Argentina tiene futuro
Mientras gran parte de la dirigencia política argentina afín a los grandes intereses económicos y los medios de comunicación hegemónicos parece poner en el primer plano del debate una agenda catastrofista, deja en segundo plano el hecho político más importante de este momento: la puesta en marcha del yacimiento de Vaca Muerta y el inicio de la construcción del gasoducto Néstor Kirchner. La conducción estratégica de un proyecto de soberanía energética, cuya condición de posibilidad fue la recuperación en 2012 del control de YPF, nos exige poner hoy sobre la mesa el debate más importante que nuestra sociedad debe tener: la agenda del desarrollo.
La restricción externa, que brillantemente caracterizó Marcelo Diamand hace ya varias décadas, hablaba del fenómeno causado por una estructura productiva que sufría de un desequilibrio fatal basado en la escasez de dólares. Los generados por el complejo agroexportador no alcanzaban para conseguir las divisas que los demás sectores necesitan para desarrollarse y ser competitivos en una economía más globalizada. Esa insuficiencia de dólares recurrente producía el fenómeno de «Stop and Go (pare y arranque)», esa imagen de serrucho que muestran los gráficos del PIB argentino, con años de crecimiento hasta que se agotaban los dólares, seguidos de freno del crecimiento y posteriores caídas (con devaluaciones y crisis). Además de la limitada cantidad de divisas producidas por las exportaciones agroindustriales, estas crisis tienen otras causas importantes: la salida de dólares por problemas estructurales de nuestra economía; y la enorme fuga de capitales de los actores económicos más poderosos.
Entre los primeros encontramos el enorme déficit energético que debe ser subsanado con la importación de GLP (gas licuado de petróleo) y gas a través de los gasoductos vía Bolivia. También se encuentra la enorme demanda de divisas de un sector de la población acostumbrada a viajar al exterior, parcialmente solucionada hoy por el impuesto PAIS, la percepción del impuesto a las ganancias y, además, por el estímulo al turismo interno a través de Previaje.
El complejo automotriz también aporta lo suyo a la restricción externa, pues necesita importar gran parte de las piezas que demandan sus líneas de producción. Así como el complejo industrial-tecnológico de Tierra del Fuego, fuerte demandante de divisas (aunque es cierto que la necesidad de la ocupación del territorio austral hace imprescindible el sostenimiento de esta actividad). La enorme fuga de capitales llevada adelante por el establishment económico financiero, por su parte, constituye un drenaje sumamente perjudicial para nuestra economía siempre necesitada de mayores inversiones. Aunque nunca fuera eliminado del todo, el caudal de ese drenaje ha sido disminuido con algunas políticas más concentradas en el desarrollo nacional, mientras que la alternancia en los modelos de gestión ha visto cómo los períodos liberales lo propiciaron hasta lo irracional.
Ahora bien, el enorme crecimiento de la producción de energía de Vaca Muerta en los últimos años, sumado al desarrollo de su capacidad de traslado a los grandes centros urbanos y de consumos (gasoductos y oleoductos mediante) permite mirar con gran optimismo el futuro. El déficit energético se puede resolver rápidamente y aumentar enormemente el saldo de la balanza comercial. De esta manera se podrá proveer a la industria argentina del gas suficiente y barato para su despegue definitivo. Lo que traerá aparejado una importante disminución de los subsidios a las tarifas de los servicios públicos (responsable de gran parte del déficit fiscal). También se podrá proveer a las familias de un recurso fundamental para su calidad de vida. Muy pronto podremos hablar consistentemente de universalizar las conexiones de gas domiciliarias.
Satisfechas estas demandas internas, quedará un enorme saldo exportable para abastecer a Chile, Brasil, Paraguay y Uruguay a través de gasoductos o, previo desarrollo de plantas de licuefacción en los puertos, exportar gas al resto del mundo. Según el gobernador Axel Kicillof, el saldo exportable sería de U$S 33.000 millones anuales. Como es posible concluir, estamos ante una enorme oportunidad y ante un enorme desafío. Cambia radicalmente la estructura macroeconómica del país. Vamos tener en el corto y mediano plazo como nunca en la historia una balanza comercial muy favorable para desarrollar nuestra matriz productiva. Si observamos lo mucho que se pudo hacer en las últimas décadas cada vez que tuvimos superávit externo, y cómo se nos complicó cada vez que lo perdimos, se concluye que será cuestión de no cometer los errores del pasado y cuidar ese activo imprescindible para superar los ciclos de auge y depresión. Es el momento de discutir la Agenda del Desarrollo.
(*) Ex senador bonaerense por el FDT.