Juan Manuel Casella, presidente de la Fundación Ricardo Rojas y ex ministro de Trabajo de la Nación en la administración de Raúl Alfonsín, dialogó con diarionucleo.com sobre la situación social y económica que atraviesa el país.
Además, el ex diputado provincial y nacional, cuestionó la política exterior de Javier Milei y trazó un paralelo entre la situación laboral en la presidencia de Alfonsín y el actual presidente de la Nación. A su vez, defendió el Plan Austral aplicado por el radicalismo, aunque advirtió que el problema fue que no supieron aplicarlo rigurosamente.
-¿Qué opinión tiene al respecto de la llegada a la presidencia de la Nación de un “outsider” de la política como Javier Milei?
-Milei es el producto de los fracasos anteriores. La política argentina ha venido deteriorándose en los últimos 15 o 20 años. Y ese deterioro ha sido progresivo y sostenido, incluyendo al gobierno de Juntos por el Cambio que presidió Mauricio Macri.
Todo eso fue creando un estado de ánimo negativo en la sociedad que percibió que no había salida para sus problemas, fundamentalmente, económicos y sociales, además del crecimiento de la pobreza y el notable incremento de la inflación.
Esa sensación de enojo, decepción y bronca se profundizó durante la presidencia de Alberto Fernández, quien demostró no tener capacidad resolutiva. Esa sensación de agobio, de desesperanza, de frustración y de enojo buscó alguna manera de expresarse.
-¿Y lo hizo a través de Milei?
-Se expresó a través de alguien que venía desde afuera del sistema y que lo estaba impugnando con un lenguaje muy claro y comunicativo. Milei no nació de un repollo, sino que fue la consecuencia de los fracasos previos que terminaron con el incremento del enojo social.
-¿Los votos de Milei tienen el mismo origen?
-No. Él se define como un hombre de la ultraderecha. Por lo tanto, todo el pensamiento reaccionario auténtico que hay en Argentina lo acompañó, no por bronca, sino por coincidencia.
-¿Cómo ve la coyuntura económica y social del país?
-Milei contribuyó al agravamiento social y económico del país, porque aplica una política cuyo único propósito consiste en ajustar y reducir el gasto público. Cosa que es necesaria, pero esa reducción debe darse en un proceso de crecimiento que se perciba. No solamente reducción del gasto, sino reducción del gasto en el marco de un programa de crecimiento económico.
Milei es ajuste y nada más, y eso incluyó en una devaluación de alto nivel, lo que provocó que los sectores que viven de ingresos fijos hayan sufrido desde diciembre del año pasado hasta ahora un deterioro en sus ingresos, que ya venía anunciándose con el gobierno de Fernández.
-Con el agravante que el país tiene casi un 60% de pobres…
-Si trasladamos ese número a los jóvenes menores de 30 años entendemos que casi el 70% están viviendo en la pobreza. Y no se advierte que se produzca el nivel de inversión pública o privada que permita impulsar un programa de crecimiento. Por este camino nos salimos, porque es posible que presentemos el gasto público equilibrado, pero a costa de un costo social enorme.
-¿Cuál sería la política, sobre todo económica, que más contribuiría para salir adelante?
-Hay que convocar a políticas de mediano y largo plazo, que es lo que le está reclamando el Fondo Monetario al gobierno. Que sea previsible. Es decir, que fije horizontes que sean discernibles hacia los cuales estemos avanzando. Eso hay que hacerlo.
-¿Cómo se hace?
-Eso se hace convocando a los adversarios en lugar de insultarlos. Las políticas públicas son políticas que son de esa naturaleza, porque tienen una duración mayor de la de un gobierno. La continuidad se produce a pesar del cambio. Esas son políticas de Estado. Y para lograr esas coincidencias hace falta convocar. Pero el Presidente no convoca, sino que expulsa y rechaza.
Eso es lo que hace en el campo interno con el Congreso de la Nación y con los partidos políticos. Lo más grave es que hace lo mismo con los que él considera sus adversarios exteriores. Hoy tenemos un conflicto grave con Brasil, que es nuestro principal cliente de productos industriales. Por lo tanto, ahí estamos perdiendo un instrumento de crecimiento que son las importaciones.
-¿Ve alguna coincidencia en cuanto a la situación laboral que se está viviendo Argentina con lo que fue la presidencia del doctor Raúl Alfonsín?
