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Paisajes insólitos de Argentina
TURISMO

Paisajes insólitos de Argentina

Destinos ocultos a los que se accede sólo con coordenadas precisas o en compañía de guías experimentados.

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Los Cucuruchos

También conocida como Camino del Zeballos, la RP 41 corre por el norte de la provincia de Santa Cruz. Estos conos de piedra sedimentaria, que recuerdan las formaciones de Capadocia y se ocultan a unos 500 metros del camino, son el resultado de la erosión de la lluvia, la nieve y el viento sobre los sedimentos depositados a lo largo de millones de años.

Además de estos cucuruchos –a los que sólo se accede con guía por estar en una propiedad privada–, el camino que discurre sobre el lado occidental de la meseta del lago Buenos Aires expone otras formaciones, como los afloramientos o diques basálticos, el cerro Colorado –núcleo de un gran volcán erosionado– y el puntiagudo cerro Lápiz. 

Cañadón del río Pinturas

El cañadón, como el río, tiene 150 km de largo, 270 m de profundidad y 480 m de ancho; las barrancas, casi verticales, están formadas por relieves bajos y pendientes formadas por escombros y arena. Nace en Los Andes, en el macizo del monte Zeballos (2.743 msnm), al sur del lago Buenos Aires. En sus aguas abrevaban tropillas de miles de guanacos; estos grandes herbívoros se movían de las zonas altas de las mesetas, donde pasaban el verano, a los cañadones en los meses invernales. Y el ser humano los seguía: eran un recurso vital de amplio alcance.

La base para recorrer el área del cañadón es La Posta de los Toldos, hotel-refugio en plena estepa santacruceña sobre la RN 40, 57 km al sur de Perito Moreno, y punto de partida de los recorridos posibles. El descenso hasta el río demanda una hora; después de cruzarlo (hay pasarela), se debe subir por la pared opuesta para llegar a los aleros naturales que atesoran las pinturas rupestres. Todo el sector de la Cueva de las Manos –integrado al parque provincial homónimo– se visita con guía.

El Cóndor

Es el balneario de Viedma, a 30 km por RP 1. Alberga la colonia de loros barranqueros más grande del mundo.

Se han contado unos 35.000 nidos activos. En ningún otra parte verá el visitante tantos loros como aquí. A lo largo de 12 km, los acantilados de la villa marítima El Cóndor generan un corredor turístico de gran belleza. La mayor densidad de loros se da sobre el primer kilómetro del acantilado, en la playa más popular: esto permite un contacto mágico con los pájaros bullangueros –el sonido es bellísimo también–, que entran, salen, cantan y vuelan, literalmente, sobre las cabezas de los viajeros.

La hembra incuba de uno a cinco huevos por cuatro días; nace un pichón cada dos días que alimentan tanto el macho como la hembra durante 63 días. De noche no dejan el nido para cuidarlos de los depredadores. Resulta sorprendente que una reserva tan accesible tenga tan poca difusión. Según la estación, también se observan bandadas de cauquenes, gaviotas, playeritos, chorlos, ostreros, y, con un poco más de suerte, algún halcón peregrino o un águila mora.

Volcán Malacara

Distinto a cualquier modelo conocido, tiene la particularidad de que se puede recorrer por dentro a través de pasadizos y cárcavas
El Malacara es único por varias razones. Si bien está en los dominios de La Payunia, donde se registra una de las mayores concentraciones de conos volcánicos en el mundo, este se encuentra apartado del conjunto, más precisamente a 42 km de Malargüe y camino a la reserva Laguna Llancanelo. Además, está dentro de una propiedad privada –la estancia de la familia Quezada, en el paraje La Batra– y el acceso implica reservar y pagar la visita.

Por último, su origen hidromagmático subraya la gran diferencia. El agua acumulada y la roca sólida asociados a una violenta erupción formaron, a lo largo del tiempo, pasadizos y cárcavas (hoyas o zanjas que suelen hacer las avenidas de agua) de más de 30 metros de alto, que se pueden recorrer en toda su extensión. En esta exploración, los relieves que van apareciendo inducen a imaginar rostros de seres extraños o de animales fantásticos.

El volcán tiene una altura de 2.450 metros. Su nombre se debe a que, visto desde lejos, se percibe en su ladera una mancha parecida a la que tienen los caballos llamados, justamente, Malacara.

Es preciso pagar un ingreso y reservar lugar en las agencias de Malargüe e ingresar con guía, que tiene una tasa aparte.

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