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ANÁLISIS

La nueva grieta y los viejos problemas

Cincuenta y cincuenta. Metro más, metro menos, es lo que arroja el promedio de las distintas encuestas respecto a la aprobación de la gestión presidencial. También coinciden en señalar que los hombres jóvenes y del interior apoyan más, que las mujeres y el AMBA son más críticos, y que a medida que aumenta el nivel de estudios se incrementan las dudas. 

En comparación con los dirigentes opositores, Javier Milei sale favorecido. Él tiene un ligero saldo a favor entre ponderaciones positivas y negativas, algo que no sucede hasta ahora con ningún referente opositor. 

Y si extendemos las miradas a actores institucionales al gobierno le va mejor que a los partidos políticos, los movimientos sociales, los sindicatos y el Congreso. Con sus especificidades, el arranque libertario no se diferencia de otras administraciones. Las expectativas y los deseos (como sucede en casi todos los órdenes de la vida) se imponen en los comienzos. 

El capital más valioso 

El vínculo con la opinión pública es, hasta aquí, el principal capital del líder de La Libertad Avanza. Sin dudas es consciente de ello y por eso estimula cotidianamente los apetitos de su audiencia. Utiliza con extrema habilidad las redes y cuenta –dentro y fuera de ellas- con voceros calificados para amplificar medidas, denuncias, defensas, acusaciones, y todo lo que aliente debates y posicionamientos. 

Como su figura trasciende fronteras (un mandatario que se autodefine como anarco-capitalista llama la atención en el mundo) la construcción cotidiana de su perfil se retroalimenta globalmente. “Milei puso a la Argentina en la agenda global”, sostienen con orgullo los funcionarios y con vergüenza los opositores. 

La grieta K vs anti K fue reemplazada por una nueva: C(asta) vs anti C(casta). Un clavo saca a otro clavo. La mejor forma de acabar con un antagonismo tóxico es reemplazarlo por otro. Probablemente no sea saludable en el mediano y largo plazo. Pero esa no es una preocupación excluyente en esta geografía. 

Nuestra cultura política es más del aquí y ahora. El efectismo seduce más que la efectividad. Somos (disculpen la generalización) muy buenos en los pases cortos, la improvisación y el ingenio para las minucias. Y menos habilidosos en los enfoques de largo plazo, la planificación y la perseverancia. 

La tendencia a almorzarnos la cena está por arriba de cualquier diferencia. Es, quizás, nuestra única política de Estado. 

Con un par de datos favorables y algunos aciertos tácticos presentamos con convicción modelos pretendidamente estratégicos que desembocarán - ahora sí- en “el país que nos merecemos”. 

Relatos, narrativas, interpretaciones e ideologías reviven cuando la realidad se plantea en clave binaria. La versión de moda impone el combate entre “la gente de bien y la otra”. Y -una vez más- “cambiar la historia”. 

Nos gusta la tarea porque es la parte fácil de todo el asunto. Los buenos de ayer son los malos de hoy y viceversa. Ya está. Tema solucionado. Lo demás llega solo. 

Retos en la vida cotidiana 

Las dudas son jactancias de intelectuales, como enseñara un filósofo de San Miguel. Los soldados no dudan. Ni los de ayer, ni los de hoy. Pelean batallas culturales. Los desafíos concretos de la vida cotidiana son territorio de civiles desarmados. 

Tarea aburrida si las hay. Y sabemos que la virtualidad declara al tedio pecado mortal. Los ginecólogos dicen con humor que ellos trabajan donde lo demás se divierten. ¿Quiénes serán sus pares en la administración de lo público? ¿Quiénes se ocupan de expedientes, planificaciones y ejecuciones presupuestarias cuando la mayoría está en X (Twitter) y TiKToK? 

Muchas cuestiones abiertas comienzan a demandar una dedicación más intensiva a la gestión y a la política. Las posibilidades de sostener el equilibrio presupuestario en la licuadora y la postergación de pagos son limitadas. 

También la viabilidad de aplicar los cambios con frágiles instrumentos jurídicos (DNU). La crisis fiscal de los tres niveles de gobierno (nación, provincias y municipios) se traduce en aumentos de tarifas, tributos y tasas sobre los mismos contribuyentes de bolsillos fatigados. 

¿Coordinarán entre sí presidencia, gobernadores e intendentes o seguirán transfiriendo el peso de sus desacuerdos sobre las familias y las empresas? 

Más allá de las acusaciones cruzadas, la tormenta perfecta se cierne sobre la intemperie de millones. 

Vencer a la inflación 

A medida que una nueva administración se aleja de su hora cero se expone incrementalmente ante los ojos de la población. Consciente de su situación, el gobierno apuesta a que el ministro Luis Caputo llegue al dígito mensual de inflación lo antes posible. 

Necesita celebrar ese triunfo, aunque sea sobre el cementerio del consumo, para probar que “esta vez, el esfuerzo vale la pena”. En caso de alcanzarlo, deberá estilizar sus políticas en todas las áreas para consolidarlo en el tiempo. 

Solo un exceso de ideologismo puede sugerir que la ortodoxia monetaria y fiscal otorgará por añadidura el crecimiento y la recuperación del ingreso. 

La experiencia de países vecinos con estabilidad macro y cientos de miles de migrantes está a la vista. 

Muchos de ellos se radicaron en nuestro país (y en otros) para encontrar trabajo, educación y salud que no reciben (ni esperan) de sus rigurosas y ordenadas economías. 

Tomar nota de ello quizás ayude a comprender que un siglo de políticas públicas no se puede derogar por una ley, por más o menos ómnibus que sea.