Parece un símbolo universal: a la ciudad que se vaya en Occidente, las zapatillas con sus cordones anudados colgando en lo alto de los cables. Cada centro urbano tiene alguna postal de ese tipo y será inevitable despertar en el observador la intriga: ¿significan algo? ¿Señalan algo? ¿O es algún extraño acto de rebeldía? Un poco de todo… y más.
En la provincia de Buenos Aires -en el Conurbano, principalmente- muchos tienen la casi certeza de que esas zapatillas flameando en lo alto de un cableado eléctrico marcan la existencia en esa zona de un “kiosco de droga”. Por lo general se da su presencia en barriadas de muchas carencias y poca presencia institucional, que abonan todavía más esa lectura que emparenta a las zapatillas con lo marginal.
Pero también en Argentina tiene un significado más profundo: el de homenaje. Durante años, en el barrio de Once, en la Ciudad de Buenos Aires, en las inmediaciones de donde estuvo la discoteca Cromañón, los cables lucían las zapatillas colgadas de muchas de las 194 víctimas que dejó el terrible incendio del 30 de diciembre de 2004. Incluso hoy se las puede ver en los murales y monumentos que los recuerdan.
Marcar territorio
En Estados Unidos también es habitual ver estas zapatillas colgando y se conoce al acto de revolearlas a las alturas de los postes de luz y tendidos eléctricos como “shoe tossing” (“tirando zapatos”, según su traducción del inglés). Se atribuye a una forma de arte callejero o como una manera de marcar territorios de pandilleros. También existe la creencia de que es “marketing” de vendedores de drogas.
Se cree que en ese país nació la costumbre que, con el tiempo, se extendió a otros países americanos, como Colombia, Brasil, México, Canadá, Ecuador, Perú, Uruguay, Argentina, Chile y Cuba. Además, gracias a la proliferación de Internet, ha llegado a países europeos como Alemania, Gran Bretaña y España.
En varios de los países mencionados los integrantes de bandas de delincuentes utilizan esta práctica para conmemorar a un miembro asesinado o para delimitar su territorio y señalar zonas propicias para cometer robos u otros crímenes, según el tipo de calzado que se utilice¹.
Además de estas interpretaciones, hay otras teorías. Algunos creen que las zapatillas colgantes pueden estar relacionados con celebraciones como el final de los estudios o con el anuncio de un futuro matrimonio. También se ha observado que muchos jóvenes siguen esta tendencia para anunciar a sus amigos su primera relación sexual. Otras explicaciones sugieren que es una práctica llevada a cabo por simple aburrimiento o para deshacerse de zapatos viejos y desgastados, o incluso como mera decoración. En cualquier caso, este fenómeno ha dado lugar a diversas leyendas urbanas¹.
En Nueva Zelanda el fenómeno de los zapatos colgantes se ha convertido en un deporte amateur. En algunas zonas rurales, los agricultores compiten para lanzar las botas o zapatos lo más lejos o alto posible. Curiosamente, cuando Cecil Adams estaba en la milicia, los soldados solían pintar sus botas de colores antes de regresar a la vida normal y las lanzaban a los tendidos eléctricos.
Para dar una mala noticia
Una leyenda muy singular sostiene que los zapatos colgantes pertenecen a personas recientemente fallecidas y se los arroja hacia lo alto como una forma de informar que alguien ha muerto en el seno familiar. Según esta creencia, cuando el espíritu se reencarne, estará más cerca del cielo.
También existe la práctica de lo que se conoce como shoefiti (palabra que surge de fusionar “shoe”, zapato, con grafiti): consiste en adornar las calles con zapatos creando composiciones o juegos de colores. Berlín es un centro de shoefiti reconocido. En México, la costumbre de colgar zapatillas en cables se asocia con la frase popular "ya colgó los tenis (zapatillas)", que alude a la muerte de una persona. Según el cronista de la Ciudad de México Armando Ramírez, esta frase ha cambiado con el tiempo. En los años 50 y 60, la gente decía "colgó los zapatos", ya que el calzado deportivo aún no era popular.
En el barrio de Tepito, la gente solía colgar los zapatos de los difuntos frente a sus casas como un anuncio para los vecinos. Sin embargo, la práctica evolucionó con la aparición de nuevas modalidades de crimen urbano y entonces las bandas rivales comenzaron a colgar los zapatos de las personas a las que mataban, como una señal de advertencia, amenaza y/o venganza.
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