Que se rompa pero que no se doble
Nota de opinión acerca del radicalismo.
El título de esta nota constituye el mandato con que el fundador de la Unión Cívica Radical, Leandro Alem, impregnó al partido que nacía. Y aquella frase le imprimió un alto contenido ético a la política, reconocido aun por aquellos que nunca lo votaron; un compromiso profundo con los desheredados, palabras del propio Alem, y una lucha sin tiempos por los valores republicanos. Los gobiernos de Yrigoyen, Illia o Alfonsín nos eximen de cualquier agregado.
Estas fueron las banderas que abrazamos muchos hace ya largos años cuando decidimos incorporarnos al radicalismo. Era la manera de comprometernos con el país nuestro y seguir respetando otras formas de pensamiento.
Lo ocurrido en los últimos tiempos poco tiene que ver con aquellos postulados. Desde la falta de posición ante hechos trascendentes que ocurrían en el país; la ausencia absoluta de proyectos de cambio y hasta sospechosos comportamientos de algunos legisladores que comprometen sus identidades más visibles.
Que haya un sector que sea identificable con el Gobierno de un desequilibrado de manifiesta insensibilidad social es tan grave y tan disparatado como aceptar en silencio que se lo sospeche cercano a la corrupción institucionalizada por el kirchnerismo.
Entonces volvemos al comienzo… y si se tiene que romper, que se rompa, pero que no se doble. Ya volverá desde el pasado hacia el futuro, pero con sus esencias intactas.