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Los cines del pueblo
TRIBUNA DEL LECTOR

Los cines del pueblo

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En aquellos días esperábamos ansiosos el fin de semana que nos transportaría hacia las aventuras y romances que nos brindarían las películas que se habrían de proyectar en los cines que poseía el pueblo. 

Las bolsas de lona con los rollos de película que llegaban al pueblo a través del ferrocarril los viernes nos anticipaban, a quienes estábamos en la estación, los títulos de las cintas que se iban a proyectar.

Ese mismo día, al atardecer, en las puertas de acceso a los cines se desplegaban los afiches que anunciaban los filmes del fin de semana: de vaqueros, gánsters, comedias, aventuras, históricas, guerra, etc. Eran algunos de los rubros que se verían los domingos a la tarde.

En invierno una película comenzaba a las 18 y luego de un intervalo donde tomábamos algún refresco, la segunda y principal era proyectada para los espectadores con una previa de noticieros de hace dos años atrás, con lo cual la función completa terminaba a eso de las 22. En verano el horario era más tarde, pues la claridad del atardecer penetraba por las altas ventanas y dificultaban la visual en la pantalla.

Cuando la película era de terror o con suspenso, los chicos ubicados en las butacas de madera en unidades de a cuatro más cercanas a la pantalla y a través de los orificios del respaldo anterior, veíamos con un poco de miedo lo que pasaba en la proyección. Y así fuimos conociendo al “Shane” de Alan Ladd, a Edward G. Robinson, Humphrey Bogart, John Wayne, Robert Mitchum y también Esther Williams, Bette Davis, Joan Crawford y los nacionales Nathan Pinzón, Floren Delbene, Olga Zubarry, etc.

El cine más cercano a mi casa, a una cuadra, funcionaba en el salón del club A. que estaba en la calle principal y allí concurrían los empleados y patrones de las empresas cerealeras y de comercio, es decir, quienes tenían ingresos mayores.

El otro cine era administrado por el club B. que reunía a obreros y otras personas de menor condición económica. Sus asientos eran sillas individuales de madera y paja. Allí se proyectaban las famosas series que semana a semana nos dejaban con una intriga en cuanto al desenlace de la historia, pues el o la protagonista debía sortear una situación difícil que ponía en peligro su vida. 

Episodio tras episodio, del lejano oeste americano a las galaxias de Flash Gordon, nos atrapaban las aventuras que el cine en blanco y negro nos brindaba.

Años después, el tecnicolor nos presentó un mundo diferente de percepción visual y llegaron las comedias musicales con sus escaleras inmensas y las piletas de natación enormes para el despliegue de ballet acuático. Al día siguiente debíamos madrugar para ir a la escuela donde repasaríamos algunas de las escenas vistas el día anterior y comentaríamos los aspectos que más nos llamaron la atención en el recreo de la primaria. 

Antonio Alted.

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