Axel Kicillof esquivó prolijamente hacer cualquier referencia a la disputa interna que se libra en el oficialismo bonaerense. Buscó centrar su discurso en las críticas al Gobierno nacional durante el acto que encabezó ayer en Mar Chiquita en el que, de alguna forma, volvió a mostrarle los dientes a La Cámpora al exhibir parte del armado político con el que pretende cimentar su proyección nacional.
Acaso haya sido el reflejo, también, de algún gesto amigable que en la Gobernación creen haber percibido de parte de Cristina Kirchner, que invitó a Kicillof a subir para la foto final de su propia actividad que encabezó el viernes en Merlo. Fue, con todo, una señal módica: en su larga alocución la ex presidenta obvió cualquier mención al mandatario provincial.
Mucho más elocuente fue el recibimiento que la militancia ultra K le tributó a Cristina y que tuvo que escuchar Kicillof: le volvieron a pedir que sea candidata en 2027.
El Gobernador, pese a que evitó hablar de la interna, dio un paso más en dirección a instalar su figura como presidenciable. Ayer en el acto que encabezó en Mar Chiquita, dejó en claro su decisión de acelerar con ese proyecto. “Hay que construir desde la Provincia una alternativa de futuro que nos permita revertir la destrucción en curso”, lanzó. Una declaración con tono de candidato presidencial que aplaudieron intendentes y legisladores. Ninguno, claro, del kirchnerismo duro.
Ese nivel de tensión cruzó, aunque más acotado y dirimido en forma subterránea, al radicalismo. Dirigentes de la UCR bonaerense ensayaron hasta hace algunas horas intentos de unidad que evitaran la interna partidaria convocada para el 6 de octubre, que terminaron naufragando en medio de posiciones irreductibles de algunos sectores.
Al final, dos listas quedarán en la cancha. Una, la que lidera el ex intendente de Trenque Lauquen, Miguel Fernández, respaldada por el senador nacional Maximiliano Abad, Gustavo Posse y el ex vicegobernador Daniel Salvador. Es el armado que actualmente controla el partido y que busca retener la presidencia del Comité Provincia. En la vereda de enfrente se pararon Martín Lousteau y Facundo Manes, que empujan al diputado provincial Pablo Domenichini.
Las versiones que circulan por estas horas es que Salvador y emisarios de Manes ensayaron una serie de contactos en busca de la unidad. Habrían fracasado frente a la intransigencia de Lousteau y del resto del armado que lidera Abad.
“Hay dirigentes que les conviene la interna”, decía con algo de lógica alguno de los involucrados en la pelea, pese al reclamo de un núcleo importante de intendentes que piden, ya casi sin ánimo, la unidad.
“A Maxi (Abad) un triunfo le permitiría derrotar nada menos que al presidente del partido (Lousteau) y a Manes, que tienen aspiraciones para 2027. Lo revalidaría como jefe del partido en la Provincia y podría proyectarlo como un dirigente con peso nacional”, se avaluaba.
Si bien cerca de Lousteau sueñan con dar el batacazo, creen que aún en un escenario de derrota quedarían de todos modos bien posicionados en distintas secciones de la Provincia de cara a la discusión del año que viene por las candidaturas. Acaso exista una coincidencia tácita de una envergadura tal, que haya conducido al fracaso los intentos radicales por evitar la pelea en las urnas.
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