Poco menos de 200 kilómetros separan la plaza principal de la ciudad de Salta de la Estancia Colomé, que se ubica más allá de la pequeña localidad de Molinos, en medio Valle Calchaquí. En una ruta normal, el trayecto se completaría en menos de dos horas. Pero el camino, que incluye paradores, puntos panorámicos, mucho polvo, ripio y calamitas, y poco asfalto, demandará no menos de cinco horas. Y es maravilloso.
Sobre las rutas 68, 33 y 40 se abre una diversidad que asombra. Desde las montañas de colores, los caminos al borde del precipicio, a la vera de ríos, los artesanos y pequeños productores enclavados en medio de la Cuesta del Obispo, las canchas de fútbol en parajes desiertos que transportan la imaginación a emocionantes partidos imaginarios, a los cactus que se amontonan en el Parque Nacional Los Cardones y pequeños pueblos como el propio Molinos o Seclantás.
Después de todo ese trayecto, de pasar por el taller de Alfonso “El Tero” Guzmán, el artesano que vistió a Juan Pablo II, al Papa Francisco y al ex presidente Raúl Alfonsín, entre otras personalidades, se llega a la Estancia Colomé, una extensa finca propiedad del suizo Donald Hess, que alberga la bodega más antigua del país, sus prolijos viñedos y un tesoro escondido: el Museo James Turrell, el museo de la luz.
El recorrido dura poco menos una hora. Es el único museo del mundo dedicado a la obra de Turrel, artista que nació en Estados Unidos, contemporáneo, que tiene la particularidad de realizar intervenciones con luz. Alerta spoiler: no hay pinturas, ni esculturas, ni los restos arqueológicos de una civilización perdida. Son combinaciones de luces, naturales y artificiales, para crear ilusiones ópticas que varían de acuerdo a la persona que mire.
“Son cinco décadas de trabajo, es el único museo del mundo que concentra tantas obras del artista; hay varias que se pueden ver, por ejemplo, en el Museo Judío de Berlín (Alemania); en el museo Guggenheim, en Nueva York (Estados Unidos); o en José Ignacio (Uruguay). El propio Turrel seleccionó el orden que tienen que tener las obras por cómo el ojo humano se tiene que acostumbrar”, aseguró Gonzalo Moya, responsable del museo y de la bodega que, además, ofrece a los visitantes la posibilidad de almorzar y hacer una degustación de las variantes torrontés estate, malbec estate y auténtico malbec de los vinos producidos en el lugar (las tres actividades tiene un costo de 8800 pesos por personas). También está a posibilidad de hospedarse en un hotel estilo colonial con vista a los viñedos.
El museo alberga nueve salas, todas diferentes, todas con una determinada combinación de luces, que crean diversas percepciones sobre los espacios y las formas. Una de las obras más emblemáticas de Turrel, nacido en 1943 en California, se conoce como Skyspace. Son instalaciones que buscan la mezcla entre luz artificial y natural que realizó en diferentes partes del mundo y que, en Salta, se puede apreciar al atardecer, en una visita especial para los huéspedes de hotel.
“El espectador aprecia su propia mirada. Lo que a mí me importa es crear experiencias de pensamiento vacío, sin palabras”, definió el artista a sus obras en una entrevista reciente.
Los campos de viñedos se extienden en ambos lados de la ruta que une Estancia Colomé con -justamente- Cafayate. Por metros, kilómetros y kilómetros, a la vera del Río Calchaquí, hasta que en un determinado momento el paisaje cambia su fisonomía. Las plantaciones, los cactus y las montañas se transforman en piedras, donde el mirador de Angastaco y la Quebrada de las Flechas son paradas obligatorias. Sigue el camino y los paisajes se acumulan, las quebradas La Sayar, Salta, Cañón, San Carlos y todo su colorido.
En la plaza principal de Cafayate se amontonan los puestos de artesanos que ofrecen piedras especiales, manualidades con telas y lanas, especias y condimentos de la zona. A unas pocas cuadras se encuentra el museo de la Vid y el Vino, que ofrece un recorrido por la historia de las principales bodegas de la región, con las características especiales de los Valles Calchaquíes para la producción de “Vinos de Altura”. La visita se puede completar en el Wine Bar, que ofrece una carta con comida tradicional, como empanadas o locro.
La vuelta hacia la ciudad de Salta, a través de la Ruta 68, ofrece otros atractivos, otras formaciones geológicas como Las Ventanas, El Obelisco o Los Castillos, a la vera del Río Las Conchas, o El Anfiteatro y la Garganta del Diablo, en plena Quebrada de las Conchas.
EL JAMÓN MÁS EXCLUSIVO DE LA ARGENTINA
Otras de las atracciones que ofrece Salta llega de la mano de la particular historia de Kiko González, el “loco del cerdo negro y los jamones de bellota” como los que se hacen en España, cómo él mismo se definió. Un empresario con un “hobby carísimo”.
“Considero que es una locura hacer lo que hice, es mi pasión, lo pensé desde joven, hacer los mejores jamones, como los de España. La primer producción con bellota fue hace 15 años. Yo le di mucha importancia al árbol de la bellota y hacer varias cruzas de distintas razas de cerdo”.
Dentro de la finca La Montanera, en Cerrillos, lo que antes era una costumbre de amigos ahora se transformó en “Cerdo Negro”, un emprendimiento de experiencia completa, que incluye recorrer la cámara frigorífica, donde se realiza el proceso de salado, que dura 1 día por kilo de la pieza; los secadores naturales, donde se realiza el post salado, que puede llegar a durar hasta un año; y la bodega subterránea, donde las piezas completan de 3 a 5 años dependiendo de su tamaño.
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