Red House: el reducto secreto donde los músicos se juntan a zapar blues y rock
Tiene el espíritu del sucesor de La Roca, suerte de House of Blues en el que un elenco estable de medio centenar de artistas se juntan a tocar periódicamente y al que el público sólo puede acceder por invitación.
"Está en un lugar imposible de encontrar. Nadie se puede imaginar que pasando ese portón entrás a otro mundo. Es alucinante", dice Andrés Giménez, entre divertido y misterioso, intentando no ofrecer demasiadas pistas sobre Red House, el secreto mejor guardado del rock y el blues local. Un paraíso bajo tierra en donde los músicos argentinos, sean dioses o simples mortales, tocan juntos e invocan al todopoderoso Pappo para que los guíe hasta la zapada final. Un lugar al que sólo se puede ingresar si se es invitado, que se mueve bajo leyes no escritas, pero sí estrictas y que maneja códigos y simbologías más cercanas a las de logias y hermandades que a las de un grupo de rockeros.
"Red House es la continuación de La Roca, algo que empezaron juntos Pappo y el "Corcho" Rodríguez. Primero fue en un galpón en la casa de Pappo, después llegó otro lugar un poco más grande y ahora tiene este local fijo, que es como una especie de House of Blues chiquitito, que no está abierto al público y al que se entra por invitación o recomendación de alguien", explica Giménez, y concluye: "Es un lugar donde todos los músicos, de diferentes generaciones, tenemos la misma filosofía: zapar y compartir no solamente música, sino también el respeto entre pares".
Algunos de los pares a los que hace mención el cantante de A.N.I.M.A.L. y que habitualmente pasan por el escenario privado y subterráneo de Red House son: Javier Martínez, Claudio "Tano" Marciello, el trío La Renga, Willy Quiroga, Alejandro Medina, Luciano Napolitano, Michel Peyronel, Walter Meza, Baltasar Comotto, Andrea Álvarez, Vitico, Sarcófago, Beto Ceriotti y, entre muchos, pero muchos otros, el anfitrión: Jorge "Corcho" Rodríguez, amante del rock, de las guitarras y de las motos, empresario exitoso que se dio a conocer públicamente por un fugaz noviazgo con Susana Giménez a fines de la década del 90 y el amigo de Pappo que le produjo su último gran álbum, Buscando un amor, en 2003, cuando el Carpo andaba de capa caída y la industria musical renegaba de su talento y su obra.
"Ahí es increíble porque todos perdemos el ego y somos iguales, nadie tiene más trayectoria que el otro -continúa Giménez, que grabó en vivo precisamente el último álbum de su banda en el escenario de Red House-. La única estrella está en el cielo (Pappo) y los demás somos todos jugadores. Y eso tiene que ver fundamentalmente con el «Corcho», porque él hizo este lugar y lo mantiene vivo. Es el que se preocupa una vez por semana en levantar un teléfono, que es como una especie de batillamada para nosotros, y decir: «Muchachos, nos juntamos toda esta noche». Es un tipo que comparte y que ama la música, por eso todo esto sigue creciendo y es cada vez una comunión más grande. De los más o menos fijos ya seremos como 60 músicos."
"Hace unos años hice un cover de Pappo, «Algo ha cambiado», y ahí el "Corcho" me mandó a llamar", cuenta la baterista y cantante Andrea Álvarez, recientemente nominada al Grammy Latino por su último álbum, Y lo dejamos venir. "Fui un día de lluvia, no me acuerdo de quién me llamó ni quién me llevó, pero cuando entro, estaba La Renga. A partir de ahí es como que formo parte de la situación y voy cuando puedo, porque es lejos de mi casa. Pero es un lugar increíble, como si te trasladaras a un bar de Memphis o Nueva Orleans, pero donde están sólo tus amigos y se puede tocar fuerte".
Una vez por semana, entonces, los músicos concurren sin guitarra en mano ni asistentes que los rodeen ("llegás y tenés veinte guitarras para elegir con cuál tocar, diez bajos y todo el escenario armado para subir y zapar. ¡Para los músicos es como Disney!") y esté quien esté se ponen a tocar. "Se arman formaciones inesperadas. Por ahí está Andreíta Álvarez en batería, Vitico en el bajo, Baltasar Comotto y JAF en guitarras y yo cantando. La única regla es que hay que hacer dos temas y dejar que toquen otros, porque todos tenemos que disfrutar del lugar", dice Giménez.