas nuevamente en el foco del debate.
La pregunta sobre si efectivamente su uso en la escuela perjudica el aprendizaje o si, por el contrario, lo vuelve más accesible, parece no encontrar una respuesta simple.
El año pasado, el organismo de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) advirtió en su Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo que debe prestarse especial atención al modo en que se utiliza la revolución digital en la educación para que se habilite solo cuando sirva de apoyo al aprendizaje.
Sara Abrahamsson, del Instituto Noruego de Salud Pública, se refirió en un estudio reciente a cómo el uso de teléfonos inteligentes afecta el bienestar y el aprendizaje entre niños y adolescentes.
En su informe para ese país, concluye en los beneficios de evitar el uso de los móviles en las escuelas, no solo en lo que respecta a lo educativo, sino también en el plano de la salud mental. Además, afirma que reduce la incidencia de bullying.
En nuestro país, el uso del celular en las aulas está permitido desde hace algunos años, con los respectivos acuerdos desde las instituciones educativas, pero la discusión sobre sus ventajas y desventajas continúa en debate.
Democracia dialogó con la jefa distrital de Educación, Karina Pezzatti, y la consejera general de Educación y Cultura, Natalia Quintana, quienes dieron detalles de la situación en la educación, el uso pedagógico, y la postura de que una prohibición sin argumentos sería estéril.
“Un recurso para enriquecer”
Karina Pezzatti, jefa distrital de Educación de Junín, explicó que “el celular está permitido en las aulas, siempre y cuando cumpla con los fines pedagógico didácticos. Es una herramienta, un recurso o andamiaje para favorecer, ampliar, mejorar y enriquecer la propuesta de enseñanza del docente”.
No obstante ello, aseguró que “es necesario establecer acuerdos para muchos temas, no solo para el celular. Y estos acuerdos tienen que estar formalizados, registrados y firmados. La escuela firma acuerdos al inicio del ciclo escolar con todos los miembros de la comunidad educativa, equipo directivo, docente, auxiliares, alumnos y familia”.
Estos acuerdos, en un marco democrático, como una acción conjunta y colectiva, con la participación de todos, “deben ser conocidos por todos los actores”, señaló. Y dentro de estos acuerdos, que son muchos, existe el del uso del celular.
“Todos los miembros de la comunidad educativa tienen que estar convencidos de cuándo se va a usar el celular, en qué momento y con qué objetivo, con qué fundamentos y contenidos. Saber en qué áreas curriculares, en qué momentos del acto educativo, para evitar que luego sucedan otros conflictos”, detalló e insistió en que “es clave que todos conozcan las reglas para evitar conflictos posteriores”.
De hecho, los consentimientos preliminares son los que permiten volver y poner en claro el uso de los móviles con los estudiantes y la familia.
“Es importante remarcar, teniendo en cuenta el contexto, que el uso del celular para otros fines puede generar situaciones de conflictos o de acoso u hostigamiento. Para eso tenemos una línea importante de la política educativa que es la de cuidado integral, la buena convivencia, construcción de la ciudadanía, uso responsable de las redes sociales, educación sexual integral y el uso responsable del celular”.
Pezzatti aseguró: “Yo considero que es una herramienta muy beneficiosa, un recurso para acercar el contenido, la enseñanza a los estudiantes, siempre que los adultos, como escuela, enseñemos el uso responsable. Y se puede, se logran muchísimas cosas trabajando con los alumnos, con las familias, desde el inicio del ciclo escolar en estos acuerdos y espacios de reflexión sobre las consecuencias de un mal uso de la tecnología”.
Prohibición en sí misma, “sin argumentos”
Consultada Natalia Quintana, consejera general de Cultura y Educación de PBA, se refirió en primera instancia a la diferenciación de los niveles educativos.
