Hace unas semanas en una entrevista realizada por la BBC, la neurocientífica española Nazareth Castellanos, investigadora del Laboratorio Nirakara-Lab, cátedra extraordinaria de la Universidad Complutense de Madrid, aseguraba que “nuestro cerebro interactúa con el resto del cuerpo en muchas más formas de las que se pensaba. Y es que `no tenemos solo cinco sentidos, sino que tenemos siete´. Y los cinco sentidos más conocidos, el gusto, el olfato, etcétera, `son para el cerebro los menos importantes´”.
Eco de esta entrevista que supone el “descubrimiento” de dos nuevos sentidos se hicieron medios de comunicación de todo el mundo, ya que además Castellanos vinculaba esos otros dos sentidos a que “nuestra postura y nuestro rostro envían importantes señales a nuestro cerebro, y es una información a la que nuestro cerebro responde. Lo importante es entender que ahora la neurociencia reconoce que tenemos siete sentidos.
que tenemos siete sentidos. En la escuela siempre nos han enseñado que tenemos cinco - el olfato, la vista, el oído, el tacto y el gusto- que son los sentidos de la exterocepción, es decir, lo de fuera. Y esto es muy simbólico, porque hasta ahora la ciencia ha estado más interesada en estudiar la relación del ser humano con lo de fuera. Ahora la neurociencia ha dicho desde hace como unos cinco años que hay que ampliar esto.
No tenemos solo cinco sentidos, sino que tenemos siete. Y resulta que los cinco sentidos de la exterocepción son los menos importantes. El número uno, el sentido más importante, es la interocepción, que es la información que le llega al cerebro de lo que sucede dentro del organismo. Lo que está pasando dentro de los órganos. Estamos hablando del corazón, de la respiración, del estómago, del intestino. Es el sentido número uno porque de todo lo que suceda es a lo que el cerebro le va a dar la máxima importancia, es prioritario para el cerebro.
Y el número dos en prioridad es el sentido de la propiocepción, la información que le llega al cerebro de cómo está mi cuerpo por fuera, la postura, los gestos y las sensaciones que yo tengo a lo largo de mi cuerpo. Por ejemplo, las sensaciones en la tripa cuando nos ponemos nerviosos, o un nudo en la garganta, o la pesadez de ojos cuando estamos cansados La propiocepción es el segundo sentido más importante. Y luego vienen los cinco”.
Gabriela Hermitte, Doctora en Ciencias Biológicas de la FCEN (UBA), docente de la Maestría en Neurociencias de la Universidad Jauretche e integrante del grupo de Fisiología de la Visión del Instituto de Biociencias, Biotecnología y Biología Traslacional (IB3) del Departamento de FBMC de la FCEN (UBA), no está tan acuerdo con tal afirmación.
¿Interocepción y procicepcion son términos que refieren a dos nuevos sentidos sensoriales? “No estrictamente. Son funciones largamente conocidas y estudiadas pero integradas más recientemente en lo que se conoce como el Sistema Somatosensorial o Sistema Sensorial del cuerpo.
El sistema que transmite la información codificada por los receptores distribuidos en todo el cuerpo. Este tiene tres funciones principales: la propiocepción, la exterocepción (tal como el sistema visual y auditivo que percibe el mundo que nos rodea) y la interocepción”, explica la experta que está en desacuerdo con la subestimación de los cinco sentidos “tradicionales” y describe a cada una de estas funciones.
La propiocepción es el sentido de uno mismo. Los receptores en el músculo esquelético, en los tendones, en las cápsulas articulares y en la piel nos permiten tener conciencia de la postura y de los movimientos de nuestro propio cuerpo particularmente de los cuatro miembros y de la cabeza. A pesar que uno puede mover las partes del cuerpo sin el feedback sensorial de los propioreceptores, los movimientos estarían pobremente coordinados y poco adaptados a tareas complejas particularmente sin ayuda de la vista y del equilibrio que aporta el oído interno.
Exterocepción es el sentido de la interacción con el mundo externo que impacta el cuerpo. El principal modo es el sentido del tacto (uno de los cinco sentidos sensoriales clásicos), que incluye la sensación del contacto, la presión, la caricia, el movimiento y la vibración, y que se usa para identificar y manipular objetos.
. A veces el tacto involucra un componente motor activo tal como el acariciar, el tocar, el agarrar o ejercer una presión por medio de la cual parte del cuerpo se mueve contra otra superficie u otro organismo. Los componentes sensorial y motor del tacto están íntimamente conectados anatómicamente en el cerebro y son importantes en guiar el comportamiento. Exterocepción también incluye el sentido térmico del calor y del frio.
