Como si fuera un “deja vu” eterno, el mundo político de la provincia de Buenos Aires otra vez vuelve a hablar de la posibilidad de que se reinstalen las reelecciones indefinidas de los intendentes, esos caudillos de pago chico -en muchos casos, muy chicos- cuyo mundo empieza y termina en la ilusión de la continuidad eterna y, por ende, en la resistencia filosófica contra la alternancia, que para muchos en realidad es sinónimo de calidad democrática.
A los jefes comunales del Gran Buenos Aires les encanta el mote de “Barones” con el que los ha bautizado la política vernácula. Obviamente nunca admitirán eso en público pero esa suerte de título nobiliario del poder bonaerense los emparenta con cierto halo de importancia que remite a influencia territorial. Para ser “Barón” hay que tener continuidad. Cuidado: en el interior provincial pasa lo mismo pero la cuestión pueblerina, tal vez de más cercanía entre el intendente y el vecino, ayuda a lavar o suavizar o maquillar la pulsión a la eternidad.
TEMAS PENDIENTES
En estas horas, la Legislatura bonaerense asoma como el centro de varios posibles debates trascendentes en sus sesiones extraordinarias. Presupuesto 2025, jueces que faltan nombrar, eventual reforma electoral y, como moneda de cambio para lograr varias de esas iniciativas, la vuelta de las reelecciones indefinidas de los intendentes. De los 135 distritos de la Provincia, entre 80 y 90 jefes comunales no podrían repetir con la normativa actual en el 2027. Hay de todos los partidos.
¿Que piensa el gobernador Axel Kicillof? En la etapa expansiva de su proyecto nacional, no lo rechazaría. Pero no quiere aparecer como el que lo proponga. Sabe que la oposición lo acusaría de fomentar un retroceso en materia institucional. Que, por cierto, ya tuvo un primer capítulo. Hagamos un poco de historia. Cuando gobernaba la Provincia María Eugenia Vidal, allá por 2016, su gestión impulsó una ley que estipulaba que los intendentes y legisladores sólo pudieran ser reelectos una vez.
El peronismo kirchnerista se opuso pero la norma salió con los votos del entonces oficialismo macrista y del Frente Renovador de Sergio Massa, en esa época alejado del kirchnerismo. No como ahora o, más precisamente, no como desde 2019, cuando inició una parábola en la que terminó siendo ministro de Economía y candidato presidencial de los K.
La creatividad de la política bonaerense hizo que la supuesta rigidez de aquella ley de Vidal encontrara rendijas de laxitud. Primero, fue la “genialidad” de pedir licencia meses antes de terminar el período legal para que los segundos mandatos no se consideraran completos y así pelear una nueva postulación.
Después, directamente, fue el argumento de la discriminación (algunos decían “proscripción”, como si fuera por una cuestión ideológica) contra aquellos que venían gobernando desde antes de la ley y entonces se decidió considerar primer mandato no el de 2015, el año anterior al que se aprobó la norma de Vidal, sino el 2019.
O sea: hasta 2027, reelección mediante, pueden quedarse en sus poltronas. Todo lo anterior, no se cuenta. Aún cuando algunos vienen ocupando el mismo cargo desde la década del 90 o inicios de los 2000. Ahora pretenden continuar luego del ‘27 y sacar la molesta traba del límite a las reelecciones. Pequeñas “Formosas” de Gildo Insfrán pero en la Provincia.
¿El argumento a favor que esgrimen los intendentes? “No se puede privar a la gente de votar al que consideran que hizo una buena gestión”, explican. Como si esto fuera Escandinavia y no existiera el clientelismo político, la extorsión de dar trabajo municipal a cambio de apoyo, el reparto de beneficios como zanahoria política y demás miserias típicas, sobre todo, del GBA.
Frente al dato de que la rosca provincial estaría propiciando la vuelta de la lógica de la continuidad infinita, el PRO -ahora liderado a nivel nacional por Mauricio Macri y en el estamento provincial por el diputado Cristian Ritondo- salió a acusar a Kicillof de intentar “reinstalar” las reelecciones indefinidas. Lo dijo en un comunicado formal. “Esta maniobra representa un grave retroceso institucional que pone en riesgo la calidad democrática y prioriza intereses personales por encima de las necesidades de los bonaerenses”, se lee en el texto.
También consideraron, en plan de autobombo, que aquella la decisión de Vidal -hoy diputada nacional pero por la CABA- de limitar en 2016 la cantidad de “mandatos consecutivos” marcó “un antes y un después en la lucha contra el clientelismo y los feudos políticos” y que “deshacer este avance es volver al pasado, donde el poder se perpetuaba en detrimento de los ciudadanos”.
¿Pensarán los mismo los intendentes amarillos, en especial en el interior, a los que se les vencen las posibilidades de continuidad? ¿Realmente rechazarían la idea de tener la posibilidad de reelegir? Preguntas sin respuestas públicas. Es verdad, no son tantos. Porque la mayoría son peronistas o radicales. Pero en PRO apuntan a una lógica más macro, en un tironeo por conservar agenda que vienen dando contra el espacio del presidente Javier Milei. Los mauricistas estarían convencidos de que la gente -o al menos sus votantes- prefieren la idea de la alternancia. ¿Será tan así?
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