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Cambio climático: las temperaturas extremas causan estragos y la preocupación aumenta
UNA REALIDAD PREOCUPANTE

Cambio climático: las temperaturas extremas causan estragos y la preocupación aumenta

Las altas temperaturas provocan que las reservas de agua sean escasas, lo que intensifica la vulnerabilidad de los cultivos en el interior de la Provincia y el país. Eso se enmarca en severos problemas en todo el mundo por el cambio climático.

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Las altas temperaturas, alcanzando hasta los 40°C en diversas zonas del campo argentino, han desencadenado una crisis climática que amenaza severamente a los cultivos y la ganadería en el país. La combinación letal de una ola de calor persistente y la ausencia de lluvias ha encendido las alarmas entre agricultores y ganaderos, generando preocupación por el futuro de la producción alimentaria y el bienestar de los animales.

La región del oeste de la provincia de Buenos Aires y partes de la zona núcleo ya están sintiendo los impactos negativos, con pérdidas de lotes y problemas en el cultivo de alimentos para el ganado. La soja y el maíz, vitales para la economía agrícola argentina, se ven particularmente afectados, con consecuencias que podrían extenderse más allá de esta temporada.

El especialista en climatología, Leonardo De Benedictis, advirtió por los riesgos luego de que, en las últimas semanas, el tiempo continuó siendo muy caluroso y sin lluvias. La llegada esperada de precipitaciones se presentó como una esperanza para mitigar la sequía, aunque las reservas de agua son escasas, lo que intensifica la vulnerabilidad de los cultivos.

La situación golpea con fuerza a los productores, quienes reviven una historia similar a la campaña pasada. A pesar de las previsiones privadas que pronostican una producción agrícola superior, las dificultades climáticas actuales podrían afectar esas proyecciones.

Dante Garciandía, productor en Carlos Tejedor, relata la complicada situación de los cultivos bajo la ola de calor, advirtiendo que el maíz tardío está en riesgo de pérdida total. 

Asimismo, la demanda de agua para el ganado ha alcanzado niveles críticos, con algunos productores enfrentando problemas financieros significativos para abastecerse de agua potable. 

En lugares como Rufino, en el sur de Santa Fe, el productor Alejandro Giordani señala el estrés hídrico en la soja de segunda y el maíz tardío, expresando su preocupación por una semana más de clima adverso.

La falta de lluvias también impactó en la ganadería, donde el estrés térmico en los animales es motivo de alarma. Temperaturas cercanas a los 40°C generan la necesidad de suministrar hasta 100 litros diarios de agua de calidad para asegurar la supervivencia de los animales. En algunas áreas, los ganaderos han tenido que desembolsar hasta $200.000 por camiones cisterna que provean agua potable en medio de la escasez.

Los informes del Servicio Meteorológico Nacional (SMN) sugieren que el estado de alerta en la ganadería podría extenderse durante los primeros diez días de febrero de 2024. Germán Cantón, especialista del INTA Balcarce, subraya la crítica situación, ya que la ganadería enfrenta un Índice de Temperatura y Humedad cercano al 80, comprometiendo el confort térmico de los animales.

La comunidad agrícola argentina se encuentra ante un desafío monumental. La esperanza está puesta en las lluvias anunciadas para los próximos días, confiando en que brinden alivio a los cultivos y al ganado. 

Mientras tanto, agricultores y ganaderos buscan soluciones urgentes, conscientes de que la crisis climática actual amenaza no solo sus cosechas, sino también la estabilidad de sus comunidades y la seguridad alimentaria del país. La situación requiere una acción coordinada y eficiente para afrontar las consecuencias inminentes y trabajar hacia una resiliencia climática a largo plazo.

El pasado juega su papel

El año 2023 ha dejado una impronta preocupante en cuanto a los impactos del cambio climático, manifestándose en eventos extremos como calor abrumador, sequías devastadoras, incendios descontrolados, inundaciones catastróficas y tormentas violentas. Expertos en climatología advierten que estos fenómenos podrían volverse cada vez más frecuentes, sumergiendo al mundo en una espiral de eventos climáticos extremos.

Hasta octubre del pasado año, la temperatura media mundial estaba 1,40 grados Celsius por encima del periodo preindustrial (1850-1900). Esta cifra, con un margen de incertidumbre de ±0,12 °C, supera significativamente los registros anteriores. Los años previos más cálidos, 2016 y 2020, quedaron opacados por la magnitud del calentamiento experimentado en 2023.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) reveló que entre abril y octubre se registraron temperaturas mensuales sin precedentes en los océanos, y este récord se extendió a las áreas terrestres entre julio y octubre. El actual episodio de El Niño, que se instaló durante la primavera del hemisferio norte, se pronostica que intensificará aún más el calor en 2024.

El secretario general de la OMM, Petteri Taalas, enfatizó que las concentraciones de gases de efecto invernadero han alcanzado niveles históricos, las temperaturas globales han marcado récords y la elevación del nivel del mar es sin precedentes. La fusión de glaciares y mantos de hielo ha acelerado, y la ventana para salvar estos ecosistemas se estrecha.

El aumento anual del nivel del mar entre 2013 y 2022 fue más del doble que en la década anterior, alcanzando una tasa de 4,72 milímetros por año. 

Las concentraciones de dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O) batieron récords en 2022, y se estima que continuaron aumentando en 2023. Por ello, la ONU hace un llamado urgente a la comunidad internacional para redoblar esfuerzos en la lucha contra el cambio climático. 

Por su parte, los eventos meteorológicos extremos no se hicieron esperar. El ciclón Daniel devastó Libia, dejando más de 2,080 muertos y miles de desaparecidos. Las inundaciones en Grecia, Bulgaria, Turquía y Libia, causadas por este fenómeno, evidencian la conexión entre el cambio climático y eventos catastróficos.

El ciclón tropical Mocha, uno de los más intensos registrados en el golfo de Bengala, y el ciclón Freddy, que azotó Madagascar, Mozambique y Malawi, ilustran la intensificación de eventos climáticos en diferentes partes del mundo. 

En Canadá, la temporada de incendios fue seis veces más intensa que la media, con 18,5 millones de hectáreas quemadas. Canadá registró su incendio más letal en Hawaii, con al menos 99 muertos.

El sur de Europa y el norte de África sufrieron olas de calor extremo, con temperaturas alcanzando niveles históricos. La región del Cuerno de África experimentó cinco temporadas consecutivas de sequía, generando desplazamientos masivos. 

En Argentina y Uruguay, las precipitaciones acumuladas entre enero y agosto fueron entre un 20% y un 50% inferiores a la media, provocando pérdidas de cosechas y bajos niveles de almacenamiento de agua.

El secretario general de la ONU, António Guterres, advierte que estos eventos no son solo estadísticas, sino amenazas tangibles. La ventana para actuar se reduce, y se insta a establecer expectativas claras en planes de acción climática, triplicar la capacidad de generación de energía renovable, duplicar la eficiencia energética y eliminar progresivamente los combustibles fósiles.

A pesar del sombrío panorama, Guterres sostiene que aún hay esperanza, pero requiere acción inmediata y colaboración global. El 2023 sirve como un recordatorio urgente de la necesidad de abordar el cambio climático de manera decisiva antes de que los impactos irreversibles se conviertan en la nueva normalidad. La comunidad internacional está llamada a la acción para preservar nuestro planeta y asegurar un futuro sostenible para las generaciones venideras.

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