Las sensaciones térmicas son controladores importantes del comportamiento y de los mecanismos homeostáticos necesarios para mantener la temperatura corporal cercana a los 37°C grados. Finalmente, la exteropción involucra también a la nocicepcion, un motivador potente de las acciones necesarias para la sobrevida tales como la lucha o la huida.
El tercer componente de la sensación somática, interocepción es el sentido que monitorea la función de los principales sistemas de órganos del cuerpo y su estado interno. La información suministrada por los receptores en las vísceras es crucial para regular las funciones autonómicas, particularmente los sistemas cardiovascular, respiratorio, digestivo y renal, a pesar de que la mayoría de los estímulos registrados por estos receptores no conducen a una sensación consciente.
Los interoreceptores son primariamente quimioreceptores que monitorean la función de los órganos a través de indicadores como los gases y el pH de la sangre y los mecanoreceptores que censan la distensión de los tejidos que puede ser percibida como dolorosos.
“Este diverso grupo de funciones sensoriales pueden parecer una combinación poco probable como para constituir un único sistema sensorial. Sin embargo tratamos a todos los sentidos somáticos en una sola unidad porque están todos mediados por una clase de neurona sensorial: las neuronas del ganglio de la raíz dorsal DGR.
La información somática desde la piel, los músculos, los tendones, las cápsulas articulares y las vísceras es transportada por las neuronas DGR que inervan los miembros y el tronco o por las neuronas sensoriales trigeminales que inervan las estructuras craneales (la cara, los labios, la cavidad oral, la conjuntiva y la dura madre). Estas neuronas sensoriales realizan dos funciones principales: la transducción y la codificación del los estímulos en señales eléctricas y la transmisión de esas señales al sistema nervioso central”, subraya Hermitte.
COMPRENDER LOS MECANISMOS
Aunque como aclara la especialista consultada, “la investigación científica no se plantea objetivos según el grado de importancia sino que se plantea preguntas frente a los desafíos aun no resueltos y trata de responderlas mediante estudios experimentales y la observación, la importancia médica radica en poder conocer los mecanismos que le permiten a cuerpo percibir el medio externo e interno y actuar en consecuencia.
Por ende, comprender las causas de enfermedad o disfunción que pueden afectarlos para poder tratarlos”. Comparte Hermitte que, si bien con otro nombre o con ninguno entonces, Leonardo da Vinci había marcado un camino en el sistema sensorial.
“da Vinci nos dice en sus cuadernos de notas: `El ojo, que se dice es la ventana del alma, es la principal vía para que el sensus comunis pueda, de la forma más copiosa y magnífica, considerar las infinitas obras de la naturaleza´. En una figura que acompaña sus escritos se observa una precisa descripción del bulbo olfatorio, siendo Leonardo el primero en considerar al nervio olfatorio como un nervio craneano en el año 1508.
En ese mismo esquema se observa la estrecha relación entre los nervios ópticos, el quiasma y los nervios olfatorios con su bulbo. Adicionalmente, se encuentra diseccionada la pared lateral de ambos senos cavernosos, exponiendo los nervios oculomotores, abducens y las ramas oftálmicas de ambos nervios trigéminos”.
Por otro lado, la especialista suma que en 1489 da Vinci hizo otro dibujo para mostrar su perplejidad frente al desafío de conocer dónde se encuentra el alma dentro del cerebro y la importancia del sentido de la visión a ese respecto. Siguiendo la tradición medieval, compara las distintas capas que recubren al cerebro con las capas de una cebolla y esquematiza los tres ventrículos cerebrales en anterior (sensus comunis), medio (cognitativa) y posterior (memorativa).
Por su parte, Camilo Golgi, quien recibió el Premio Nobel de Medicina (conjuntamente con el español Santiago Ramón y Cajal) en 1906, es a quien se le atribuye haber descubierto los cuerpos sensoriales de los tendones, que se conocen como los órganos “tendinosos de golgi” que son clave para la propiocepción, destaca la experta para desterrar la idea de lo novedoso de los “dos nuevos sentidos”.
Y es que la doctora explica que el estudio de la sensación somática se ha revolucionado en los últimos 10 años debido a tres importantes avances.
“En primer lugar, el desarrollo de los ratones transgénicos con reporteros fluorescentes de la expresión génica en las neuronas DRG que han permitido a los neurocientificos evaluar las respuestas fisiológicas de clases de receptores específicos y sus proyecciones anatómicas hacia los receptores sensoriales en el cuerpo y hacia el sistema nervioso central.
