¿El pan malo para la salud? La ciencia da una respuesta contundente
Con el auge de las redes sociales y los “influencers” que aconsejan sobre hábitos supuestamente saludables, la universal mezcla de harina, levadura, agua y sal –que luego se sofisticó con otros ingredientes- es señalada como el origen de todos los males. Pero…
El pan parece responsable poco menos que de todos los males del mundo. Por lo menos así lo hacen ver ciertos contenidos de internet que aseguran difundir consejos de alimentación. Pero, ¿puede ser así con un alimento básico para la humanidad desde hace más de 10.000 años? Veamos.
Desde hipertensión a diabetes son algunas de las enfermedades cuya manifestación se atribuye al pan, aún cuando estas condiciones crónicas todos los médicos coinciden que son multifactoriales.
“De hecho, el consumo de ciertos tipos de pan está asociado con una reducción del riesgo de enfermedades cardiovasculares. El pan es fuente de carbohidratos complejos, fibra dietética, vitaminas y minerales”, Afirma Fabián Patricio Cuenca Mayorga, investigador becario de la Universidad del País Vasco.
La fibra es esencial para el funcionamiento digestivo y la prevención de enfermedades como el cáncer colorrectal y la obesidad y “el consumo diario recomendado de alrededor de 25 gramos de fibra puede ser cubierto con la ingesta de pan”, asegura Cuenca Mayorga.
También – detalla- los carbohidratos complejos proporcionan energía útil para el organismo y la crítica hacia ellos se da por la confusión entre los carbohidratos simples y los complejos:
- Los carbohidratos simples pueden causar aumentos repentinos en los niveles de azúcar en la sangre.
- Los carbohidratos complejos tienen un efecto moderado y sostenido sobre la glucosa en sangre, lo cual puede ayudar a prevenir la resistencia a la insulina y, en última instancia, la diabetes tipo 2.
“La glucosa es la fuente principal de energía del cuerpo. Lo relevante no es su presencia en los alimentos, sino la rapidez con la que se absorbe en el torrente sanguíneo. El índice glucémico de ciertos tipos de pan es menor comparado con otros alimentos ricos en azúcares simples. Además, la presencia de fibra ralentiza tanto la digestión como la absorción de glucosa”, completa el investigador.
El otro gran villano cómplice del pan es el gluten. El gluten es un complejo proteico que se encuentra en el trigo y otros cereales y “ha tenido su cuota de demonización en algunos círculos”.
Sin embargo, las enfermedades relacionadas con el gluten, como la enfermedad celíaca y la sensibilidad al gluten, afectan a una pequeña parte de la población (menos del 1 % para la enfermedad celíaca; entre el 1 y el 6 % para la sensibilidad no celíaca). “Eso implica que para la gran mayoría de personas, más del 90 %, el gluten no supone ningún daño”, agrega Cuenca Mayorga.
Pero en los casos donde el gluten es problemático para la salud, no sería tampoco el pan el responsable: “El daño lo puede generar consumir sin necesidad muchos productos sin gluten que, paradójicamente, están más procesados y contienen menos nutrientes y menos fibra que los elaborados con gluten”.
También se han criticado los aceites vegetales y la margarina usados en las formulaciones de pan. Las grasas con ácidos grasos trans, presentes en las margarinas clásicas y los aceites hidrogenados, “están asociadas con un mayor riesgo de enfermedad cardíaca. Sin embargo, las margarinas modernas han reducido su contenido y algunas están formuladas con aceites vegetales ricos en ácidos grasos insaturados”, dice el especialista.
Los aceites vegetales no hidrogenados (como el aceite de oliva y el de canola) son conocidos por sus beneficios para la salud cardiovascular.
El aceite de oliva, en particular, es una piedra angular de la dieta mediterránea, la cual tiene al pan como una de sus guarniciones emblemáticas, siendo esta reconocida mundialmente por su impacto positivo en la longevidad y la salud en general.
También, la inclusión de granos enteros en las formulaciones de pan se relaciona con una reducción del riesgo de diabetes tipo 2, obesidad y enfermedades cardíacas. “El pan puede contener compuestos con acción antioxidante y compuestos antiinflamatorios que pueden reducir el daño celular y la inflamación sistémica”, agrega el investigador de la universidad vasca.
“Todos estos estudios enfatizan la importancia de considerar la calidad del pan y su inclusión dentro de un patrón de alimentación saludable en lugar de realizar afirmaciones categóricas sobre su peligrosidad. El pan no es inherentemente dañino. Las afirmaciones extremas sobre su consumo pasan por alto su complejidad”, dice ya a modo de conclusión Cuenca Mayor.
Como parte de una dieta balanceada con alimentos frescos, granos enteros, frutas, verduras y grasas saludables, el pan puede ser el complemento que proporciona energía y nutrientes esenciales.
“Otorgarle a un solo alimento la responsabilidad principal de varios problemas de salud desvía la atención de los factores de riesgo reales, como el consumo excesivo de alimentos ultraprocesados y el sedentarismo” concluye el investigador, y afirma: “El consumo moderado de pan, de hecho, puede ayudarnos a tener una percepción de la realidad no distorsionada en un cuerpo sano y satisfecho por períodos prolongados”.