Muchos negocios de nuestra ciudad parten de una falsa premisa que les indica que en todas las etapas de su ciclo de vida van a ofrecer lo mismo, de la misma manera y a las mismas personas. En realidad no lo racionalizan, solo lo ejecutan en su diaria. Con el paso de los años algunos detectan que necesitan sumar nuevos clientes, pero son muy pocos los que hacen una lectura de que además son esas mismas personas, a las que atendieron toda la vida, las que también cambian sus formas. En la columna de hoy: cambio de hábito.
“Estás cambiado, Jorge, te veo distinto” es uno de los comentarios que se escuchan en los pasillos de algunos comercios. Es que Jorge ya no compra la picadita todos los días, ahora va al gimnasio y se alimenta de otra forma porque quiere verse bien, por él, pero también porque se separó y ahora se acordó de cuidarse para agradar, porque con “la bruja” no hacía falta, y así terminó.
No se trata de cuestiones radicales. Por el contrario, me refiero a clientes que alteran sus decisiones de consumo y, si no encuentran la solución en las marcas en las que habitualmente confiaban, no tienen problema en cambiar. Recorren otros circuitos, recurren a otros lugares. Mientras tanto, algunos esperan con sus codos clavados en el mostrador, creyendo que no necesitan ayuda y que un aviso en redes o una entrevista en un medio periodístico que celebre los cuarenta años de trayectoria puede resolverlo todo.
“Hacer publicidad”, como si fuera un verbo como hornear un pan o preparar unas milanesas. No se trata de hacer, sino de pensar antes de hacer. Un cambio de paradigma que quizá pueda evitar que negocios históricos desaparezcan. Ejemplos a seguir tenemos muchos. Sin mencionar a ninguno en particular, puedo destacar a la gastronomía local que, en líneas generales, ya no solo se ocupa de que salgamos “pipones” sino, además, de construir una experiencia; acaso de eso se trata esto de “salir a comer afuera”.
Tus clientes ya no son los mismos. Muchos visten de una forma diferente, algunos formaron una familia o están en una adolescencia tardía postdivorcio. Otros ya ni siquiera te consideran como una opción porque vos seguís siendo el mismo y lo único constante es el cambio, porque todo está en movimiento.
Aunque no te des cuenta, los cambios de hábitos están sucediendo mientras vos seguís rezando para que el negocio levante.
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