El rector de la UNNOBA y flamante integrante del Consejo de la Magistratura de la Nación, Guillermo Tamarit, habló sobre los 20 años de la institución y analizó el impacto de la crisis económica en la institución, alumnos y graduados.
-¿Cuál es el balance de estos veinte años?
-Tomamos esta excusa de los veinte años para tener un año con muchas propuestas, sobre todo lo que tiene que ver con la evaluación interna de la Universidad. Tuvimos también la evaluación externa de la Coneau, que hacía diez años que no la hacíamos. Y ahora estamos por presentar, en diciembre, cuando se cumplan los veinte años, un plan estratégico para desafiarnos en términos de lo que viene.
Es un balance positivo, todos estamos conformes con lo que la Universidad va desarrollando, pero también entendemos que no alcanza. Vamos cumpliendo objetivos, pero la dinámica territorial, económica, social, política, requiere de sus instituciones mayores compromisos. Seguimos arrastrando problemas estructurales muy graves y a la Universidad le toca estar a la altura de estos desafíos.
-¿Cómo impacta la crisis económica en la Universidad?
-Perdés futuro, es muy difícil programar, ni siquiera para el año que viene. Estamos discutiendo ahora el presupuesto universitario, estaríamos muy conformes con garantizar la continuidad de todas nuestras actividades e incorporar obras.
Hay dos niveles, el de la crisis local y, por debajo, el de la ciencia y la tecnología, donde los desafíos son permanentes; no nos están esperando. Por eso estamos enfocados en que nuestros graduados, nuestros investigadores no pierdan el paso a pesar de la crisis, porque hay una dinámica global que las universidades tenemos que perseguir.
-En este contexto de crisis, muchas veces se busca acortar el camino, con empresas que comienzan a acreditar sus propios conocimientos.
-Ahí hay un problema enorme, porque la Argentina tiene hoy salarios equivalentes a lo que ofrecen a informáticos en la India, pero ese no es nuestro destino. El destino de la Argentina, por su tradición educativa, no es formar a aquellos que se inician haciendo prestaciones a las empresas, sino tener recursos humanos sofisticados, que es el rol que siempre han ocupado los profesionales de la Argentina.
Y por eso son reconocidos en cualquier lugar del mundo. Ahora claro, con los salarios que tenemos, estamos en la base de esa demanda laboral. Por eso digo que no es solo la capacitación de los jóvenes, sino un marco de estructura macro económica que les permita insertarse con mejores expectativas. Hoy puede ser atractivo, para alguien de 20 años, ese salario, pero en poco tiempo le va a resultar insignificante y, además, con una competencia abierta en el mundo.
Tenemos que apostar a formar de la mejor manera los recursos y que sean bien remunerados, que sean trabajos de calidad. La empresa tiene que ganar dinero, para eso está. Los gobiernos, la macro economía, nosotros -desde el rol de formadores de recursos humanos- tenemos que dotar de otras posibilidades a los que hacen el esfuerzo de estudiar.
“Tenemos que apostar a formar de la mejor manera los recursos humanos y que sean bien remunerados”
-¿Qué le sucede cuando se publican encuestas donde un altísimo porcentaje de los jóvenes se quiere ir del país?
-Desazón. Estamos en un muy mal momento y, además, ya hace mucho que estamos en un mal momento, por lo que no parece un episodio, sino una tendencia. Yo les digo a todos lo mismo, que hagan la experiencia.
No creo que el problema sea que tengan ganas de irse. El problema es que no tengan ganas de volver. Tenemos que lograr condiciones para que también quieran volver. Cada vez tenemos ciudadanos más globales, pensar que un estudiante no quiera conocer otro país, no quiera participar de otras experiencias sociales, es una ilusión, porque hasta en los celulares tenemos esas experiencias y, siendo jóvenes, todos quieren vivirlas.
Y me parece natural. El problema es otro, que ellos también se puedan imaginar en este país, desarrollándose.
-Existe también una percepción de la crisis que es aún más negativa de lo que es en realidad.
-Es la persistencia de la falta de futuro. En la medida en que aparezca un acuerdo, un consenso respecto a cuál es el destino que establecemos como sociedad: la producción agroalimentaria, la industria automotriz, el desarrollo de energías alternativas, la industria del conocimiento, creo que todo va a volver a un cauce de normalidad.
Nos podemos ver mejor o peor, circunstancialmente, pero no como que este país no tiene destino. Ahora, cuando uno persiste tanto tiempo en una situación de crisis, es difícil, porque el desánimo, las coartadas, dan origen a un debate que no es fructífero.
-A diferencia de otros momentos de crisis, hoy hay mucha gente que no tiene esperanza, ni siquiera en un cambio de gobierno.
-Macri se constituyó como una expectativa de cambio y terminó en una frustración. Y lo mismo pasó con Alberto Fernández. Venimos de mucho tiempo sin que se genere esta idea de cambio, de mejora. No hay consenso respecto a cuestiones básicas, que puedan ordenar esta situación y dejar la lucha política para las elecciones.
-Estos acuerdos reclaman de una dirigencia moderada, pero en las encuestas crecen los extremos.
-Sí, por eso es insólito que, a mayor crisis, apostemos a diferenciarnos más. Todos los países que han tenido crisis de estas características las resuelven a partir de los consensos. No hay ningún modelo en el cual, con este nivel de crisis, las polarizaciones resuelvan la situación.
Es un período en el cual esto tiene que llegar a un piso, a partir del cual establezcamos esos consensos. Estamos con un sentido de revancha entre un sector y otro, pero así nos va. Hay una evidencia de que ese no es el camino.
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