El oficialismo se alista para dar en la Provincia la batalla final, convencido de que una diferencia de unos 20 puntos en favor de Sergio Massa puede ser decisiva para depositar al tigrense como inquilino formal, contrato electoral mediante, en la Casa Rosada. El 60-40 del que tanto se habla en los últimos días es la ambiciosa meta que se trazó Unión por la Patria para empujar a su candidato a la victoria sobre Javier Milei.
El peronismo asiste a un desafío si se quiere impensado hace apenas tres meses, cuando antes de las Primarias el escenario de catástrofe electoral asomaba casi sin remedio. El revivir que significaron las generales de octubre gatilló el clima que se respira hoy: si bien se admite que el balotaje será una final muy apretada, también se cree que la posibilidad de conservar el poder es una empresa factible.
Los intendentes peronistas son un insumo clave en la nueva meta. Todos ellos ya han sido reelectos, pero tanto Massa como Axel Kicillof creen que ninguno se guardará nada porque también ponen mucho en juego. Ambos se encargaron de agitar el factor miedo a Milei frente a ese poder territorial al que no quieren ver dormido. La llegada de fondos frescos y la promesa de ejecución de obras son combustibles para que ningún alcalde apague motores.
Todo vale para llegar a ese 60%. Incluso, apartarse de la línea de campaña que trazó Massa en la que las actividades de cercanía sobresalen sobre cualquier manifestación masiva. Si algún intendente cree que le puede rendir más algún acto en su distrito, lo hará. En el propio oficialismo se admite que la meta del 60% es ambiciosa.
En la Provincia, Massa tuvo una diferencia de 17,1 puntos con Milei. Diez puntos de distancia en la elección bonaerense significan casi 4 puntos en el conteo nacional. Los 20 anhelados se traducirían en 8. Pero la incertidumbre es grande. El resultado del balotaje depende en buena parte de lo que ocurra en la Provincia, pero también de los apoyos que consiga la candidatura de Massa en otros distritos que se vienen mostrando esquivos al kirchnerismo.
Córdoba es uno de ellos. Massa hizo una escala fuerte de campaña en esa provincia. Milei cerrará su actividad allí donde resultó el candidato más votado. El factor cordobés y su fuerte sesgo anti K no es el único que impacta sobre las expectativas del resultado bonaerense. La teoría de las compensaciones vuelve sobre la necesidad de Massa de que Buenos Aires sea el tractor de su triunfo.
Los libertarios confían en que aquella diferencia de 20 puntos no sea tal. Milei obtuvo el 25% de los votos en la Provincia y aspira a llevarse buena parte del 24% que consiguió Juntos por el Cambio a través de su nueva socia, Patricia Bullrich. Aseguran que un 70% de los que optaron por la exministra de Seguridad de Mauricio Macri se inclinarán por La Libertad Avanza. “No solo está el voto duro del PRO, también hay radicales que rechazan cualquier forma de kirchnerismo”, describen. Según esa cuenta, Milei ya estaría en el 41%. Pero una cosa es conseguir los votos y la otra, poder contarlos.
En varios distritos del Gran Buenos Aires las listas de Milei estuvieron pobladas por candidatos con relaciones más o menos fluidas con el massismo. Al menos en el ala dura del PRO aliada al candidato libertario no creen que algunos de esos dirigentes vayan a jugar a fondo en defensa de los votos que necesita Milei para derrotar a Massa.
La eficacia de ese despliegue es una incógnita. Varios de los intendentes que fueron contactados sufrieron derrotas en octubre. Acaso estén atraídos por otros menesteres, por caso, transitar una transición ordenada que les evite problemas futuros.
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