El kirchnerismo duro contra Kicillof
Desde que el Gobernador bonaerense insinuó el armado del postkirchnerismo, escaló la disputa y ahora el control del PJ es el último eslabón de una cadena de enfrentamientos.
Hace poco más de un año, en plena campaña electoral para las elecciones generales de octubre, Axel Kicillof lanzó una definición que vista ahora en perspectiva, se terminó por transformar en el inicio de la pelea con el kirchnerismo.
En aquél entonces, desde la facultad de Psicología de La Plata, disparó: “Perón, Evita, Néstor y Cristina; no tengo ninguna duda de que son los momentos más gloriosos que vivió nuestro país. Pero creo que tenemos que ir dándole un carácter de época y generacional nuevo. No podemos vivir más, y no es justo que vivamos más de ellos”, subrayó, y agregó: “Tiene tufillo a esas bandas de rock que tocan los viejos grandes éxitos y uno sabe. Pero bueno, va a haber que componer. Va a haber que componer una nueva, no una que sepamos todos”.
Para el kirchnerismo, la convocatoria al armado de una suerte de postkirchnerismo se transformó en un desafío intolerable. Desde allí, la pelea fue escalando conforme Kicillof encaró, de a poco, el armado su propia arquitectura política con la idea de darle musculatura a su proyección presidencial. Se rodeó de intendentes, varios de ellos enemistados con el hijo de la ex presidenta. Jorge Ferraresi (Avellaneda) es una de las puntas de lanza.
Hay algo más que Máximo Kirchner nunca terminó por digerir: que Kicillof resistiera su idea de ir como candidato a presidente en las elecciones de 2023. Esa disputa se agudizó tras la derrota electoral del oficialismo a nivel nacional. Kicillof salió fortalecido al retener la Provincia y las tensiones se hicieron más evidentes con La Cámpora.
Uno de los armadores kicillofistas más apuntados es Andrés “Cuervo” Larroque, otrora lugarteniente de Máximo Kirchner. Durante un acto en San Vicente se despachó con todo contra la forma de conducción de la “orga” de la que supo ser secretario general. “¿Qué es la conducción de Cristina, que tres ñatos te manden un WhatsApp?”, se preguntó con un tono bien crítico. Lo de Larroque no era nada inocente: le estaba disparando a Emanuel González Santalla, Martín Rodríguez y Facundo Tignanelli, tres laderos de Máximo que bajan directivas a dirigentes, referentes y militantes.
La curva de la disputa se fue ampliando y ganando en intensidad. Llegaron los actos compartidos en distritos camporistas en los que Kicillof era recibido por intendentes con gestos adustos.
Mientras tanto, el armado kicillofista no retrocedió. Ferraresi fue el encargado de armar tropa en comunas “enemigas” como Lanús y Quilmes, dos terruños camporistas. Los intendentes de esos distritos, Julián Alvarez y Mayra Mendoza, le devolvieron la gentileza con una denuncia contra el Puerto de Dock Sud, donde Ferraresi tiene amplia incidencia.
La disputa siguió escalando y pareció alcanzar su pico cuando Máximo Kirchner encabezó hace un mes un acto en el club Atenas donde disparó munición gruesa contra Kicillof.
Señaló que buscaría quedar en el rol de víctima. La militancia camporista hizo lo suyo. “Si querés otra canción, vení, te presto la mía”, entonó en respuesta a la convocatoria que había lanzado el Gobernador.
Luego llegó la tensión por el control del peronismo. Kicillof venía apoyando la postulación del riojano Ricardo Quintela, pero hace algunos días apareció un operativo clamor para que la propia Cristina Kirchner se quedara con el control partidario.
El kirchnerismo presionó hasta hace horas para que Kicillof se decidiera a respaldar a Cristina. El Gobernador encabezó el jueves un acto en Berisso donde convocó a la unidad, ponderó a la vicepresidenta pero nunca le terminó dando el aval. La disputa está al rojo vivo.