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El cine y su obsesión con los aliens ¿se hizo realidad?
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El cine y su obsesión con los aliens ¿se hizo realidad?

Las películas han pasado años vaticinando una invasión extraterrestre que, nos dicen desde Estados Unidos ahora, sería inminente. Sin embargo, las películas parecen decir más de nosotros que de estos supuestos visitantes.

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Los extraterrestres están entre nosotros. O estuvieron. O estarán. Nadie lo sabe bien, todavía, pero desde Estados Unidos prometen confesarlo todo en una entrevista exclusiva con Oprah en las próximas semanas.

Y, por supuesto, el cinéfilo duda: el cine nos han enseñado a desconfiar. De los extraterrestres, pero también de los humanos que enarbolan ¡ataque marciano! en nuestras caras. Así ha sido desde los albores del siglo XX, cuando Orson Welles adaptó la novela “La Guerra de los Mundos” en formato radionovela, pero lo hizo parecer como un noticiero, causando histeria colectiva.

Es cierto que la historia, la leyenda, un ejercicio en el poder de manipulación de los medios, es radiofónica, pero Welles sería cineasta y ya entendía esta doble vertiente extraterrestre: una narrativa que puede causar miedo y advertir, como los cuentos que le cuentan a los chicos antes de dormir, pero también una herramienta para contagiar pánico y sensación de inminente.

De hecho, algunos años más tarde, en plena Guerra Fría, se multiplicaron las películas que, de forma poco velada, construían al invasor como una metáfora de la amenaza roja (la histeria belicista y el subgénero marciano de los 50 fue parodiado por Tim Burton en “Marte ataca”, a la vez una lectura del pasado y una película algo profética). En medio de esta tendencia ideológica surgió en 1951 “The Day the Earth Stood Still”, producción con la que el director Robert Wise se opondría a la tendencia de la época para emitir un discurso pacifista.

Su visitante, Klaatu, era sospechoso, y tenía planes sospechosos (detener a la Tierra) pero finalmente la histeria que llevaba a su muerte no dejaba ver que su objetivo final era benévolo. En ese contexto cincuentoso también situó Wes Anderson su última película, “Asteroid City”, su primera película sobre una invasión extraterrestre.

En ese contexto, además, el cine fue una forma de fomentar el programa espacial. Cada tanto, NASA pasa de moda, los congresistas no quieren darle dinero ante cuestiones más concretas, y entonces el cine da una mano. Recientemente, de hecho, desde “The Martian” (2015) y “First Man” (2018) a “Space Force” (2020), el cine que explora el espacio ha regresado.

La asociación con NASA no es casual: el mito estadounidense está hecha de conquistar fronteras. El individuo, el cowboy, conquistando los elementos. Primero fue hacia el Oeste; luego, la nueva frontera fue el Espacio.

Pero, por supuesto, si en el Oeste había pueblos originarios, en el espacio tendría que haber, para el cine, enemigos que no quieran ser conquistados. Eso ha dado lugar a todo un subgénero del terror con extraterrestres, inaugurado por “Alien” (1979), de Ridley Scott. El extraterrestre voraz a veces está allá afuera, y a veces es doméstico, como en “La Cosa” (1982), clásico de John Carpenter, donde esa otredad extraterrestre, mutante, se transforma en el horror de lo inasible. El mismo ejercicio hace Alex Garland en su reciente “Aniquilación”

LA VERTIENTE AMISTOSA

Sin embargo, no todo el cine está hecho de extraterrestres enemigos. E.T. (1982) es quizás el más emblemático de los aliens cinematográficos, y es una adorable criatura que solo quiere volver a casa. También son amigables los visitantes de otra de Steven Spielberg, “Encuentros cercanos” (1977). La reciente “La llegada” (2016), de Denis Villeneuve, tomó esa subversión y la volvió tema, con una mirada antimilitarista sobre el otro en tiempos de fronteras amuradas.

El hilo en común es la importancia de establecer comunicación antes de atacar: de intentar comprender antes de dejarse sobrellevar por el miedo y la violencia.

En ese sentido, si la invasión extraterrestre ha tenido lugar, no ha sido como el cine, reflejo de nuestras paranoias, ha imaginado: ha sido una invasión silenciosa, quizás sin éxito.

Durante años, sin embargo, la teoría sostenida es que si llegaron hasta acá, lo hacen por alguna razón. Y con tecnología muy superior a la nuestra. El destino es de aniquilación inexorable. “Avatar” (2009), de James Cameron, coloca ese espejo ante nosotros: quizás imaginemos extraterrestres voraces de sangre porque somos nosotros los que no hemos superado nuestra historia de colonización y destrucción contra “el otro”.

“El otro”, de todos modos, es necesariamente ajeno. Despierta, necesariamente, miedos y dudas, como ese “venimos en son de paz” de “The Day the Earth Stood Still”. Y en algunos magníficos casos, esa paranoia del otro da la vuelta entera: en “20th Century Boys”, es un gobierno totalitario el que hace creer a la población que invaden los extraterrestres, para montar un operativo militar y mantener el miedo en la población.

Es una ficción, claro, de la era del 2001, de las Torres Gemelas y el pánico asociado. “They Live”, otra de Carpenter, de 1988, va un paso más allá, jugando con el mito de los reptilianos: la clase gobernante es en realidad alienígena, ya nos infiltraron, nos controlan.

Una exitosa serie se dedicó algunos años más tarde, de hecho, a connivencia gobierno-extraterrestre: “Los Expedientes Secretos X”. Y la misma intromisión alienígena se repite en la reciente “Invasión Secreta” de Marvel. Nos han entrenado para este nivel de paranoia. Entonces, cuando aparecen los anuncios de inminentes revelaciones desde Estados Unidos, el cinéfilo duda: ¿por qué ahora? ¿Qué se traen entre manos?

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