Vivo en una casaquinta con una añosa arboleda, fruto de la visión pionera de mi suegro y su continuadora, su bella hija que también recibió como herencia vocación emprendedora. Escribo estas líneas de madrugada, inspirado por insomnes cavilaciones, siendo interrumpido en mi tarea por el comienzo del cantar de los zorzales que anidan y pernoctan en los maderos cuasi centenarios. Ello me recuerda al poeta hindú Rabindranath Tagore que definía la fe como “el pájaro que canta cuando el amanecer todavía está oscuro”. Esto es, mis aves desde la oscuridad confían en que llegue la claridad.
Pero existe otro tipo de fe, como un dogma religioso, cual es la orientación política de los habitantes de algunos partidos del Conurbano provincial que pese a su pauperización endémica continúan votando al peronismo en los distintos tipos de elecciones efectuadas. Gobernados por más de una treintena de años, desde el retorno de la democracia, por dicho partido político, continúan chapaleando en el barro, colgados de las líneas eléctricas, con perpetuo destino garrafero, acosados por la inseguridad y el narcotráfico y sin cloacas ni agua potable domiciliaria. Dependiendo de los favores del puntero político de turno, de los subsidios tarifarios y de los interesados planes sociales que siempre reclaman un vuelto. Ni hablar de la educación y la salud públicas. Con promesas perpetuas de redistribución de la riqueza, con olvido que previo al reparto hay que crear esta última. Como expresé alguna vez en este diario: “Antes de ordeñar la vaca hay que sembrar la pastura”.
Recapitulando: la fe del zorzal conduce inexorablemente a la verdad, pues después de la negra noche siempre llegará el diáfano día.
En cambio, esa fe de los habitantes del Conurbano los sumirá en la mentira, pues como sentenciaba Nietzsche, a propósito del dogma religioso: “Tener fe significa no querer saber la verdad”. Es que toda fe que se abraza en forma dogmática puede llevar al fundamentalismo y a la negación del otro. No podrán zafar de la negra noche, esperando el diáfano día, mientras permanezcan atados a las cadenas que veneran.
En octubre hay que votar. ¡Mejor: hay que ir a votar! Como afirmó nuestro vilipendiado prócer Domingo Faustino Sarmiento: “Ignorante y argentino tienen las mismas letras. Luchemos para que no sean sinónimos” (v. Nuevo Prólogo “Método de lectura gradual”). ¡Votemos bien! Y votar bien implica rechazar a aquellos que primero te incendian la casa y después te quieren ofrecer un seguro contra incendios. Como nos enseña Joaquín Sabina en su canción: “No hay peor nostalgia que añorar lo que nunca existió”.
Juan José Azpelicueta
DNI 4.966.035
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