El imaging funcional de neuronas DRG individuales que expresan sensores de calcio genéticamente codificados tales como el GCaMP ha permitido el registro óptico simultaneo de la actividad desde poblaciones de neuronas receptoras que inervan una región específica del cuerpo, suministrando así una herramienta útil para analizar respuestas conjuntas frente a estímulos somatosensoriales”, describe Hermitte.
El segundo avance se debe a los estudios de las neuronas DRG aisladas in vitro o en preparaciones reducidas de nervio y piel, que permiten la evaluación biofísica de las respuestas de los receptores y la caracterización de los canales que se expresan en neuronas somatosensoriales individuales.
Por último, “la identificación de los canales iónicos proteicos Piezo como los transductores moleculares del tacto y la propiocepción en los mecanoreceptores de los mamíferos ha suministrado un sistema novedoso para evaluar el rol de estos canales en los sentidos del tacto, la propiocepcion y la función visceral”.
Finalmente, enfatiza Hermitte, carece de sentido desde mi punto de vista, hacer un “ranking” de sistemas sensoriales. Ni de manera general, ni para una especie en particular. En algunas especies, por mencionar solo algunos ejemplos curiosos como lo es el topo nariz estrellada, el tacto es predominante, en otras como la langosta mantis, la visión es clave, mientras que para los murciélagos lo es la audición. Es el resultado de cientos de millones de años de evolución.
Los seres humanos somos criaturas eminentemente visuales con la mitad de nuestro cerebro dedicado directa o indirectamente al procesamiento de la información visual, la capacidad de identificar imágenes vistas en menos de 13 milisegundos y de recordar, en promedio, más de 2000 imágenes con gran precisión. Esto no convierte a la visión en el sentido “más importante” en desmedro de los demás. Nuestro comportamiento es el resultado del procesamiento de la compleja interacción de información que proviene del exterior tanto como del interior de nuestro cuerpo.
QUÉ CARA, QUÉ GESTO
“Si yo tengo una cara enfadada, el cerebro interpreta que esta cara es propia de enfado y por tanto activa mecanismos de enfado. De a misma forma, cuando el cuerpo tiene una postura propia de estar triste, el cerebro comienza a activar mecanismos neuronales propios de estar triste”, afirmó Castellanos en la polémica entrevista.
Sobre ese perfil del estudio Hermitte no da opinión porque no conoce profundamente el tema.
La neurocientífica española llegó a investigar la relación entre la postura y el cerebro después de llevar 20 años investigando sólo el cerebro. “Me parecía extraño que la conducta humana sólo se apoyase en un órgano, que era el que está en la cabeza. Antes había comenzado a estudiar la influencia de órganos como el intestino en el cerebro. Y decía, no puede ser igual para el cerebro que mi cuerpo esté encorvado o que mi cuerpo esté recto. Entonces empecé a indagar, a ver qué decía la literatura científica; descubrí cosas que me parecieron absolutamente sorprendentes y pensé, esto lo tiene que saber todo el mundo”, explicó a BBC.
En qué parte del cerebro percibimos nuestra postura o gestos? Castellanos explicó que la corteza somatosensorial del cerebro es la que representa el cuerpo. “Esto se descubrió en el año 1952, y lo que se pensaba es que aquellas zonas que son más grandes en nuestro cuerpo tienen más neuronas en el cerebro.
Por tanto, lo que se pensaba es que a la espalda, que es muy grande, el cerebro le dedicaba muchas más neuronas que, por ejemplo, a mi dedo meñique. Pero se descubrió que no, que el cerebro da más importancia a unas partes del cuerpo que a otras, y a lo que el cerebro da más importancia de todo el cuerpo es a la cara, a las manos y a la curvatura del cuerpo. Entonces mi dedo meñique tiene como cien veces más neuronas dedicadas a él que toda la espalda, que toda la pierna, porque las manos son muy importantes para nosotros.
Según la española, “el cerebro da una importancia tremenda a lo que sucede en la cara. Por una parte se vio que las personas que fruncen el ceño -y esto es algo que hacemos mucho con los móviles que tienen pantallas pequeñasestán activando una zona relacionada con la amígdala. Es una parte del cerebro que está en zonas profundas y que está más involucrada en la emoción.
Es una zona que es mejor tener calmada. Pero si ya está activada, cuando llegue una situación estresante se va a hiperactivar, y esto hará que yo hiperreaccione. Intentar suavizar esta parte, el ceño, desactiva un poco nuestra amígdala, relaja. La experta concluyó que “lo primero para saber cómo está nuestro cuerpo es aprender a observarlo.
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