Plata dulce
Nota de opinión de Carlos Fara.
Era lógicamente muy difícil ser la canciller de un presidente como Milei que tiene a la disrupción como su religión y que personaliza al máximo las relaciones institucionales de todo tipo. Mucho más complicado era para alguien que no es especialista en política exterior, sino más bien en relaciones económicas internacionales. Peor aún en un ministerio muy politizado en los últimos 20 años y con severas deficiencias de funcionamiento. O sea que, a la corta o a la larga, la ex ministra iba a salir por la ventana, de la mano de las múltiples intervenciones externas a su cartera.
La pregunta que muchos se hacen es si fue una “cama”, o “se hizo echar”. Después de 10 meses de lidiar con un entorno presidencial muy complejo, la ex canciller muy probablemente haya estado consciente de la cama, y de esa manera se hacía echar. En todo caso, parece que nadie le avisó de la jugada a “La Derecha Diario” -¿órgano oficial de LLA?- que celebró la filosofía del voto en contra del embargo a Cuba. Se ve que hubo una descoordinación en el área comunicacional del “triángulo de hierro” o, directamente, Mondino aprovechó la jugada para sacarse de encima el calvario de llevar adelante las relaciones exteriores de Argentina (muy contento debe estar el embajador americano Stanley, quien tiene una relación muy fructífera con el “olímpico” Werthein).
Obviamente, aunque el cambio se veía venir con más de un aspirante / auto promovido -¿Scioli?- no deja de tener impacto político para una gestión que hace lo mismo que varias anteriores: en cuanto ve que va teniendo éxito, unifica la línea con leales, desplazando a los funcionarios que cree que no funcionan. De todos modos, no será un tema de interés de la opinión pública. Más le preocupará a una parte considerable de los ciudadanos las novedades respecto al tema prepagas / obras sociales, las cuales obligaron al gobierno a hacer aclaraciones porque despertaron temores en votantes propios. “Mientras haya salud”, dice la expresión popular. Precisamente el problema es si no la hay y crece la sensación de haber pasado a militar en el segmento de la pobreza.
Efectivamente, la opinión pública le dio un respiro al presidente, luego de dos meses seguidos de baja en el nivel de aprobación. Como los movimientos son pequeños, es prematuro hablar de una recuperación. Seguro se puede decir que frenó la caída y algo mejoraron las expectativas. Pero más allá del mes a mes, siempre es clave prestarle atención a la tendencia más que a la foto coyuntural.
Esta semana se conoció el nuevo Índice de Confianza en el Gobierno (ICG) de la Universidad Di Tella. Vale prestar atención a varios puntos. En primer lugar, de los 5 indicadores que computa, el más bajo es la evaluación general del gobierno, o sea la aprobación. En segundo término, si se compara dicho indicador con el comienzo de la gestión, significa que la administración libertaria perdió en estos 10 meses el 18 % de su aprobación original, lo cual no está mal para el tamaño del ajuste que se ha implementado. La tercera cuestión es que, sobre 10 mediciones, la evaluación creció en 3 y bajó en 7. El cuarto punto es que el ICG bajó en los menores de 29 años, teniendo en cuenta que ha sido su mejor segmento en las elecciones del año pasado, mientras que creció en los que superan los 30 años. Por último, se debe considerar que los movimientos en la confianza del consumidor –que produce la misma universidad- no siempre se condicen con los relativos a la confianza en el gobierno. En estos 10 meses, este último índice creció la mayor parte de las veces (6), al contrario del de gobierno.
Pero eso no importa mucho porque el gobierno sigue de fiesta con la caída del riesgo país, la baja de la inflación para octubre –probable debajo del 3 %- alguito de recuperación en el consumo masivo, las compras de dólares del Central, la mejora salarial real, pero con más desempleo, y el carry trade sigue. “Gracias motosierra!”, diría el coloso. Sin embargo, el éxtasis no es infinito. El dólar planchado hace que tengamos 4 meses seguidos de déficit en cuenta corriente (¿tenemos que volver a ver la película “Plata Dulce”?), y apareció una luz amarilla porque el famoso Repo no estaría tan al alcance de la mano.
Siguiendo una ley universal, cuando al oficialismo de turno le empieza a salir casi todo bien, la oposición lo hace casi todo mal. El trabajo de auto demolición del PJ y la UCR suena a tragicomedia italiana. Quintela se fue quedando solo (¿hacía falta que su jefe de campaña, Jorge Yoma, se dejara sacar una foto saliendo de la Casa Rosada?), mientras Axel volvió vencido a la casita de sus viejos, por las dudas, aunque la jefa dijo “al enemigo ni justicia”. Más allá del poco volumen que exhibía la lista del gobernador riojano, y la segura endeblez de muchos de sus avales, Cristina optó por no correr riesgos: lista única y que después se judicialice hasta el infinito. Echó un vaso de agua al intento de rebelión, de modo de desanimar futuros conatos, aunque dista mucho de haber salido indemne del conflicto interno. Por su parte, el bloque radical de diputados ya se había quebrado en dos, y ahora se volvió a romper porque no hubo unidad. Todos se pelean por ser los jefes de campaña de “Milei 2027”.
En el medio de todo esto hubo un paro de transportes, que el gobierno prefirió que existiese, y una negociación para desactivar una huelga de colectiveros, porque dos días seguidos era too much. Con una sociedad de poca energía y fastidiada con los statu quo de cualquier tipo, todo fue a pedir de boca de la gestión libertaria. Los “malos” se esmeran en seguir mostrando que lo son. Los sobrevivientes, como siempre, son “los gordos”: cometen errores, pero entienden mejor a la calle. Otro “gordo” que compró un ticket de supervivencia es el “Chiqui” Tapia: la batalla cultural contra la AFA por ahora entró en pausa.
Un comentario final: Raúl Alfonsín merece un desagravio por habérselo involucrado con un golpe de Estado inexistente. Cada tanto habría que releer la Constitución Nacional. Sí, esa que inspiró Alberdi.