"La inactividad física es un factor de riesgo modificable reconocido para la enfermedad de Alzhéimer", sin embargo, su relación con la progresión de la patología en humanos no ha sido suficientemente aclarada hasta ahora. Y esto limita su traducción efectiva en ensayos de prevención.
Por eso, un equipo de científicos de Australia, Canadá y Estados Unidos dio seguimiento durante 14 años a casi 300 personas con alzhéimer preclínico, que no tenían síntomas de la enfermedad, pero presentaban una elevada acumulación de proteínas Tau y Beta-amiloide en el cerebro, lo que los convertía en pacientes de riesgo.
Los científicos, que publican su investigación en la revista Nature Medicine, pretendían averiguar si la actividad física, aún siendo moderada, influía en el desarrollo de la enfermedad. Sus resultados han confirmado que sí.
Los adultos mayores que caminan menos de 3.000 pasos al día y tienen niveles elevados de la proteína Beta-amiloide en el cerebro, claramente asociada al desarrollo del alzhéimer, muestran un deterioro cognitivo más rápido en comparación con las personas más activas.
Por el contrario, el desgaste cognitivo y la pérdida de funcionalidad en actividades de la vida cotidiana se retrasa una media de tres años en las personas que caminan entre 3.000 y 5.000 pasos al día, y una media de siete años en las que andan, al menos, entre 5.000 y 7.500 pasos al día.
Los investigadores analizaron los datos de 296 participantes de entre 50 y 90 años del Estudio sobre el Envejecimiento Cerebral de Harvard, todos ellos sin deterioro cognitivo al inicio del estudio.
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