Sociedad
SAM ALTMAN

Quién es el CEO de 38 años que está detrás de la revolución global de ChatGPT

El gran éxito del chatbot de su empresa impulsado por inteligencia artificial, desencadenó una frenética carrera.

Cuando el CEO de OpenAI, Sam  Altman, fue a declarar por primera vez al Capitolio, no podía  esperar un camino fácil. El gran  éxito de ChatGPT, el chatbot de  su empresa impulsado por inteligencia artificial (IA), desencadenó una frenética carrera armamentística en el sector tecnológico, a pesar de que el propio  Altman ha sido uno de los que  advirtió que la IA, si no se controla adecuadamente, podría tener consecuencias preocupantes  para la humanidad. 

Su comparecencia ante un subcomité del Senado estadounidense produjo lo que un exmiembro del comité describió como “Altman-manía”. Los legisladores y medios de comunicación parecían estar pendientes de cada  una de sus palabras mientras pedía una regulación de la IA y admitía, con modestia: “Si esta tecnología sale mal, puede salir muy  mal”. 

El senador Richard Blumenthal dijo a los periodistas que  su actuación fue “la noche y el  día comparada con la de otros directores ejecutivos”, un recordatorio del antagonismo que ha habido durante los interrogatorios a otros líderes tecnológicos, como Mark Zuckerberg, de Meta, y Jeff  Bezos, de Amazon. El debut de  Altman en el Capitolio permitió  a muchos ver por primera vez al  futuro magnate de la tecnología.  ChatGPT ha conseguido que OpenAI deje de ser un laboratorio de  investigación para convertirse en  una de las empresas tecnológicas de moda, haciendo temblar  a Google. 

Altman, de 38 años, es un producto de Silicon Valley que, en  muchos aspectos, se parece a una  versión menos maníaca de Elon  Musk. Como el empresario de  Tesla y SpaceX, tiene ojo para las  grandes apuestas y afición por  las grandes declaraciones visionarias. Altman estaba a punto de  conseguir U$S100 millones para financiar su plan de utilizar la tecnología de escaneado del iris para crear  una criptomoneda llamada Worldcoin. 

Brad Lightcap, COO de OpenAI, lo describe como un polímata que  navega con facilidad entre temas  como la IA, la fusión nuclear y la  computación cuántica. El “superpoder” de Altman, añade Lightcap,  es su capacidad para “articular una  misión en torno a una tecnología  que va a ser muy importante para  las próximas dos, tres, cinco décadas”.

Hace ocho años, Altman asistió a una cena con Musk y otras personalidades del mundo de la tecnología, en la que surgió el proyecto de crear una empresa de IA dedicada  a garantizar que los avances tecnológicos se utilizaran de forma segura. Según contó al New Yorker, unos  años antes, mientras iba de excursión con unos amigos, se dio cuenta de que ya se vislumbraba en el  horizonte “un hardware capaz de  replicar mi cerebro”. 

“Sólo había un grupo de personas invirtiendo en estas tecnologías”, dice Alexandr Wang, de Scale AI, una empresa respaldada inicialmente por Y Combinator, la renombrada incubadora tecnológica que Altman dirigía entonces. “Está  dispuesto a hacer grandes apuestas, es una de las cosas que lo convirtieron en un gran inversor”. 

La primera start-up de Altman,  Loopt -una red social basada en localización-, no despegó. Pero le bastó para entrar en el fast track de Silicon Valley. El fundador de Y Combinator, Paul Graham, lo sacó del  anonimato a los 28 años para dirigir la incubadora tecnológica, entre cuyos éxitos figuran Airbnb y la empresa de pagos Stripe. Gracias a ello,  Altman (que abandonó sus estudios  en la Universidad de Stanford) pudo  ver desde primera fila algunas de  las últimas tendencias en inversión  y apostar por ideas que aún no habían salido del boceto. 

En OpenAI, de la que es CEO desde 2019, Altman está ahora inmerso en el acto de equilibrio más difícil del mundo de la tecnología. Tras  forjar una estrecha asociación con  Microsoft, está apurándose para capitalizar la sensación mundial causada por ChatGPT. Pero también ha  advertido que la tecnología, sin mejores controles, podría acabar de forma catastrófica. “Es una posición  muy difícil para él”, dice Wang. 

“No es el típico ‘tech bro’ (un coloquialismo que se usa para describir a los hombres que trabajan en el  sector tecnológico) entusiasmado sólo por la tecnología, le fascina pero  también le preocupan profundamente las implicaciones sociales”,  dice Sal Khan, fundador del servicio de tutoriales en línea Khan Academy, que ha trabajado con OpenAI. “No es una actuación”. 

Equilibrar el potencial 

Altman también ha luchado por encontrar la mejor manera de equilibrar el enorme potencial de la IA  para hacer dinero con la misión original de OpenAI de asegurarse de  que la tecnología beneficia a la humanidad en general. Michael Moritz, socio de Sequoia Capital, que  es inversor en OpenAI, afirma que  Altman rechazó desde el principio  su sugerencia de que la empresa se  constituyera como una empresa comercial, prefiriendo que fuera sin  fines de lucro. Pero más tarde, para  atraer una inversión de u$s 1000  millones de Microsoft, Altman la reformuló en una nueva forma híbrida, limitando los beneficios que los  inversores externos podrían obtener de una nueva rama comercial y destinando los beneficios adicionales a un fondo sin fines de lucro. 

El propio Altman le dijo a los legisladores estadounidenses que no había participado en el capital -algo inaudito para el fundador de una  start-up- y calificó de “inmaterial”  su participación indirecta en la empresa a través de una inversión en  Y Combinator. Con su típico tono  inexpresivo, dijo: “Hago esto porque me encanta”. 

Su aparente disposición a renunciar a las riquezas potencialmente  enormes podría resultar un factor  importante a medida que OpenAI persigue su inusual doble objetivo.  El límite de rentabilidad para los inversores de la empresa habría sido  difícil de aceptar “por sí mismo, sin  la ausencia de capital de Sam”, dice Moritz. Con todo, si la tecnología  que hay detrás de ChatGPT está a la  altura de las grandes afirmaciones que la rodean, Altman podría estar  ya en camino de unirse a las filas de  los mayores magnates de la tecnología. Pero puede que sea muy diferente a cualquier magnate anterior.