Axel Kicillof saldrá de la escena doméstica por un par de días mientras se suenan los tambores de una guerra, todavía controlada, que se libra en el peronismo. Viajará a México, donde fue invitado a la asunción de la nueva presidenta de ese país, Claudia Sheinbaum, prevista para el 1 de octubre.
Más allá de las afinidades políticas con la nueva mandataria, al Gobernador parece calzarle justo ese alejamiento temporario en estos tiempos de turbulencias que transita el oficialismo bonaerense. En primer lugar, porque le permitirá desplegar una agenda internacional que de alguna forma contribuye a potenciar sus sueños presidenciales. También, porque colabora a sostener el mensaje que el propio Kicillof le bajó hace algunos días a intendentes y funcionarios con los que se reunió luego de que Máximo Kirchner blanqueara desde La Plata, a pocas cuadras de la Gobernación, que hay una disputa declarada. En el núcleo kicillofista escucharon la directiva de eludir el cruce dialéctico con el kirchnerismo duro. Por ahora, sólo por ahora, esa directiva se cumplió.
Nadie se atreve a apostar el tiempo que tardarán los más entusiastas militantes del proyecto Kicillof en volver a alzar la voz, en especial, contra Máximo Kirchner. “La relación está rota”, admiten. Luego del acto del club Atenas y los dardos apuntados al Gobernador, no aparecieron gestos para retomar el diálogo.
La estrategia kicillofista pasa evitar el barro de la pelea de poder con Máximo y Cristina Kirchner, que existe y es real. Prefiere ser visto como la antítesis del presidente Javier Milei.
La actividad de gestión que encabezó hace algunas horas en Punta Alta buscó potenciar ese perfil cuando disparó críticas sobre el líder libertario ante la posibilidad de que se escurra la millonaria inversión que supone construir una planta de gas licuado en Río Negro, por la que Kicillof peleó para Bahía Blanca.
Pero la dinámica de la disputa interna no se detiene. Por abajo, circula sin tantos frenos ni sinuosidades. Hay gestos que tienen su contundencia, como el acto que se está preparando en Berisso para conmemorar el 17 de Octubre en el que Kicillof será principal orador. No se trata de una movida regional, sino que está pensado como una actividad para el Conurbano que acaso refleje parte de la musculatura política que está buscando exhibir el sector del Gobernador justo allí donde Cristina Kirchner anota sus adhesiones más fuertes.
No es la única señal. El intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, ha venido tensionando con La Cámpora con visitas, armados y recorridas a distritos como Quilmes y Lanús controlados por intendentes alineados con Máximo Kirchner. Hace algunas horas publicó una foto junto a un grupo de militantes de La Plata con una definición fuerte: “La salida para el pueblo es junto a Kicillof”.
El jefe comunal integra desde hace tiempo la mesa chica del Gobernador. Y es uno de los apuntados por el kirchnerismo por supuestamente impulsar, aseguran, un plan para orquestar la ruptura con Cristina Kirchner. La puja derrama a otras peleas en las que aparece envuelto Kicillof. Por caso, la que se libra alrededor de la elección del nuevo presidente del PJ nacional. El bonaerense viene expresando su apoyo al riojano Ricardo Quintela. Cristina Kirchner tendría otra idea, luego de explorar la posibilidad de promover a la senadora catamerqueña Lucía Corpachi: patear la renovación de autoridades para marzo. Por las dudas, Ferraresi ya prepara una actividad junto a Quintela en su distrito para el 9 de octubre, bajo el ropaje de ciclo de formación política.
Los radicales, mientras tanto, en una semana irán a las urnas para definir la nueva conducción del Comité Provincia. Es una disputa de poder entre el sector que lidera Maximiliano Abad, que impulsa a Miguel Fernández, y el armado de Martín Lousteau y Facundo Manes, que promueve a Pablo Domenichini.
Hay dirigentes que aconsejan prestarle atención al Conurbano, allí donde reinan los aparatos partidarios que manejan Gustavo Posse en la Primera sección, ahora alineado a Abad, y el sector de Lousteau en la Tercera. No obstante, creen que la balanza se terminará inclinando en el interior. Todos miran puntualmente a Mar del Plata y los distritos vecinos donde la influencia de Abad es notoria.
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