Marcos Schiavi pasó buena parte de su vida académica analizando la evolución del movimiento obrero en la Argentina y -puntualmente- su vinculación con el peronismo. Desde esa mirada -que plasmó, entre otros trabajos, en el libro “Los sindicatos y el primer peronismo”- analizó sintéticamente el presente de la CGT en general, y de algunos de sus integrantes, en particular, y cómo se para la central hoy ante el gobierno de Javier Milei: “Esa misma CGT, que no asistió a una reunión del PJ por la detención de Cristina (Kirchner), fue a discutir la reforma laboral de Adolfo (Federico) Sturzenegger”, dijo este historiador formado en la UBA y en la prestigiosa universidad francesa Paris 8 Vincennes–Saint-Denis.
Nacido en Quilmes, provincia de Buenos Aires, también desarrolló experiencia en la función pública como exdirector del Archivo General de la Nación y exdirector Nacional Electoral. En una charla con DiarioNucleo.com, además hizo foco en la iniciativa que el Gobierno nacional reactivó por estos días: el Pacto de Mayo.
—El Pacto de Mayo que propone el Gobierno de Javier Milei, ¿qué factibilidad tiene de convertirse en una realidad?
—El Pacto de Mayo se fue deshilachando. Estaba pensado para el 25 de mayo del año pasado, pero no se firmó. Pasó al 9 de julio, y recién hubo una primera reunión operativa casi un año después, a fines de junio. No hay señales de que esa hoja de ruta sea verosímil hoy. Lo que comenzó como una convocatoria amplia terminó siendo una mesa casi 100% oficialista. Estaban Cristian Ritondo, cercano a un acuerdo electoral con el oficialismo, y Alfredo Cornejo, en una situación similar en Mendoza. Y con una agenda, centrada en la reforma laboral, que no tiene consenso social.
—¿Entonces no convoca a ningún sector real?
—Hoy el Pacto de Mayo parece más un hecho propagandístico del Gobierno en campaña que una convocatoria real, diversa y productiva.
—Se criticó que Gerardo Martínez, quien como titular de la UOCRA, fue en representación de la CGT a sentarse a esa mesa ¿Comparte esas objeciones?
—Sí. La CGT protagonizó un paro general hace menos de un mes por salarios planchados, caída del empleo y condiciones laborales que no mejoran. Esa misma CGT, que no asistió a una reunión del PJ por la detención de Cristina (Kirchner), fue a discutir la reforma laboral de Adolfo (Federico) Sturzenegger. Y está sin conducción operativa clara. Entonces terminó prestándose a un acto de campaña de Milei. Eso no borra lo positivo que viene haciendo la CGT, como visibilizar con el paro que los salarios crecen a la mitad de lo que lo hace la inflación, porque en lo que va del año, mientras las paritarias no superan el 1% mensual, los precios suben al 2%.
—Desde la CGT suelen argumentar que deben escuchar propuestas, formularlas, pero no son un actor político…
—Lo entiendo, pero hoy ser dialoguista con este Gobierno no tiene resultados. No hay traducción positiva en esa pose, ni material ni simbólica. Ni siquiera desde lo pragmático. Las formaciones políticas, tanto opositoras como superoficialistas, están en crisis. Con lo cual, prestarse a un diálogo ficticio solo genera expectativas que no se cumplen.
—Algunos dirán que tampoco le hicieron paros a Alberto Fernández…
—Pero hay una diferencia central. Este Gobierno tiene como uno de sus principales adversarios al movimiento obrero. Desde el DNU 70 (el “Mega DNU”) hasta los proyectos de reforma laboral, todo apunta a debilitar a los sindicatos sin mejorar salarios. En este contexto, la conflictividad está justificada. Incluso hay quienes creen que es baja en relación al nivel de avance sobre los derechos laborales.
—¿Cuál es el impacto en la masa trabajadora, tanto formal como informal, que usted ve hoy?
—El salario lleva una década perdida: primero por la crisis del macrismo; después la pandemia; la inflación del último año de Alberto; y ahora, el ajuste de Milei. Hoy hay menos trabajadores registrados que en diciembre de 2023: se perdieron 200.000 puestos. Aumenta el desempleo y los jóvenes acceden a trabajos no registrados, mal pagos, donde se sigue siendo pobre a pesar de trabajar. Y cerca del 30% de los ocupados están sobreocupados, trabajando más de 45 horas semanales para llegar a fin de mes. Y, además de esto, el Gobierno no plantea de qué van a trabajar los argentinos en el futuro.
—¿Es pasiva o concesiva la actitud de la CGT?
—Tengo una mirada optimista sobre la CGT por su historia. Ha sido clave para una sociedad más igualitaria. Pero la CGT es más que su triunvirato: son cientos de sindicatos, delegados y comisiones internas. Hay sectores más dialoguistas y otros más confrontativos. Con salarios y empleo en caída, y un avance sobre las organizaciones sindicales, será difícil que la próxima conducción (N. del R.: está programada su renovación en noviembre) no se enfrente al Gobierno.
—La CGT quedó estigmatizada como “desestabilizadora” a partir de las huelgas al gobierno de Raúl Alfonsín, entonces ¿tiene algún aliado político si se le vuelve a endilgar esa intención por recurrir ahora al paro como principal herramienta de reclamo?
—No critico cada punto de la CGT. Es una institución casi centenaria que ha atravesado distintas coyunturas. La sociedad espera mucho de ella, y eso es positivo: la ve como defensora del interés popular. Pero no es la única responsable de representar al pueblo. El PJ y otras expresiones del campo nacional y popular también deben organizar el malestar creciente, porque la mayoría de los argentinos no llega a fin de mes y eso lleva muchos años ocurriendo y no hay señales de mejora.
—Algunos argumentan que no hay más conflictividad porque el Gobierno aún tiene alta adhesión. ¿Coincide?
—No creo que ese argumento sea válido. Hay un porcentaje que aún le da un voto de confianza al Gobierno, pero eso se va diluyendo. Lo que no hay es un horizonte claro. El Gobierno no plantea hacia dónde va el país ni de qué van a vivir los argentinos. Y ese es el tema es central.
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