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Diferencias y similitudes entre el renunciamiento de Macri y Cristina

Diferencias y similitudes entre el renunciamiento de Macri y Cristina

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En ambos casos se habla de un “renunciamiento histórico”. Los impactantes anuncios de que Cristina Kirchner y Mauricio Macri no serán candidatos en las próximas elecciones tienen además otro elemento en común: lo hicieron por video en las redes sociales y convulsionaron sus respectivos espacios políticos. De un momento a otro, cambiaron el tablero político, la agenda de los medios y las conversaciones del país.

Pero ahí se acaban las similitudes entre los renunciamientos de Cristina Kirchner y Mauricio Macri. Una de las diferencias más notables es que el anuncio de Macri transmite una reflexión estudiada y analizada cuidadosamente por un líder político. En el fondo, la decisión del fundador del PRO tiene otro dato en común con el paso que dio la expresidenta: ambos se cansaron de ver encuestas adversas.

El anuncio de Mauricio Macri

En el caso de Macri, el escollo estaba en las primarias de agosto: el escenario de una competencia con Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta lucía demasiado parejo como para arriesgar a perder -o incluso salir tercero- dentro del espacio que él mismo fundó. Encuestas como las de CB, Opina Argentina, Taquión o FGA lo mostraban últimamente con potencial de salir tercero, debajo de Bullrich y Larreta.

Habría sido el final de todo su poder. Y tanto Bullrich como Larreta ya habían anticipado sus respectivas decisiones de no bajarse, en el caso de que Macri decidiera competir. El expresidente puede perder la elección presidencial, como en 2019, cuando le cedió el paso a la vuelta del kirchnerismo. Pero no puede perder su propia “criatura” en una elección interna.

Desde las filas del macrismo, prefieren destacar la “generosidad” de su líder dando ese “paso al costado” y prefieren subrayar piadosamente otro motivo, que no es menos cierto: en el hipotético caso de que llegara a ganar las PASO, Macri tendría buenas chances de ganar la presidencial ante un oficialismo que hace agua por todos lados, pero después le iba a resultar muy difícil gobernar.

Como en el caso de Sebastián Piñera en Chile, cuando volvió a la presidencia en 2018, luego de un período de pausa, y ya no tuvo esa “luna de miel” de la que gozan -por lo menos en teoría- los ganadores de elecciones presidenciales. Esa luna de miel es probablemente el único momento de los mandatarios para presentar las reformas más difíciles de digerir que después puedan hacer más sustentable su gobierno.

Al poco tiempo de asumir, la izquierda le armó a Piñera un infierno de protestas gatilladas por un pequeño aumento del pasaje en el subterráneo de Santiago, y el resto de su segundo mandato fue para el olvido. Lo sucedió el izquierdista Gabriel Boric.

De todos modos, para Macri eran todas especulaciones: primero debía ganar las PASO. Además las encuestas le mostraban día a día que estaba perdiendo la apuesta a que su imagen mejorara a medida que los desaciertos de su propia gestión quedaban opacados por los permanentes errores del actual gobierno del Frente de Todos.

Para peor, una vez largada la campaña más violenta por las Primarias, tanto Bullrich como Larreta podrían empezar a dejar de lado su recato de no solo prometer un gobierno superador de los errores del gobierno del presidente Alberto Fernández, sino también empezar a machacar sobre el opaco período del propio Macri para tomar distancia de esa frustrada gestión que terminó abriéndole la puerta al regreso del kirchnerismo.

El caso de Cristina Kirchner es distinto

Ella conservaba el poder para ser la candidata única del peronismo en octubre y, en caso de que alguien dentro del peronismo decidiera desafiarla en las Primarias de agosto, garantizarse un seguro triunfo. Ella es hoy la jefa indiscutida del peronismo, por más que el presidente Alberto Fernández no se haya bajado de sus intenciones de competir.

Pero para después de esa hipotética Primaria que la tendría como líder del peronismo, no había una sola encuesta que la mostrara con alguna remota chance de ganarle un balotaje a nadie. Incluido Mauricio Macri, por más que el expresidente mantuviera una imagen negativa alta: al lado de la de Cristina Kirchner, Macri podría ganar, aunque sea por el “descarte” de un voto “al menos malo”.

La suerte de ambos líderes quedó sellada en noviembre último, el día en que el economista Javier Milei decidió cambiar su discurso anti-PASO: el libertario ahora quiere aprovechar esa primaria para demostrar que podría ser el precandidato presidencial más votado. Su minibloque en la Cámara de Diputados era la clave para levantar ese trámite electoral.

La realidad de las PASO le aguó las posibilidades a la expresidenta de especular con una eventual confrontación directa con Macri -ya sin el asedio de Bullrich y Larreta en una primaria- de la que ella podría salir perdiendo por poco margen, como Daniel Scioli con Macri en 2015: una derrota “digna” para conservar el poder en el peronismo.

Es más: podría ser tan escaso el margen que uno le sacara al otro ante la creciente indiferencia que está mostrando en las últimas elecciones locales el electorado hacia la política, que ese hipotético balotaje “Cristina-Macri” podría ser una moneda en el aire.

Descartado ese escenario, la decisión de la expresidenta de bajarse se gestó, como de costumbre, de manera irreflexiva. Fue unas semanas más tarde de la decisión de Milei, ahora encariñado con las PASO que antes rechazaba como un “gasto de la casta”.

Grabó el video el mismo día que se conoció la sentencia en el juicio que la halló culpable de corrupción. Visiblemente alterada y fuera de control, anunció: “No voy a ser candidata a nada, no voy a estar en ninguna boleta”.

Cualquier asesor de imagen la hubiese parado antes de empezar a grabar ese video alocado y le habría recomendado reflexionar un poco más. Y cualquier conocedor del peronismo le hubiese aconsejado mantener la incógnita un tiempo más.

Así nació, apenas una semana más tarde, el “desrenunciamiento”, o relato de la proscripción durante un acto en Avellaneda: fue la consecuencia apresurada al hecho de que apenas horas después de su también apresurado primer video de furia, en el peronismo empezaron a cuchichear entre ellos que debían buscarse un candidato sin consultar a su líder. Sería el fin del poder de la vicepresidenta dentro del peronismo. No le quedaría ni “el dedo” para elegir a su sucesor ni meter militantes en las listas en todo el país.

El relato de la proscripción es una pirueta comunicacional bastante arriesgada: una encuesta de FGA, la consultora del psicólogo y consultor político Federico González, muestra que, debidamente informados de que “la sentencia de Cristina no está firme”, solo el diez por ciento cree que la vicepresidenta -hoy en funciones de presidenta por el viaje al exterior de Alberto Fernández- está realmente “proscripta”, como lo estuvo Perón hasta los 70.

Los sucesivos “operativos clamor” orquestados por La Cámpora -y avalados por la vicepresidenta- podrán ayudarla a conservar su poder en el peronismo por un tiempo, pero no mucho más: las encuestas muestran día a día que no mejora la imagen de Cristina Kirchner “víctima de la proscripción” y “rodeada del clamor del pueblo” para que se “autodesproscriba” o que alguien la desproscriba.

Al lado de la desprolijidad y las idas y vueltas de la vicepresidenta, la estrategia comunicacional de Macri fue elegante: en las numerosas entrevistas que fue dando a los medios después de su video en las últimas horas reitera un discurso de autocrítica (“pude vencer a mi ego”) y de renunciamiento. Dentro de pocos días, las encuestas de imagen que se irán conociendo, muy probablemente le den a Macri ese “premio” que le negaron a Cristina Kirchner con su atropellado “renunciamiento”.

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