Espectáculos
SE ESTRENA “EL FOTÓGRAFO Y EL CARTERO”

Llega a Netflix el asesinato de José Luis Cabezas

Alejandro Hartmann repasa en su documental las aristas del caso Cabezas.

El 25 de enero de 1997, el cadáver calcinado del fotógrafo José Luis Cabezas fue hallado dentro de un Ford Fiesta incinerado, con dos tiros en la cabeza, a 15 kilómetros de Pinamar, donde horas antes había participado de una fiesta de la elite de una Argentina noventosa de excesos e impunidad de la que la localidad balnearia era epicentro. Un atentado contra la libertad de prensa que estremeció a la opinión pública, pero también mucho más: fue, dice Alejandro Hartmann, el director de “El fotógrafo y el cartero”, documental del caso que llega mañana a Netflix, el momento en que los ciudadanos argentinos “comenzaron a despertar” tras aquella larga siesta de la pizza y el champán.

Todos esos elementos nutren la película de Hartmann, estrenada en abril en BAFICI: la figura de Cabezas, el fotógrafo que osó capturar el detrás de escena del poder en aquellos veranos pinamarenses, las internas políticas, del “me tiraron un cadáver” de Duhalde a los lazos misteriosos de Yabrán con el poder, el exceso, la conmoción social. Pero sobre todo, dice Harmann, “el documental es una forma de invitar a los espectadores a pensar, a debatir y a recordar”.

En diálogo con este diario, el realizador, director del recordado videoclip “Abarajame” y de la serie documental “Carmel: ¿Quién mató a María Marta?”, afirma que “tengo total conciencia de lo que significó en su momento, lo viví. Y ese meterse en esta historia ya te mueve algo: contar esta historia es una responsabilidad. Enorme”, aunque, agrega, “algo, una responsabilidad social, nos impulsó a la vez a investigarlo”.

Pero Hartmann avisa que no se trata de la “versión definitiva” del caso, a pesar de que su estreno en una plataforma global, con millones de espectadores, provoque esa sensación: “No hay una versión definitiva de estas historias”, dice. “Uno hace una película, y una película es una pieza que dura 90 minutos, que tiene un límite temporal: es muy difícil contar todo, entonces, obviamente, hay un recorte, y eso también implicaba una gran responsabilidad”.

Además, la presencia en una pantalla de tanta exposición implica otro problema que tuvieron que sortear junto a la productora, Vanessa Ragone, showrunner de “Carmel”: “Alguna gente puede pensar en que llevar esta historia a la pantalla propone la espectacularización del tema, cierta banalización, que se convierta en un show. Con eso también había que tener mucho cuidado”, relata Hartmann.

En ese sentido, si bien la película se apoya en el género “true crime”, género de gran crecimiento al calor de las plataformas, para trabajar el suspenso, “en lo personal, y lo que charlamos con Vanessa, tanto este caso como el de María Marta, para nosotros el documental es un vehículo para invitar al espectador a pensar sobre cuestiones sociales. En el caso de Cabezas, lo importante es recuperar la memoria de José Luis, tratar de entender quién era, contar ese contexto político, tan oscuro, de los 90, donde la gente, harta de lo que sucede, y entendiendo el crimen de Cabezas la gota que rebasa el vaso, sale a la calle a pedir justicia. Y donde el periodismo iluminaba a la sociedad, iluminaba esa oscuridad, había una relación entre el periodismo y la sociedad que es bueno recordar.

Todo esto es para mi lo más importante, y en todo caso el suspenso, la historia del crimen y la investigación, son vehículos para pensar esto otro”. Junto a Hartmann, recuerdan el estremecedor hecho varios protagonistas, como el abogado Alejandro Vecchi, abogado de la familia, su colega Gabriel Michi y nada menos que Eduardo Duhalde. El director se lamenta, sin embargo, no haber conseguido voces del círculo íntimo del fotógrafo, más allá de las imágenes de archivo: su hermana Gladys, muy vocal en su pedido de memoria, y su viuda, estuvieron entre las primeras convocadas, cuenta el director, y siguieron el proyecto, pero “Gladys decidió no estar”, relata Harmann. “Ella tiene su propia agenda respecto a recordar a José Luis y reclamar justicia en relación a la impunidad que terminó ocurriendo tras las condenas. Y creo que es muy respetable. Quizás también algo en relación a esta espectacularización del caso decidió no estar”.

Tampoco hay voces alrededor del otro ausente del documental: Alfredo Yabrán. Algo “que quizás hubiera permitido un Yabrán más de carne y hueso, menos misterioso”. Yabrán, opina el director, “tiene algo mítico ya de por sí, lo rodea ese mito del self made man, del hombre que se hizo a sí mismo, pero a la vez no se entiende cómo termina dominando sectores estratégicos del país. Y no quiere que le saquen fotos…”

“Pero a su vez”, advierte, “no había que mitificarlo más de lo que es: es un personaje real, que tuvo una participación bastante probada en relación a este horrendo crimen. Entonces había que ser cuidadoso”. Es que, como mencionaba el cineasta, lejos de ser un caso cerrado, una herida sanada, el caso, resuelto para la Justicia, sigue latiendo doloroso: hoy, ninguno de los implicados se encuentra encarcelado, con varios de los asesinos beneficiados con prisión domiciliaria o en su casa gracias al “dos por uno”.

“Dice algo muy triste de Argentina, y por eso la película es muy triste”, dice Harmann al respecto. “Se hizo justicia pero hubo inmediatamente impunidad. Pero para mi es importante que se haya hecho justicia, y recordar que se hizo justicia: a pesar del 2x1, de las liberaciones, creo que tenemos que recordar que sí se puede hacer justicia, que la justicia puede actuar rápidamente, que podemos tener una justicia que funcione. Este es un país de impunidad, pero también uno de los pocos países que juzgó a sus juntas militares genocidas, y eso está bien recordarlo, no quedarse solo con esa idea de impunidad y corrupción”.

De recordar, finalmente, se trata “El fotógrafo y el cartero”, afirma Hartmann, citando la consigna ligada al caso: “No se olviden de Cabezas”, consigna de sujeto tácito que “asume el deber de la memoria, que puede iluminar el futuro”. “Ese es el rol social de los documentales, por eso para mi es importante hacer cine documental”, relata, y explica que junto a Ragone decidieron hacer el documental tras preguntar en la productora sobre Cabezas y descubrir a una nueva generación “que no conocía el caso”.

En ese sentido, si bien insiste Hartmann con que latía el peligro de la espectacularización, de la banalización del caso, también los impulsaba hacia adelante ese afán de memoria: “Y ese es la razón por la que propusimos esta historia a Netflix: el riesgo de la espectacularización estaba, pero nosotros creemos que nuestra intención la memoria, recordar a José Luis, y también esos momentos horrorosos en los que, como sociedad, nos dormimos. Y cómo, como sociedad, pudimos abrir los ojos otra vez”.