Desde San Pedro, a la vera del Río Paraná, Axel Kicillof encabezó ayer el acto oficial que planteó su gobierno por el Día de la Soberanía Nacional, fecha que recuerda la Batalla de la Vuelta de Obligado ocurrida el 20 de noviembre de 1845. Desde que se tensó la relación entre el gobernador y Cristina Kirchner, cada aparición de ambos genera expectativa por lo que dirán y por la posible escalada de esa pelea, que está en una suerte de tregua maquillada pero que no se ha desactivado.
Salvo la obvia ausencia de referentes camporistas -hay varios en su propio gabinet
e- ayer Axel no profundizó ninguna disputa. Porque el acto por aquella gesta patria fue, básicamente, un acto con tono electoral en contra del presidente Javier Milei. A quien el gobernador acusó de ser una suerte de “entregador” de todo tipo de soberanía posible. “Vende patria que gobierna”, lo definió.
Kicillof sigue así construyendo su perfil de opositor al libertario, apoyado en su rol de mandamás de la provincia más grande del país. Lo mismo hace Cristina desde hace un tiempo, consciente de que su fuerte es el Conurbano. Y en especial desde que le ratificaron en segunda instancia la condena a seis años de prisión en la causa Vialidad: se apoya en ese dato negativo para definirse como perseguida, precisamente por su condición de líder popular. Lo “positiviza”, digamos.
Lo dicho: Axel no aludió a ella esta vez. Su misión era otra: tratar de polarizar con Milei. La relación entre el gobernador y Cristina, en otros tiempos de devoción del primero hacia la segunda, se enturbió cuando Kicillof empezó a explorar un espacio propio dentro del peronismo, con la vista puesta en su posible candidatura presidencial de 2027, pero se topó con la jugada de la expresidenta de quedarse con la titularidad del PJ nacional, algo que ya se concretó.
Así, la dama auto esculpió su figura como jefa de la principal fuerza opositora al gobierno mileista y, otra vez, volvió a capturar la centralidad política vernácula. Más allá de felicitaciones de ocasión vía redes, Kicillof nunca adhirió a esa movida. Algo que molestó mucho al camporismo y, dicen, a la propia CFK. De hecho, el gobernador sigue con su construcción, que incluye una agenda con visitas a todas las secciones electorales de la Provincia. La de ayer fue a la Segunda.
Claro que el camporismo se enfadó también por otra cosa: Axel ha reclutado a muchos intendentes del PJ, molestos con los usos históricos de Máximo Kirchner en el partido, que apoyan su aventura independentistas y que, además, avanzan en armados propios locales -con actos, presencias, etc- en distritos gobernados por kirchneristas. Varios de La Cámpora. Como en Quilmes, donde la cristinista Mayra Mendoza acaba de regalar una notable diatriba diferenciadora de Kicillof.
ANTECEDENTE
Un mes antes de la jornada sanpedrina, en el pasado Día de la Lealtad Peronista, Axel había estado en Berisso (Tercera Sección) en un acto mucho más político y más multitudinario, que fue usado en el mundillo justicialista como vara de medición de apoyos. Ayer se vio a funcionarios de su equipo, algunos sindicalistas, la vicegobernadora Verónica Magario, el intendente local de origen gremial, Cecilio Salazar, y no mucho más. Fue una puesta, si se quiere, más institucional.
Abrió en rol de historiador contando el episodio de la Batalla de la Vuelta de Obligado en la que, muy resumidamente, las tropas de la Confederación Argentina se enfrentaron a una alianza de ingleses y franceses que pretendía controlar el comercio por la vía navegable del Paraná. La estrategia incluyó el tendido de gruesas cadenas para frenar el paso de las naves enemigas y el respaldo de cañones desde tierra.
El monumento desde donde habló ayer Kicillof es una suerte de semicírculo construido con enormes cadenas y escoltado por una figura de Juan Manuel de Rosas, que entonces gobernaba Buenos Aires. El gobernador aprovechó ese contexto para situar a la provincia que comanda -léase él mismo- como el actor que se opondrá a las supuestas entregas de soberanía de Milei. Que, según su lógica, sería en todos los planos posibles: en el de las relaciones comerciales internacionales (salida de los BRICS, fría relación con el Mercosur), en el plano del subsuelo (tema recursos naturales), en el aire (posible privatización de Aerolíneas Argentinas), en la educación y el conocimiento (la pelea con la universidad pública) y la lista sigue.
Advirtió: “Se lo digo a Milei. Hay que proteger la industria nacional. Lo entiende Trump. Lo entiende medio planeta, las principales potencias. Y nos quieren entregar de pies y manos”.
El gobernador dedicó un rato a hablar de la Hidrovía, la vía navegable del Paraná que transporta gran parte del comercio exterior. El gobierno ya anunció el llamado a licitación para privatizarla, aparentemente por 30 años. Axel trazó una comparación de este tema con la batalla que ayer se conmemoraba, en el sentido de la disputa que representa hoy -el posible ingreso de capitales extranjeros a manejarlay representaba en aquel entonces.
Además, apuntó contra el Gobierno por su relación con las provincias. “Nosotros que creíamos que la discusión de unitarios y federales era de otro siglo; ahora le quieren sacar todo a las provincias para quedárselo en las 20 manzanas porteñas, en la City y los barcos. Unitarios, centralistas, las mismas batallas”, sostuvo un Axel que reconoce su origen político en la Ciudad de Buenos Aires. Antes, claro, de su mudanza a La Plata.
Compartir