“Saluden a la inflación que se va...”. Hace un mes, el 14 de agosto, el vocero presidencial Manuel Adorni publicaba en su cuenta de X esa frase que reflejaba, por ese entonces, la arenga oficial y la idea de que la inflación tenía un camino inexorablemente descendente. Ese 14 de agosto Adorni festejó que el IPC de julio era 4%, bajaba del 4,6% de junio y retornaba al sendero bajista desde el insólito 25% en diciembre. Pero la inflación no se fue.
El 4,2% publicado por el Indec correspondiente a agosto marca a las claras que la pelea lejos está de ser ganada. El bastión número uno de Javier Milei, que lo ayuda sostener su imagen positiva, una obsesión presidencial que monitorea cada semana con los números que le pasa Federico Aurelio de Aresco, está comprometido.
Mientras que en el Banco Central creen que septiembre podría doblegar la tendencia al alza por el impacto de la baja del impuesto PAIS, hay dudas incluso dentro del Gobierno con respecto a que se pueda quebrar el 4% mensual en forma sostenida e ir por una desinflación mayor.
Ola de rumores
El dato de agosto disparó una ola de rumores. En pasillos oficiales se empezó a hablar de que Luis Caputo y su equipo podrían empezar a tomar medidas adicionales para fogonear que los precios vuelvan a someterse a la baja. ¿Se viene algo más? Pareciera que el efecto sobre la inflación del ajuste fiscal y apretón monetario llegaron hasta acá.
En el mercado financiero hay coincidencia en que al Gobierno se le complicará cumplir con su promesa de una inflación cero o del 2% (Milei siempre habla del piso que le pone el crawling peg) en los próximos meses. El banco CMF que es propiedad de Alberto Benegas Lynch (h), el mentor de Milei, sinceró el interrogante del mercado en un paper a clientes:
“La dinámica inflacionaria de los últimos meses parece mostrar una clara resistencia en la zona de 4%, con la media móvil de tres meses dejando de caer, al anotar un 4,2% luego de cinco meses consecutivos a la baja. Esperamos que en septiembre se retome la tendencia bajista y se logre quebrar el piso de 4%, con una variación general de precios de 3,5%, incidida por la reducción del impuesto PAIS”.
“Pero la recuperación de la actividad y la mejora del salario real dificultan un nuevo quiebre de la inflación. Como respuesta, el Gobierno ha comenzado a convalidar tasas más altas en sus licitaciones y la curva de Lecaps ya no convalida un proceso desinflacionario tan claro, al operar con pendiente positiva. El equipo económico deberá tomar una postura más hawkish para encauzar nuevamente los precios a la baja de forma definitiva”.
Sebastián Galiani, el ex viceministro de Economía durante el primer tramo del macrismo, cree que va a ser difícil que siga bajando la inflación. Galiani comparó los resultados iniciales del Plan Austral con el Plan Milei. El ahora profesor en la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, dice que llega un punto en que es difícil reducir la inflación rápidamente.
“La esperanza de que esta vez la desinflación sea duradera y conduzca a una inflación anual de un solo dígito debe estar alineada con los fundamentos: equilibrio fiscal, política monetaria y cambiaria sostenible, en línea con una desinflación a largo plazo”, explica.
Galiani dice que incluso el Gobierno podría, con tal de conseguir la desinflación, patear para adelante aumentos de transporte y servicios si le va bien en el blanqueo. “Si le entran más fondos al Tesoro de los que esperaba, puede ser que hagan eso. Total, pueden pensar que lo pueden hacer porque tienen equilibrio fiscal. Y así lograr que baje un poco más la inflación”, apunta.
Pero Galiani advierte que “el gran signo de pregunta” que tiene la tasa de inflación es “si en algún momento tienen que salir del cepo y eso implica un salto cambiario”. “Eso está dentro de las expectativas y eso le pone un piso a cuánto puede bajar la inflación. Entonces yo creo que la gran incertidumbre viene por la política cambiaria”, advierte el ex vice de Nicolás Dujovne.
Mientras crecen los interrogantes sobre cómo sigue la desinflación, en el Gobierno dicen que se anotaron un gol con el desplazamiento de Rodrigo Valdés en el FMI. El chileno, que fue muy criticado por el Presidente, al punto de ser acusado de tener problemas personales con él y el país, dio un paso al costado. El oficialismo lo vendió como un éxito del apriete de Milei hacia el organismo. Pero lejos está de serlo.
Quienes conocen muy bien el lenguaje del FMI dicen otra cosa. Por ejemplo, Héctor Torres, ex representante argentino ante el organismo y con varios contactos en Washington, explicó que “muy probablemente la negociación está trabada y Valdés haya sido el principal interesado en correrse para evitar que las diferencias de fondo se personalicen”. Para Torres, el Gobierno de Milei gastó capital de negociación en cambiar un nombre. Y afirmó: “No creo que eso cambie la orientación de la negociación”.
“Ahora el Gobierno hacia adentro podrá decir que sacó a quien obstaculizaba el avance de la negociación, pero lo más probable es que el FMI no cambie su parecer sobre la inconsistencia de apreciar el tipo de cambio como ancla inflacionaria”, explicó el diplomático que vive en Ginebra.
Las disputas de Milei con el economista chileno se inscriben en un clásico de la Argentina con el FMI. Claudio Loser, también argentino y quien ocupó el mismo cargó que Valdés desde 1994 hasta el 2022, fue también una persona cuestionada por Domingo Cavallo. De hecho, el “Mingo” dice que el Fondo fue quien le soltó la mano a él y a Fernando De la Rúa. Más acá en el tiempo, Mauricio Macri tenía cortocircuitos con David Lipton y el kirchnerismo hablaba barbaridades del mexicano Alejandro Werner. La relación Milei-Valdés es de manual. De las típicas relaciones tóxicas entre un deudor serial y su acreedor.
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