“Sabemos que los niños empiezan a solicitar su primer celular alrededor de los diez años, y es en el 6to año de la primaria donde comienza a hacerse frecuente su uso. En este nivel, cuando se convierte en un elemento de distracción o de obstaculización del aprendizaje, la prohibición puede resultar más fácil de sostener por el equipo docente o directivos. No obstante ello, considero imprescindible que en estos casos se dialogue con las familias sobre estas situaciones en el aula, y trabajar conjuntamente con ellos sobre la relación del niño o niña con el celular, reflexionar sobre el impacto en el aprendizaje”, señala en consonancia con la jefa distrital Pezzatti.
“En lo personal, considero que la prohibición en sí misma carece de argumentos, especialmente en un momento social donde los niños desde el nacimiento registran a todos los adultos que los rodean usando un teléfono celular. Con lo cual debemos dar explicaciones, y es probable que implique cuestionar qué uso le dan los adultos al teléfono”, expresó un poco más allá del debate.
Ahora bien, en el nivel secundario, y a medida que los jóvenes son más grandes, la situación cambia radicalmente, según explica Quintana.
“Hasta el año 2016 estaba expresamente ‘prohibido el uso de teléfonos celulares en todo el sistema educativo de la provincia de Buenos Aires, tanto para docentes como para estudiantes, dentro del ámbito escolar y en horario de clases’ por Resolución 1728/06. Esto se modifica ya que resultaba contradictorio y anacrónico a la nueva ley de educación 13688, donde entre sus fines y objetivos establece ‘el desarrollo de los conocimientos necesarios para el manejo de las plataformas y los lenguajes producidos por las tecnologías de la información y la comunicación en todos los niveles y modalidades del sistema educativo provincial’”.
Siendo además una realidad “que la prohibición no era acatada por los estudiantes y tampoco por los docentes”, agregó.
Para Quintana, “toda prohibición debe garantizar que se pueda hacer cumplir. De lo contrario, los efectos son peores, ya que a la transgresión se le suma una permanente cadena de frustraciones y pérdida de autoridad”.
La pregunta es, para la consejera de educación, “¿cuáles son las herramientas que tienen los docentes o la escuela para prohibir que un alumno/a no use el celular? Si la respuesta es ninguna, la prohibición no tiene sentido”.
El sistema educativo y el avance de la tecnología
Consultada sobre cuánto es necesario acordar entre alumnos, docentes y directivos en el marco del avance de las tecnologías, Quintana reconoció que es necesario “estudiar y reflexionar hacia el interior del sistema educativo. Ver qué aspectos de las tecnologías son positivos y aportan al desarrollo de conocimientos en los estudiantes, y qué aspectos pueden estar obstaculizando esto”.
“Debemos definir y analizar algunas cuestiones. Una cosa es la tecnología en general y otra es el uso del teléfono celular en particular. Con respecto a este último, creo fundamental que los estudiantes sean parte de este debate en la escuela. No se trata de convencerlos para que no lo usen porque un estudio en Noruega arrojó que es perjudicial para los aprendizajes”, advirtió.
“Es necesario generar espacios de reflexión donde todos los involucrados comencemos a pensar qué lugar ocupa el uso del celular no solo en la escuela, sino en nuestra vida. Y si para un adolescente lo que sucede en las redes sociales o en las apuestas online comienza a afectar su vida, es necesario abordarlo”, dijo Quintana.
Consideró “muy inocente” el hecho de “pensar que el uso del celular afecta solo en la escuela. La discusión indefectiblemente se vuelve más amplia”.
Sobre el hecho de acordar su uso, señaló que “no lo pondría en términos de acordar. Creo que si detectamos que es perjudicial, lo correcto es trabajar en el cambio de conductas, y hoy el uso del celular es transversal a la sociedad”.
Por último, destacó que “para que sea una herramienta con beneficios pedagógicos deben suceder, a mi entender, al menos tres cosas: la primera es que todos tengan acceso a esta herramienta; la segunda, que el docente tenga el conocimiento para su uso; y la tercera es que haya una intensión planificada por parte del docente para utilizarlo como instrumento”.
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