Salto cuenta con la Escuela de Música Municipal “Francisco de Cicco” que es mucho más que una institución que se dedica a enseñar exclusivamente esa materia. Desde su creación en 1929 a la fecha ha crecido considerablemente, al punto que es la escuela con mayor matrícula en todo el distrito.
A principio de mes, inauguró un nuevo espacio: la Escuela de Luthería, la única de la provincia de Buenos Aires y la segunda en el país. En ella sus alumnos aprenden a reparar instrumentos de diferentes instituciones y propias. Inclusive, el nuevo espacio ya queda chico debido al enorme trabajo que llevan adelante.
Actualmente la Escuela de Música Municipal cuenta con once agrupaciones, incluyendo orquestas sinfónicas, coros, agrupaciones de guitarra, de percusión, una radio propia, entre otras. También tienen la única orquesta de tango de niñas del país.
En diálogo con diarionucleo.com, su director, Andrés Hirschhorn explicó: “La escuela es más que una institución musical, es un lugar de encuentro y trabajo social donde se celebran los cumpleaños y se ayuda a los estudiantes con problemas en la escuela secundaria”.
Cómo surgió la Escuela de Luthería
Franco Sachetto, ex alumno, se unió al equipo y llevó a cabo el proyecto de lutiería junto a Federico Mustapic. La escuela ha crecido, ha incorporado maquinaria y expandido su espacio físico.
En sus comienzos funcionaba como un taller de reparación de instrumentos, hasta que se propuso su creación como escuela y se inauguró como tal en 2019.
En Argentina, sólo hay una universidad de luthería y está en Tucumán. Allí, muchos de los profesores que trabajan en Salto, desarrollaron sus conocimientos.
De taller luthería a ser una escuela
Como el taller funcionaba a la perfección, el director le propuso al municipio crear una escuela. Entonces hace unos dos años preparó un proyecto que fue aprobado por el Concejo Deliberante por unanimidad.
EL problema era que seguía funcionando en un salón y compartían espacio con chicos que tocaban instrumentos y se mezclaba con los ruidos de un serrucho.
Allí se creó el lugar propio que se inauguró hace tres semanas. “Es un espacio que está acondicionado con todas las necesidades de un taller con iluminación específica, una parte silenciada con las puertas para que no moleste el resto donde se usa la sierra, la circular y el resto de las maquinarias. La gente nos llama diciendo que quieren colaborar porque les gusta el proyecto”, admitió.
Tal es el éxito del espacio de luthería que ya no alcanza la mano de obra, ni el nuevo espacio. “Estamos empezando a acumular madera y ya necesitaríamos un depósito. El proyecto sigue creciendo porque la idea es crear una cooperativa de trabajo con la gente que está acá”, adelantó.
Hay conservatorios que tienen muchos instrumentos en desuso a causa de algunos daños y no tenían donde repararlos. “El año pasado fui al Gilardi de la Plata, que es un conservatorio gigante, y tienen cantidad de instrumentos que nos querían mandar para que se los reparemos, pero en ese momento no estábamos preparados como ahora, donde la escuela tiene un el espacio físico, maquinaria y mano de obra”, anexó.
La escuela cuenta con chiquitos de 10 años que empiezan a aprender a usar un serrucho, a lijar, y hacen cajitas chinas. También hacen cajoncitos tipo peruano, un poco más grandes, y empiezan a construir guitarras de concierto, ukeleles y charangos. “Todo lo que es instrumento de cuerdas se repara. Violines, violas, troncheros y contrabajos”, sumó Hirschhorn.
La música como excusa para hacer trabajo social
El director de la institución tiene 65 años y es nacido en Buenos Aires. Llegó a Salto cuando tenía 30 años. “Por esas casualidades de la vida increíbles vine a parar acá. Dejé cosas importantes para empezar algo que no era nada y se transformó en algo mágico. En Buenos Aires me ofrecieron muchas horas en el Conservatorio Manuel de Falla, un lugar donde todos quieren trabajar, pero yo sentía que me ahogaba. Vine acá y me sorprendió el espacio, el lugar, las posibilidades que tenía y eso que era prácticamente nada”, recordó.
Al principio iba y venía, mientras que su esposa también emprendía el camino de dejar atrás en Capital su profesión de psicopedagoga para adaptarla a un mundo totalmente diferente que, prácticamente, desconocía de lo que se trataba.
“Mi mujer siguió mis pasos haciendo un sacrificio enorme, porque dejó todo lo que tenía y tuvo que hacer algo acá que se conocía”, valoró.
Hirschhorn explicó que la institución que dirige “es como un club”, donde los chicos toman mates, comparten comida y disfrutan momentos sociales. También contó que la Escuela de Música Municipal tiene una matrícula de 900 estudiantes, donde aquellos que adeudan materias en el secundario son ayudados para que puedan avanzar con sus estudios.
“La música es un poco una excusa, digamos. Aunque salen muy buenos músicos de acá que están dando clases en París o en cruceros; inclusive, hay un clarinetista en el Teatro Colón. Salen muy buenos músicos porque se trabaja mucho lo emocional. Entonces, no es solo decir, estudiate esto, sino que tenemos muy en cuenta la problemática de los chicos. Acá se festejan los cumpleaños de 15 de aquellas nenas que no tienen dinero”, resaltó.
Todo el tiempo que están en la Escuela, es tiempo que no están en la calle. “Acá no vas a escuchar a alguien que insulte, hace años que no escucho uno, no vas a ver un papel en el suelo, pero no porque se barra, sino porque los chicos lo levantan. Porque este espacio es ellos”, manifestó.
A la Escuela de música llegan estudiantes de otras escuelas. “Hay una escuela que tiene salida en Comunicación, entonces vienen los alumnos a hacer prácticas a la radio y les dan clase de operación, edición y demás. Otra que tiene orientación en Música, la municipalidad le pone un colectivo y una vez a la semana toman clases con nosotros, porque tenemos un instrumental que en la escuela secundaria no cuenta”, detalló el director.
Sin dudas que la Escuela de Música seguirá avanzando con ideas y proyectos, porque es su propia filosofía la que la empuja al crecimiento, al trabajo social y a estar cerca de los jóvenes a través de la música.
Compartir