-No, no hay coincidencia. La situación del gobierno de Alfonsín fue económicamente mala en el último año y medio de su gobierno. Previamente, a partir del 85, se puso en marcha el Plan Austral, que fue muy exitoso. El deterioro del mismo provino de que los políticos no entendimos que había que mantenerlo rigurosamente.
El programa fue un muy buen diseño técnico que también eliminaba el déficit del gasto público pero, al mismo tiempo, incluía elementos que permitían mejorar el salario para no reducir a la población a la pobreza.
Eso no fue ejecutado rigurosamente por el sector político y ese plan, a los dos años, empezó a hacer agua. La última etapa del gobierno de Alfonsín se volvió muy poco manejable porque, además, cayeron brutalmente los precios de las materias primas que Argentina exportaba y ahí estuvimos sin financiación.
-A nivel provincial, ¿cómo ve a la UCR?
-En realidad al partido lo veo mal a nivel provincial y nacional. La provincia de Buenos Aires tiene una importancia estratégica por su tamaño, por su condición demográfica y su capacidad económica. Por lo tanto, lo que pase políticamente en Buenos Aires influye en todo el país.
-¿Qué sucede con la UCR en Buenos Aires?
-Primero, no tenemos ni la cantidad ni la calidad de dirigente que deberíamos tener. Ha habido una generación que ha ido desapareciendo y otra que está desapareciendo. Y no se percibe que aparezca el número de dirigentes jóvenes necesarios para abastecer a un partido grande.
En segundo lugar, la conducción política de la provincia de Buenos Aires tiene el mismo efecto que la nacional: no convoca a la discusión y, por lo tanto, no hay discusión de ideas. No hay análisis político que termine en propuestas para la interna y para afuera. Y, por lo tanto, no hay contenidos. El partido se parece más bien a una agencia electoral que a un partido político. Porque un partido político tiene una visión de país y nosotros no la estamos transmitiendo.
-En provincia se puede percibir una fuerte interna entre Facundo Manes y Maximiliano Abad…
-Sería saludable que hubiera una competencia interna entre dos propuestas, no entre dos nombres. Lo que me parece que debemos hacer es exigirle a Abad por un lado, que ya debería hacerlo porque es presidente del partido en provincia, y a Manes por el otro, que es una buena apuesta para el futuro, que nos dijeran cuáles son sus propuestas de políticas públicas para discutirlas, en vez de discutir nombres y cargos. Eso es lo que nosotros queremos.
-¿Y cree que le hace bien al partido las divisiones?
-No. Estas divisiones no sirven para nada. He vivido etapas en que la discusión interna tenía sentido. Y recuerdo dos episodios importantes, uno de esos no me tocó vivirlo y fue cuando se creó el Movimiento Intransigente de Renovación, en 1945, que le dio al partido una impronta moderna y actualizada.
La segunda fui parte, y fue la de Renovación y Cambio con Alfonsín que le dio al partido una nueva perspectiva vinculada con la reconstrucción de la democracia y la defensa de los derechos humanos. Por lo tanto, esas dos contiendas sirvieron porque generaron un movimiento interno que produjo efectos políticos.
Por eso suelo decir que Alfonsín y Balbín, que fueron los que se enfrentaron en ese proceso, son figuras complementarias. Porque Balbín, a partir de su encuentro con Perón, abrió un auditorio que el radicalismo no tenía. Allí los peronistas empezaron a escuchar el mensaje radical. Y detrás vino Alfonsín, que trajo el mensaje justo y por eso ganaron las elecciones porque muchos peronistas votaron a Alfonsín. De manera que esos procesos sirven.
-¿Y la discusión de Manes y Abad?
-La discusión de si Manes o cualquier otro es candidato no sirve. Es insuficiente porque son nombres propios y nada más.
-Siempre recalca que las ideas son más importantes que los nombres…
-Obviamente. Eso le falta la política argentina. No solamente en nuestro país, sino en todos lados. Si usted ve lo que es la elección norteamericana, sorprende de la falta de ideas. Están discutiendo si Biden es muy viejo o si Trump es un corrupto mentiroso. Las dos cosas son verdaderas. Biden es viejo y Trump es un corrupto mentiroso. Pero de eso no salimos. Entonces, ¿a dónde quiere ir Estados Unidos? ¿Cuál es la propuesta de Estados Unidos para el mundo? No solamente para su propia sociedad. Me parece que ahí también faltan las ideas.
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