El INDEC acaba de dar a conocer una serie de estadísticas vinculadas a la situación social del país que se revelan crudas y angustiantes. Esos estudios indican que el 36,5 por ciento de los argentinos son pobres (sus ingresos son insuficientes para cubrir las necesidades de alimentación, salud, educación, vestido, calzado, vivienda y transporte público) y el 8,8 por ciento, indigentes (no alcanzan a cubrir la canasta básica alimentaria).
Las cifras son de por sí inquietantes, pero aún más lo son su desglose, en particular, los indicadores registrados para el Conurbano bonaerense.
Allí, en los distritos más poblados de la Provincia, los porcentajes suben dramáticamente. La pobreza se estira al 42 por ciento y la indigencia trepa al 11,9 por ciento.
Esa realidad social podría ser, con la foto de hoy, aún más compleja.
Especialistas de la Universidad Católica Argentina (UCA) que suelen hacer informes justamente acerca de este flagelo enquistado en el país, advierten que los nuevos datos aportados por el Indec corresponden al primer semestre de este año cuando la inflación que viene pulverizando los salarios no había escalado a los niveles actuales y todavía derramaba el plan de ayuda social adicional que había dispuesto el gobierno nacional para las elecciones del año pasado.
Sobre esos pilares se sostienen para señalar que la situación actual es aún peor.
Cristina Kirchner, luego de su silencio autoimpuesto en torno de la marcha del Gobierno desde la asunción de Sergio Massa, decidió volver a las redes sociales para plantear la necesidad de que se adopten medidas para controlar los precios.
Razones no le faltan: consultoras que miden semana a semana la inflación, dan cuenta de que en septiembre los precios de los alimentos no ceden y volverán a ubicarse por encima de la inflación mensual. No hay posturas optimistas en relación a que ese cuadro vaya a tener un cambio sustancial en el mes que acaba de consumir sus primeras horas.
La cuestión desvela desde hace tiempo al oficialismo bonaerense. Allí donde anida su voto consolidado, justamente, en los barrios más pobres del Conurbano, las carencias sociales se amplifican.
La cuestión electoral empieza a colarse en todos los análisis. En el gobierno bonaerense están observando con enorme inquietud el impacto que tendrá el mandoble de la quita de subsidios a la energía.
Diversos funcionarios manejan datos preocupantes. Aseguran que cerca del 40 por ciento de los bonaerenses no hicieron gestiones para conservar los subsidios en el caso de las distribuidoras y cooperativas bajo la gestión de la Provincia y por lo tanto empezarán a tener aumentos importantes. En el caso del Conurbano, donde operan Edenor y Edesur, los que no se anotaron rondarían el 35 por ciento.
Cerca de Kicillof están convencidos de que hay un buen porcentaje de usuarios que, en función de sus ingresos, les correspondería conservar los subsidios, pero no hicieron el trámite por distintas razones. La Provincia y la Nación decidieron arrancar una campaña de urgencia para sumarlos al beneficio. Alguien debe haber lanzado la voz de alerta: para los usuarios residenciales, la llegada de las boletas de luz con los nuevos valores se pateó para noviembre.
Ese cóctel anota elementos corrosivos para el objetivo del Frente de Todos de conservar la Provincia. La idea de retener el principal distrito del país encuentra su base de sustentación en aquel voto fiel a Cristina Kirchner que, paradójicamente, recibe el impiadoso sablazo de la suba de precios.
La reaparición de la vicepresidenta para referirse a esta cuestión, no parece algo casual.
Mientras tanto, el oficialismo sigue sin ponerse de acuerdo en torno de si avanzará con la suspensión de las Primarias de agosto.
Massa apoya esa decisión, Alberto Fernández no quiere saber nada y, se comenta, es Cristina Kirchner la que duda en la conveniencia de dar un golpe de timón o dejar todo como está.
En las últimas horas, en una mesa peronista a la que se sentaron varios popes del Conurbano, se analizó el tema. Algunos lanzaron una explicación acerca de los por qué, supuestamente, la vicepresidenta se inclinaría por no suspender las Paso. “Si no se hacen, Juntos por el Cambio puede partirse y ella justamente lo que necesita es que la oposición esté unida para que pueda mantener su liderazgo y nadie se rebele”, analizaron.
La conclusión era que, de esa manera, Cristina seguiría conduciendo sin discusiones al peronismo bonaerense bajo el temor de una oposición con chances de victoria. La novela debería tener su epílogo sobre finales de este año. ¿Acertarán con el final?.
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